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Ante Cantos de Ezra Pound es mejor declararse ignorante

El traductor Jan de Jager ofrece en entrevista algunas claves para leer la reciente edición de Sexto Piso

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▲ Retrato de Ezra Pound, ensayista, crítico y músico estadunidense, en 1913.Foto de Alvin Langdon Coburn (Nueva York: Knopf, 1922)
 
Periódico La Jornada
Lunes 1º de abril de 2019, p. 8

Para leer los Cantos de Ezra Pound, hay que soportar su belleza, oscuridades, así como la ignorancia propia. La calidad de los poemas es innegable, aunque no los entiendo del todo, a pesar de haberlos trabajado durante 10 años, señala Jan de Jager, traductor de la reciente edición de Sexto Piso.

En un alegato poético más que técnico o crítico dice De Jager en entrevista con este diario; la versión, a la venta en la librería de La Jornada, se puede “releer, volver a mirar, pero no interrumpir el producto editorial con tanta nota al pie, yo la llamo lectura vertical. Los Cantos de Pound están tan llenos de referencias que es mejor declararse ignorante”.

Destaca que el ensayista, músico y crítico Pound (1885-1972) “era erudito, pero muy fanfarrón. Ese era su carácter poético. Si lo comparamos con TS Elliot, hombre de talento comparable, enorme poeta, pero más prolijito y atildado.

“Pound tenía eso de entrar en la fiesta con las botas embarradas y escandalizar de maneras diversas. Era más como los beats, pero antes de esa generación; el ‘explicador del pueblo’, decía Gertrude Stein, pero al mismo tiempo era brutal. Esa mezcla de delicadeza y brutalidad, Octavio Paz la definió como galimatías y esplendor.”

El también poeta menciona que hay claves para enfrentar la lectura de sus poemas, algunas las esbozó el mismo Pound: el método ideogramático, que como los ideogramas chinos en los que se coloca el del sol junto al de árbol y la combinación significa amanecer.

Pound extendió ese concepto a reunir elementos de diferentes culturas, poetas y filósofos, con la convicción de que el choque de esas dos imágenes harían surgir en la mente del lector un concepto nuevo, como si fueran las chispas de dos pedernales que entrechocan. Sospecho que era un maestro que esperaba que el alumno sacara una conclusión determinada.

Otra clave “es soportar lo multilingüe. Coloca ideogramas chinos de las cuales no tenía, convengamos, demasiada idea o tenía una interpretación que los filólogos rebatirían. Pone textos en griego, en latín, en italiano, en provenzal y en holandés. Pound aclaró: ‘todo lo que está dicho en otra lengua, también lo digo en inglés’”.

El traductor previene que el lector puede asustarse por esta “superabundancia de elementos en lenguas extranjeras. Otra vez: mejor no ir a la traducción del fragmento griego o latino. Aunque como en el texto original, también lo digo en castellano.

Es una lectura muy placentera pero hay que sobrevivirla. Como la marea, es algo que va entrando en el texto y después se va retirando: así se puede disfrutar de esta poesía. No es en vano que poetas y críticos estén de acuerdo que es muy buena. No creo que todos lo digan por puro esnobismo y que Pound sea una porquería.

Una tercera llave es que hay que tolerar que haya discontinuidad en el texto. Puede saltar de un siglo a otro, de un lugar a otro, casi de un verso al siguiente. Si el lector tiene paciencia y curiosidad, se va a divertir. Con estos cuidados, se puede fascinar.

Jan de Jager explica que el primer canto del volumen es un viaje al reino de los muertos, rescrito del Canto XI de la Odisea, de Homero. Ulises, o sea, Odiseo, va a consultar a los muertos, específicamente al profeta Tiresías.

“Algunos críticos y algunos buenos lectores han visto en Cantos un viaje al reino de los muertos, escritores y filósofos que existieron antes, los grandes líderes políticos, como Napoleón, Alejandro Magno, Lenin, Dante y Cátulo; un viaje al pasado y a la tradición para ver qué se puede rescatar para el siglo XX.”

También incorpora, asevera el traductor, la cultura china y a los padres fundadores de Estados Unidos. “Parte de los Cantos es como recortar y pegar de los diarios de John Adams, uno de los constitucionalistas estadunidenses y tercer presidente de ese país, a quien él encontró admirable”.

Hipótesis económicas

De Jager sostiene junto con Giorgio Agamben que en el largo poemario es curiosa la preocupación de Pound sobre la teoría económica, particularmente la monetaria, y cómo la banca y las tasas de interés pueden llevar a que una cultura determinada, un imperio, llegue a un punto de florecimiento y luego colapse.

El traductor explica que la hipótesis de Pound es que “cuando las tasas de interés son demasiado altas, las sociedades tienden a buscar un enemigo externo y a ir a la guerra porque el armamentismo es el único tipo de producción donde los mercados no se saturan.

“¿Cómo puede ser esto tema de poesía? Él escribió un poema épico, Pound siguió escribiendo lírica. La Iliada en cierto modo es un poema sobre la guerra y él está explicando la guerra, sobre todo la primera y segunda guerras mundiales, desde sus motivos económicos.”

Pound fue seguidor de Mussolini. De Jager dice: Ni por un segundo soy simpatizante del fascismo. Aclaración necesaria, porque dediqué tanto tiempo a un fascista. Pound sintió una fascinación por la figura de Mussolini, a quien veía como una persona que podía resolver los problemas de Italia. En ese momento en Europa se veían seudodemocracias, con parlamentos que no solucionaban nada.

Jan de Jager explica que para realizar la versión al español trianguló el texto de dos maneras. La primera fue recurrir a las fuentes de Pound en lo posible. Conozco casi todas las lenguas que tradujo Pound, entonces miré qué hizo en el original para reflejarlo en castellano.

La segunda triangulación fue mirar otras traducciones: al español, del mexicano José Vázquez Amaral, Ernesto Cardenal y José Coronel Urtecho; la francesa, de Yves di Manno; la alemana, de Eva Hesse; la italiana, de la hija de Pound, Patrizia de Rachewiltz, y las portuguesas de los hermanos de Campos, que son fragmentos, y la completa de José Lino Grünewald.