Opinión
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No sólo de pan...

De quiénes somos

C

uando el de la voz es mexicano, ¿quién es cuando dice nosotros? ¿Están en el pronombre su parte indígena, con la parte española raíz de su nombre y apellido?

Enrique Dussel, Claudio Lomnitz, Patricia Galeana, no denostaron la iniciativa presidencial a fin de sanar la herida dejada por la violencia destructora de Hernán Cortés sobre Tenochtitlán en 1521, pero una mayoría, reivindicando su propio mestizaje, atacó la iniciativa en defensa de su parte española, evidenciando un colonialismo indiferente ante, si no es que directamente practicante, la exacción y concesión de las riquezas naturales pertenecientes a los pueblos originarios, su sumisión a servidumbre y descalificación cultural implícita en el coto al gentilicio mexicano para las identidades históricamente dominantes: españoles criollos o mestizos, porque indio será siempre el otro. Que digan si no es cierto, intelectuales comprometidos en la defensa de los herederos de la población originaria, cuando se arrogan el derecho de llamar indios, con el argumento indio is beautiful, a quienes repudian para sí dicho término y reivindican el de indígenas.

Pero en los mexicanos, el nosotros no es incluyente, sino excluyente de la parte indígena. Ahí están los que citan a los traidores tlaxcaltecas para exonerar de responsabilidad su propia parte española. Y quienes, como producto de una historia siniestramente discriminatoria, rehúsan reconocerse en la dignidad de seres de carne y hueso como la célebre Yalitza. Pero bien que se usurpan rasgos éticos, estéticos, científicos, de esa cultura ancestral para confeccionarnos una identidad sui generis que por otra parte negamos. Los mexicanos estamos perdidos en un limbo de inseguridad ante los otros superiores. Así nos dejaron.

Sí hay deudas a cargo de Europa, el continente parásito de las sufridas África, Asia, Oceanía y toda América, cuyos territorios, en relativamente pocos siglos de colonización dejaron devastados con enfrentamientos interétnicos, poblaciones degradadas y abolidos sus referentes culturales. España debe reconocer su adeudo histórico en oro, plata, arte y archivos documentales generados por indígenas. El Vaticano debe retirar la ex comunión a Hidalgo y Morelos para concordia de las familias católicas mexicanas. Pero el presidente de México debe legalizar la autogestión de las comunidades colindantes con el recorrido del Tren Maya para implementar un turismo ecológico regulado y sustentable. En vez de concesionar la ruta a desarrolladores de un turismo que convertirá las poblaciones en servidumbre y su entorno en basurero con burdeles y droga. Como en Palenque. Tal vez con estos ejemplos, los mexicanos comencemos a reasumir una identidad de dignidad.