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Los pueblos alrededor del valle de Anáhuac ‘‘estaban hasta el copete de los mexicas’’

Ese hartazgo no se cuenta en la historia, destaca la escritora Sofía Guadarrama, en entrevista con La Jornada // De no haber existido gran desigualdad y terror, Hernán Cortés y 400 españoles no habrían avasallado a esa civilización, considera la autora de la saga Grandes tlatoanis del imperio

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Episodios de la Conquista: La matanza de Cholula, 1877, cuadro de Félix Parra en imagen tomada de Internet.
 
Periódico La Jornada
Martes 23 de abril de 2019, p. 5

Hernán Cortés consumó la Conquista porque todos los pueblos alrededor del valle de México ‘‘estaban hasta el copete de los mexicas. Esto no nos cuentan en la historia”.

Así opina la escritora Sofía Guadarrama Collado (Guadalajara, 1976), quien en su saga Grandes tlatoanis del imperio rescata casi dos siglos que anteceden a ese hito y habla del periodo del imperio mexica narrado desde la voz indígena.

‘‘Si no hubieran existido gran desigualdad y terror, no habría podido conquistar con 400 españoles todo el poderío mexica”, considera en entrevista con La Jornada.

Cortés no tocó tierra en México recién llegado del viejo continente; llevaba más de 18 años en los territorios recién descubiertos, venía de Cuba y fue en las islas del Caribe donde se inició la colonización. ‘‘Él ya sabía qué iba a encontrar y cómo funcionaban estos pueblos, por dónde moverse, no era unnovato”. Terror es lo que vivían los territorios dominados por los mexicas. Si se negaban a pagar impuestos, el tlatoani ordenaba al ejército destruir ese pueblo, quemar sus templos, matar a las personas de la nobleza, violar y secuestrar a sus mujeres; ‘‘esa era la destrucción masiva que hacían los mexicas”.

Los tlaxcaltecas no podían comer nada con sal, estaba prohibido a los pueblos costeros venderles sal. ‘‘Estos abusos hicieron que la Conquista haya sido tan fácil”.

Cuando Cortés arriba a México no tiene qué hacer mucho, pues los pobladores le dicen: ‘‘estamos hartos”. Y la autora compara: ‘‘es como una especie de López Obrador al que le dicen: ‘libéranos del PRI, no importa lo que nos mientas’. Funcionó de la misma manera”.

Contar la historia de Cortés y la mujer indígena que lo acompañó en su travesía de Tabasco a Tenochti-tlan es algo que la autora ya tiene en mente. ‘‘No me he animado a escribir esto; todavía tengo un conflicto”. Y añade: ‘‘Hay tanto desprecio hacia Hernán Cortés, pero nos guste o no, somos descendientes de los españoles. Simplemente los apellidos, desde el Pérez o el Betancourt vienen de Europa; hay algunas excepciones, como Matos Moctezuma”.

La hegemonía mexica en cinco novelas

Sofía Guadarrama describe la hegemonía mexica en cinco novelas. ‘‘Hay personas que creen que la literatura no tiene derecho a abordar estos temas. Opinan que la verdadera historia está en los códices. Son interpretaciones de arqueólogos o historiadores”. Por ejemplo a Cuauhtémoc ‘‘nos lo han pintado como héroe, cuando fue un gobernante que cometió muchos errores y llevó a los mexicas a un suicidio colectivo” en las postrimerías de su imperio. O que Moctezuma fue un tonto y cobarde, cuando fue gran estratega y supo lidiar con Cortés por mucho tiempo; la guerra no se dio en su gobierno.

En el imperio mexica, añade la autora, las mujeres eran moneda de cambio, botín de guerra, objetos sexuales y cocineras. Había una cultura misógina, ellas no tenían derechos. Guadarrama ha investigado que el promedio de vida de las mujeres fue de 30 a 35 años, máximo 40. ‘‘La mujer nada valía; el mexica fue un pueblo misógino al extremo”.

El caso más conocido es el de Malintzin, de 13 o 15 años, quien fue entregada a Hernán Cortés cuando éste recala en Tabasco y después se convirtió en su traductora (hablaba maya y náhuatl), por lo que funciona en el triángulo de traducción –con Jeróni-mo de Aguilar, quien llegó en 1511 en un naufragio con Gonzalo Guerrero– y cada uno eligió bando.

La bautizaron como Marina, pero por cambios idiomáticos le decían Malina, al que le añaden el doña que es tzin al final, de ahí la palabra Malintzin. El vocablo Malinche significa que es el dueño de ella, por lo que en realidad así se referían a Cortés. El conquistador descubrió a esta traductora hasta Veracruz; ‘‘fue prácticamente un tiro de suerte encontrar a esta niña”.