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Nosotros ya no somos los mismos

Dos próceres siempre juntos // Los de abajo, arriba // Tres sexenios de rapiña gasolinera

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▲ En Toluca, una estación de servicio mejor se evita la aglomeración frente a sus instalaciones con una doble advertencia ante el desabasto de gasolina.Foto Mvt
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as reacciones a la columneta pasada fueron todas entusiastas, estimulantes y con expresos deseos de más información sobre los personajes en ella presentados: dinos, exigieron muchos integrantes de la multitud, ¿Payán y Labastida viven, dónde están, qué hacen, por qué no escriben? ¿Cómo los contactamos?

Ya hice una relación de las preguntas y las contesto en una circular. Sin embargo, hay algo que no quiero dejar de comentar: don Horacio Labastida era, más allá de sus licenciaturas y posgrados, un humanista de verdad, de vocación y, al tiempo, un hombre de la Enciclopedia: ¿sus intereses?, todos cuantos al ser humano competieran. ¿Sus saberes?, vastos e innúmeros. Cada una de sus colaboraciones era un breviario cultural hermoso y enriquecedor. Ya fuera que comenzara ésta por una referencia al Génesis o a El Corán, hiciera mención a Lutero, a Teilhard de Chardin, Lévi Strauss, Montesquieu, al Nigromante, Emerson, Freud, Octavio Paz o Fidel, sus conocimientos eran sólidos, documentados y los comentarios personales, por críticos o antagónicos, los presentaba con comprensión y tolerancia que la réplica o la dúplica quedaban ya obligadas a la razón, la civilidad y las buenas maneras.

Relato un último acontecimiento, fortuito evidentemente, pero sin duda emotivo. Henrique González Casanova y Horacio Labastida fueron colaboradores y amigos entrañables mucho tiempo. El primero murió el 17 de diciembre de 2004. La inmediata colaboración del maestro Labastida en La Jornada, tras esa fecha, fue un bello y merecido panegírico sobre don Henrique. Y también sus últimos renglones: cinco días luego, don Horacio murió.

Los unió la vida y no los separó la muerte. Seguramente discuten intensa y aguerridamente sobre la urgencia de que la Cuarta Transformación haga realidad el mensaje que El Coronelazo escribió en uno de sus murales de CU: La Universidad al pueblo. El pueblo a la Universidad.

Dejo un pendiente sobre otro merecidísimo reconocimiento: la medalla Eduardo Neri, otorgada a doña Rosario Ibarra de Piedra por la Cámara de Diputados. Quiero hacer una comparación entre su lema, divisa, emblema: Arriba los de abajo. Y el de López Obrador: Por el bien de todos, primero los pobres.

Por ahora lo urgente es hablar sobre el gran problema del momento: el desabasto de gasolina que tiene semiparalizado a gran parte del territorio nacional. Pienso que aportar ideas, presentar propuestas desde los más distantes rumbos profesionales o de experiencias personales, no solamente enriquece el acervo (un sinónimo es patrimonio) de conocimientos, saberes, técnicas recursos múltiples que entre todos los mexicanos de bien podemos aportar, para enfrentar a unos cientos, miles, si se quiere, de delincuentes. Los más viejos jubilados (algunos de ellos adolescentes en la época de la expropiación), otros, los profesionistas (a punto de jubilación), egresados del Instituto Mexicano del Petróleo y los estudiantes del Politécnico, de la UNAM y de instituciones de altísimo nivel ubicadas en diversas entidades. Por supuesto, los habitantes de poblados y rancherías que existen a lo largo del ducto Tuxpan-Azcapotzalco, que surte a Ciudad de México. Todos tienen una opinión que nos hace falta, pero, además, su sola participación nos fortalece. Recuerden: Dios bendice a los buenos cuando son más que los malos (salvo cuando los pocos malos cuentan con más recursos de todo tipo, desde los bélicos hasta los (des) informativos). Todos tenemos que ser comprometidos, combativos en esta batalla contra quienes llevan, cuando menos, tres sexenios de rapiña y delitos de lesa mexicanidad.

No quiero dejar de reconocer la actitud asumida por los organismos empresariales más importantes del país, cuyo comportamiento ha sido de una actitud honorable y de apoyo a los intereses de los mexicanos que, por lo general, no está previsto en sus proyectos de desarrollo corporativo. En especial, la Canacar. Yo sé lo que significó León Vilarín, un antiguo socialista y líder de transportistas de carga en el golpe de Estado a Salvador Allende.

Apoyo, sin reservas, la inconformidad ciudadana contra los innúmeros delitos y errores cometidos por el gobierno federal, que son la causa de los graves trastornos que padecemos. A estos me referiré lo más objetivamente (para mí) posible, pero anticipando: en mi modesta valoración no puedo dejar de diferenciar tres sexenios de abulia, indolencia, importamadrismo y, peor aún, de corrupción compartida, complicidad e impunidad garantizada contra mes y medio del actual gobierno que tiene la obsesión de trabajar por el bien de todos, aunque, terrible monserga, insiste en que los pobres vayan primero.

Twitter: @ortiztejeda