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Tiempos modernos
H

a dejado de existir un muy influyente proyecto literario y político de la izquierda francesa originado en la época de la segunda posguerra. Les Temps Modernes cerró sus páginas luego de publicarse durante 74 años.

La revista fue fundada por Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir. El primer número apareció en octubre de 1945. Se publicaba bimensualmente y tomó su nombre del título de la película de Charles Chaplin (1936).

Sartre murió en 1980 y De Beauvoir en 1986. A partir de entonces la dirigió Claude Lanzmann, quien era un reconocido cineasta. Entre sus filmes está el importante documental Shoah.

Lanzmann murió el año pasado y unos meses después Éditions Gallimard, que publicó la revista entre 1945 y 1948 y de nueva cuenta desde 1985, decidió cerrarla definitivamente, sin promover un proyecto para su continuidad.

Este hecho es, en sí mismo, un asunto relevante, que expresa los grandes cambios suscitados en la reflexión sobre la sociedad, no sólo de aquel proyecto original, sino en general y, sobre todo, en los últimos tres decenios.

Se acabó una era del pensamiento de la izquierda que se centró en la figura de Sartre. En el primer comité editorial estuvieron junto al filósofo y a De Beauvoir, intelectuales de la talla de Raymond Aron, Maurice Merleau-Ponty y Jean Paulhan.

Cubrió la revista, junto con los documentos y archivos que publicaba, asuntos relacionados con la cultura y la política en un periodo de grandes transformaciones en la estructura social del mundo. Éstas estuvieron marcadas, de manera icónica, por fenómenos como la guerra fría, la revolución cubana, el movimiento estudiantil de 1968 y, posteriormente, ya en otro decisivo momento político y con otros personajes, la caída del muro de Berlín.

Sartre señaló en el primer número su intención con la revista: “Todos los escritores de origen burgués han conocido la tentación de la irresponsabilidad… nuestra intención es asistir en la producción de ciertos cambios en la sociedad que nos rodea …Nosotros, que sin ser materialistas nunca hemos distinguido el cuerpo del espíritu y conocemos una realidad indivisible, la realidad humana, nos alineamos con aquellos que quieren un cambio en las condiciones sociales del hombre y en su autoconocimiento”.

Prometió, así, adoptar una posición en cada caso. Fue un exponente de lo que se llama el intelectual comprometido. Una figura hoy menos visible, casi en desuso.

Sartre trató asuntos muy controvertidos en las páginas de la revista. Entre ellos, escribió a finales de 1945, con todo lo ocurrido en la guerra aun demasiado fresco, un artículo llamado Retrato de un antisemita, y otro de igual forma oportuno: El fantasma de Stalin, que reconsideraba su postura ante el comunismo luego de la invasión soviética de Hungría en 1956.

De Beauvoir publicó en esas páginas adelantos de su libro El segundo sexo. Ahí asumía las ideas filosóficas de Sartre, pero, como ella dijo, con la conciencia muy profunda y asombrosa de ser diferentes, porque él era un hombre y yo sólo era una mujer. Desde ahí se ha recorrido un largo trecho en esta relación crucial.

En el seno de ese grupo se dirimieron polémicas decisivas, como la que hubo con Albert Camus en torno a su libro El hombre rebelde.

Era otra época, marcada por grandes cuestiones políticas de las que Les Tempes Modernes era receptáculo. Nada de esto debe verse con nostalgia alguna, sino como una nueva provocación que obliga a pensar lo que ocurre en nuestros propios tiempos modernos, y vaya que son muy distintos.

Lo son por los parámetros políticos e ideológicos en los que vivimos, por las idas y vueltas de la historia, tan conocidas y que exigen una reflexión constante en un entorno social específico, con otros medios y recursos.

Pienso, por ejemplo, que el afán de aquel tiempo, cuando se fundó Les Tempes Modernes, por transformar las condiciones sociales del hombre y en su autoconocimiento contrastan decisivamente con la expresión del radicalismo en el empeño destructivo de Mr Robot.