Opinión
Ver día anteriorMartes 16 de abril de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La ilusión
L

a crítica al gobierno de la 4T según la cual se trata de más de lo mismo es, como crítica, una necedad sin futuro. Quienes así se expresan están desconectados del mundo real o no tienen en cuenta la cotidiana cascada de improperios que son lanzados por la derecha neoliberal mediática, adueñada de la inmensa mayoría de los medios escritos y electrónicos, contra el gobierno actual. Si el gobierno de AMLO es, sin matices, en términos de política y de política económica y social, lo mismo que las pesadillas vividas a partir del gobierno de Miguel de la Madrid, entonces esa cascada es un harakiri masivo por los miles de quienes están entregados a denostar al gobierno de la 4T. Como las cosas no son así, está claro que se falta a la verdad sans phrases.

Quienes definen al gobierno de AMLO como uno neoliberal más, se piensan a sí mismos como unas izquierdas políticas reales, frente a la derecha neoliberal de siempre. El EZLN lo hace desde su propia visión del cambio político y de construcción, dicen, de un mundo nuevo. Nadie tiene que otorgar al EZLN el derecho a construir el camino de cambio social y político elegido por los pueblos agrupados con su programa político; un programa hoy anticapitalista. Desde ese programa, desde luego, cualquier gobierno es su enemigo. Pero esa postura política no conduce a la tesis en que ha insistido: todos los gobiernos, incluido el de Morena, son iguales: “Allá arriba son lo mismo… y son los mismos. Y la realidad les quita el maquillaje con el que quieren simular un cambio”, dijo el 10 de abril el subcomandante Moisés. No es así, el gobierno de Morena y sus antecesores no son lo mismo; AMLO está buscando luchar contra el neoliberalismo.

En el otro extremo de la izquierda anticapitalista, incluido el EZLN, está la derecha política neoliberal, la derecha mediática señalada, los grandes empresarios, hasta las casamatas y trincheras neoliberales construidas por el propio Estado mexicano como parte central, propia de sí mismo, como el Banco de México (Banxico).

En reciente comparecencia Alejandro Díaz de León, gobernador de Banxico, advirtió en el Senado de problemas con la gobernanza como los riesgos que afectan a la economía. Habló de la incertidumbre de los inversionistas y empresarios respecto de la política interna del país, la inseguridad, la corrupción, la impunidad y la falta de estado de derecho, como si nada estuviera haciendo el gobierno ante tales problemas. Significativamente, esa mirada encuentra el acaecer de la sociedad mexicana como el entorno en que han de tomar decisiones los inversionistas: la sociedad no es más que eso: el entorno de la inversión. El pensamiento neoliberal no puede ser más burdo.

De otra parte, no es necesario recordar la larga nómina de quienes escriben en la prensa y hablan en las tertulias televisivas, que opinan que el gobierno de AMLO es un claro retorno al populismo de Luis Echeverría. La extrapolación no puede estar más desencaminada, cuando el mundo y México son otros, en todos los sentidos imaginables.

De los empresarios, no se diga: recientemente Gustavo de Hoyos Walther, presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana, opinó que la intervención del gobierno federal en actividades económicas, como la distribución para el consumo de gasolinas y otros combustibles, es una regresión, como si el Estado tuviera prohibido dar una solución a los ciudadanos, porque ello afecta las ganancias mal habidas de los dueños de las gasolineras, quienes se han apropiado de los subsidios otorgados por el gobierno a los combustibles.

No obstante todo lo anterior, el gobierno de la 4T erraría por completo si se viera a sí mismo ubicado en el justo medio. Es imprescindible, en primer lugar, ubicar su orientación de manera dinámica y considerando que no todas sus acciones tienen el mismo signo. El gobierno de la 4T avanza con agobios frente al neoliberalismo, en medio de formidables limitantes neoliberales efectivas; su margen de acción es estrecho, en este momento. Pero no podrá avanzar concediendo espacios al neoliberalismo, como la increíble concesión a la práctica del outsourcing en la reforma laboral. Si ese pérfido uso empresarial es una exigencia del T-MEC, muy mal andamos con esas concesiones. Y si AMLO es un liberal afín a los liberales del Movimiento de Reforma, es incomprensible su idea de crear una radio confesional.

Si la 4T de veras quiere avanzar, sólo podrá hacerlo radicalizando la democracia, creando más y más profundos derechos individuales y colectivos para los excluidos de siempre; haciendo más grande el espacio público, buscando expresamente construir una nueva hegemonía basada en los valores que soporten el mejor balance entre libertad e igualdad. Un arduo camino debe recorrer la 4T para ser tal. Se halla en los prolegómenos y avanzar le exige apoyarse con amplitud en los movimientos sociales y en los excluidos de siempre, a los que es menester movilizar.