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Falló en el intento por volver a ser campeón del mundo

Siempre estoy con los débiles, vengo de muy abajo: Beltrán
 
Periódico La Jornada
Lunes 1º de julio de 2019, p. 4

No hubo otra sorpresa mexicana. Raymundo Beltrán fue noqueado en ocho episodios por el ghanés Richard Commey, en su intento por recuperar el título de los ligeros, el viernes en California.

Al inicio de la pelea Beltrán cayó en dos ocasiones, pero se levantó y seguía con con más brío. En el quinto episodio volvió a caer y de igual modo se recuperó. En el octavo episodio visitó de nuevo la lona; esta vez el réferi no le permitió seguir el combate, ante el enojo de Ray y su equipo.

Un día antes Ray había perdido la posibilidad de coronarse cuando no pudo dar el peso límite de la división de los ligeros. En el ring el cuerpo ya no le respondía, sentía los estragos de forzar todo para bajar de peso.

No es una excusa, aclara Beltrán; mi cuerpo ya no responde en peso ligero, no pude cumplir en la báscula y eso que soy muy disciplinado en mi vida. No lo justifico, pero desde ahí perdí.

Sabía que la pelea se le había complicado desde el principio, pero aún así no acepta que no le permitieran reponerse para terminar. Beltrán insiste en que no es la primera vez que está en una pelea con todo en contra.

Me pareció un incompetente ese réferi, dice el ex campeón del mundo; antes de que me sorprendiera en el octavo, ya lo estaba aflojando; así he ganado antes, pero no me dejó demostrarlo.

En la mente de Ray retumbaba el recuerdo de Andy Ruiz, sobre todo, y de Elwin Soto, mexicanos que sorprendieron con sus victorias cuando no eran favoritos.

“A mí me hubiera gustado sumarme a mis paisanos... con Andy me dio un chingo de orgullo, porque es mi amigo, pero también porque aquí ayuda a nuestra gente ver triunfos así de los mexicanos.”

Beltrán trata de aprovechar la proyección que le brinda el boxeo para enviar mensajes solidarios. Apoya los movimientos de derechos humanos a favor de los migrantes. Siempre recuerda su origen, un niño que salió con sus padres desde Sinaloa para buscar la vida en Estados Unidos, sin papeles y en los peldaños más bajos del subempleo. Desde entonces tiene muy clara su identidad de mexicano al otro lado de la frontera.

“Siempre he estado con los débiles, de qué otra forma sería si siempre he sido el underdog (destinado a perder), vengo de muy abajo”, dice Ray; pienso en los que padece mi gente, aquí en Estados Unidos y en mi país.

Pocos meses después de la desaparición forzada de los estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa –ocurrida en Iguala, Guerrero, en septiembre de 2014–, subió al cuadrilátero con un enorme número 43 en la pantaloneta. Fue una de las primeras manifestaciones de solidaridad de un deportista.

Por eso me dio un chingo de orgullo lo que vivió Andy Ruiz, verlo con el presidente de México, lo que eso representa para la raza, dice emocionado; también me gustaría conocer a López Obrador, porque habla de combatir la corrupción y esa es la razón por la que un chingo de mexicanos estamos en Estados Unidos, porque en nuestro país no encontramos cómo salir adelante y eso nos da esperanza.

Ray no está desmoralizado. Le hubiera gustado que el día siguiente de la pelea todo fuera fiesta. No ocurrió, pero alguien como él -afirma-, que ha estado abajo varias veces abajo, sabe cómo levantarse.