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México no es patio trasero // Contra la agresión fascista

E

l presidente López Obrador asegura que hay avances en la negociación con Estados Unidos, y lo dice justo cuando el salvaje de la Casa Blanca advierte: ¡Si no podemos llegar a un acuerdo, México comenzará a pagar tarifas a un nivel de 5 por ciento el (próximo) lunes!, arancel que se aplicará e incrementará si nuestro país no intensifica los esfuerzos para frenar un aumento de migrantes, centroamericanos la mayoría de ellos, que se dirigen a la frontera estadunidense.

Hasta ahora los negociadores mexicanos no han obtenido nada, pero parece que han cedido en todo, comenzando por convertir el país en el policía fronterizo de Trump –en el norte y el sur–, al reforzar la seguridad y enviar a 6 mil elementos de la Guardia Nacional para detener a las caravanas centroamericanas.

En este momento aciago hay que recordar las palabras de nuestro querido Carlos Payán al recibir, en diciembre pasado, la Medalla Belisario Domínguez: “Pido a Andrés Manuel López Obrador, un demócrata que llega al poder en una elección sin paralelo y después de una vida de lucha, que cumpla con sus objetivos, en un escenario en el que tendrá que lidiar con el iracundo vecino del norte y su andanada fascista.

“El gobierno de López Obrador deberá hacer un auténtico despliegue de honor, valor, soberanía, imaginación y habilidad diplomática frente a un Donald Trump enloquecido que, en su delirio magno, canalla y fascista, quiere que sus tropas disparen a los migrantes.

“Turquía se ha convertido en gendarme de las fronteras de Europa, impidiendo que los migrantes pasen al otro lado. No debemos permitir que México cumpla con ese ruin papel con respecto a Estados Unidos. Que los muros que levantemos en esta Patria mía no sean para separar a los pueblos, sino murallas de valor y buen juicio que nos protejan del embate y del yugo de todo fascismo.

La ultraderecha surge con una fuerza inusitada, esta marea negra y ponzoñosa, directa o indirectamente alimentada por la política de Donald Trump. A nosotros, los mexicanos, nos ha caído el mal fario de tenerlo por vecino: un vecino prepotente e impositivo, cavernario, xenófobo y machista, cuyos actos atrabiliarios y cuyas declaraciones incendiarias desde la presidencia de Estados Unidos han hecho que muchos de sus fanáticos en el mundo se quiten la máscara, pierdan el pudor, ganen descaro y arrojo, y den rienda suelta a la voluntad de rabia y violencia que hasta hace poco tenían más o menos contenida o camuflada.

Así es: México no puede darse el lujo de refrendar la tesis gringa de que es su patio trasero ni cumplir con el deshonroso papel de convertirse en policía de gueto, de tal suerte que debe hacer, con López Obrador a la cabeza –pero no solo él–, “un auténtico despliegue de honor, valor, soberanía, imaginación y habilidad diplomática frente a un Donald Trump enloquecido (…)”.

Desde su campaña electoral, Trump no ha quitado el dedo del renglón: contra México, todo, desde el muro, los bad hombres, las interminables estupideces que se le ocurren, pasando por todo tipo de injurias, humillaciones, amenazas y chantajes, hasta estos días en los que caprichosamente pretende destrozar económicamente a nuestro país. Tiene razón Payán: Trump está enloquecido y goza haciendo daño a los demás.

Por ello no ayuda pregonar que hay avances y que todo es amor y paz, porque resulta obvio que los primeros no existen y lo segundo es un mero cuento de hadas. Y si en el corto plazo México eventualmente libra la más reciente andanada del esquizofrénico de la Casa Blanca, pues a prepararse, que a Trump se le ocurrirá otra agresión, una salvajada más.

Las rebanadas del pastel

La crisis arancelaria sólo confirma la brutal dependencia que nuestra economía tiene de la gringa. Entonces, con o sin tarifas, México debe comenzar a poner los huevos en otras canastas… Y para aquellos que hoy se rasgan las vestiduras por el tipo de cambio, exactamente un año atrás, por un dólar, se pagaban hasta 20.72 pesos; ahora 20, pero ayer aplaudían y por estos días se cortan las venas.