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El rompecabezas europeo
N

adie esperaba, en realidad, que el puzle quedara armado en la cumbre del 21 de junio. No corresponde al estilo de la Unión Europea resolver sus litigios antes del último minuto –en un reloj detenido, por cierto. Nadie esperaba, por contra, que tras la reunión de Bruselas, quedasen tantas piezas sueltas. Cuando el presidente del Consejo Europeo, con un aire a la vez hastiado y resignado, anunció que convocaría otra cumbre este viernes, en vísperas de la sesión de apertura del recién electo Parlamento Europeo, quizá pensaba que se requería otro diseño del rompecabezas europeo, ahora que una de sus piezas mayores está a punto de desprenderse –aunque nadie tenga certeza de cómo y cuándo ocurrirá el desprendimiento.

Entre las piezas más difíciles de acomodar en el actual o en un nuevo rompecabezas europeo se encuentran las designaciones por el Consejo de los nuevos altos cargos de las instituciones europeas. Se trata de: a) el presidente del Consejo Europeo que sustituirá a Donald Tusk en diciembre; b) el candidato a presidente de la Comisión Europea, cuya elección corresponde al Parlamento Europeo y que sustituirá a Jean-Claude Juncker en noviembre; c) el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, que sucederá a Federica Mogherini también en noviembre, y d) el presidente del Banco Central Europeo, a quien nombra en consulta con el Parlamento y con el Consejo de Gobierno del Banco, para suplir a Mario Draghi en el mismo mes.

Cuatro designaciones en que confluyen muy delicados equilibrios de poder e influencia política nacional con las a menudo complejas personalidades de los aspirantes, no siempre conciliables o coincidentes con el peso relativo de las diferentes corrientes políticas nacionales y europeas. Debe atenderse además a la diversidad geográfica y demográfica de la Unión Europea y al equilibrio de género.

Las informaciones sobre los debates en Bruselas muestran que la posición más disputada fue la de candidato a presidente de la Comisión. Parece haberse rechazado el precedente de favorecer al propuesto por el grupo político con mayor presencia en el Parlamento. La elección de mayo pasado confirmó la pluralidad del grupo popular europeo (centro-derecha) con 176 de los 751 escaños por delante del grupo de socialistas y demócratas, que alcanzó 153, y del liberal-demócrata, con 105. Empero, el candidato favorito de los populares, Manfred Weber, no resultó aceptable para los otros dos grandes grupos y le sería difícil reunir apoyo suficiente en el Parlamento y en el Consejo. Este rechazo descalificó a los otros dos spitzenkandidaten: Frans Timmermans por los socialistas y demócratas y Margrethe Vestager por los liberales.

En la cumbre de mañana los populares intentarán hacer valer su ventaja. Ha empezado a barajarse casi una docena de nombres, desde celebridades globales como Christine Lagarde, hasta figuras políticas en ascenso como Leo Varadkar, primer ministro de Irlanda (40 años, de origen indio y orgullosamente gay). Otros nombres en lisa son los de los primeros ministros de Croacia, Andrej Plenkovic, y Lituania, Artus Karins. Tampoco se descarta la relección de Juncker o el tránsito de Tusk desde la presidencia del Consejo. Varadkar bromeó: podría ser más rápido elegir a un Papa (Financial Times, 20/6/19).

La sustitución de Draghi en el BCE, tras ocho años de gestión elogiada en forma casi unánime, también ha sido controvertida. Enfrenta a tres o cuatro aspirantes convencionales en el sentido de provenir de los países centrales con uno o dos de otro origen, que sería excesivo calificar de periférico. Entre los primeros destaca, desde luego el presidente del Bundesbank, Jens Weidman, así como dos franceses: el actual gobernador de la Banque de France, François Villeroy de Galhau, y Benoit Coeuré, director de operaciones de mercado del BCE. Dos candidatos periféricos provienen de Finlandia: Olli Rehn y Erkki Liikanen, gobernadores del Soumenn Pankki. Hace una semana The Economist dedicó un bien argumentado editorial a fundamentar su preferencia por el último. Estaría abierto –arguye– a echar mano de instrumentos menos ortodoxos, como lo hizo Draghi cuando le pareció necesario.

Si se dejan de lado las otras piezas del rompecabezas, se constata que la salida británica –el Brexit– constituyó el trasfondo de esta cumbre de la UE. “Tenemos la expectativa de colaborar en forma estrecha con el próximo primer ministro británico; deseamos evitar un Brexit desordenado y construir una relación tan próxima como sea posible en el futuro,”declaró Tusk (FT, 21/6/19). Boris Johnson, quien bien puede ocupar ese cargo, ha dicho que el Reino Unido saldrá de la UE el 31 de octubre, con o sin acuerdo. “Me he preguntado –dijo Tusk en febrero– “cómo será el lugar especial del infierno reservado para quienes impulsaron el Brexit sin contar siquiera con el bosquejo de un plan para conseguirlo.” (Financial Times, 6/2/19)