Opinión
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Los de abajo

El mal llamado Tren Maya

A

l cumplirse un año de la elección del nuevo gobierno federal y siete meses al frente de la administración de este país, el mal llamado Tren Maya y el Corredor Transístmico se perfilan como dos de los principales megaproyectos del sexenio, y aunque desde el poder cantan victoria, los pueblos indios afectados aún no dicen la última palabra.

Afectados en su territorio, cultura, biodiversidad y tejido comunitario, los pueblos indígenas de Quintana Roo, Yucatán, Campeche, Tabasco y Chiapas, así como las comunidades istmeñas de Oaxaca y Veracruz, demandan información fidedigna, al tiempo que tejen acuerdos desde abajo, reactivan asambleas y expanden sus alianzas. Mientras desde arriba se realiza el trabajo necesario para romperlos, dividirlos y militarizarlos, al mismo tiempo que les ofrecen proyectos que van desde el dinero personal hasta pequeños emprendimientos colectivos. Nada nuevo.

Cuatro meses después de su elección, el entonces presidente electo realizó una especie de encuesta a la que llamó consulta popular, en la que participó uno por ciento del electorado mexicano, porcentaje suficiente para quienes, en sus propias palabras, pretenden cambiarle la fisonomía a la Península de Yucatán, sin que les pase por la cabeza que ningún maya demandó esa transmutación.

Apicultores, campesinos, guardianes de la semillas y colectivos de mujeres mayas exigen lo mismo: seguir produciendo su milpa; generar y distribuir su propia energía eléctrica; criar sus propios animales; mantener y enriquecer su cultura y fortalecer la convivencia y la amistad con otros países del mundo. Quieren también seguridad para sus pueblos y conservar la unidad al interior de sus comunidades.

En contraste, exigen la suspensión de monocultivos que envenenan su tierra; suspender los megaproyectos privados de energía, así como las mega-granjas de cerdos que contaminan su agua. Rechazan el modelo de turismo depredador que banaliza y mercantiliza la dignidad indígena; y exigen la salida de las fuerzas oficiales del Estado y otras fuerzas delictivas en nuestros territorios.

No al tren maya, gritan desde el sur las comunidades hasta ahora no escuchadas.

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