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Voyager 2, sonda lanzada hace 41 años, llegó al espacio interestelar

La nave lleva consigo cápsulas temporales que un día podrían ser los últimos restos de civilización humana, señala la NASA en un comunicado

 
Periódico La Jornada
Martes 11 de diciembre de 2018, p. 2

Washington. Tras 41 años de viaje por el sistema solar, la sonda Voyager 2 llegó a una zona del espacio donde ya no sopla el viento del sol, a 18 mil millones de kilómetros de la Tierra, informó ayer la NASA.

A esta distancia extraordinaria, cada mensaje de Voyager 2 tarda 16 horas y media en llegar a la Tierra mientras, por ejemplo, el tiempo de comunicación a la velocidad de la luz con Marte es de ocho minutos solamente.

La gran noticia es la confirmación de que Voyager 2 salió de la heliosfera, la burbuja protectora de partículas y de campos magnéticos creados por el Sol, y que ya ha atravesado la heliopausa, el límite mas allá del cual ya no llega el viento solar.

Técnicamente, sin embargo, la sonda sigue estando en el sistema solar, cuya frontera está establecida en los confines de la nube de Oort, bastante más allá de Plutón, y que la NASA compara con una gran burbuja alrededor del sistema solar.

Esta nube, compuesta probablemente por miles de millones de cuerpos helados, se mantiene bajo la influencia de la gravedad del Sol y Voyager 2 necesitaría todavía otros 30 mil años para atravesarla.

Se trata de la misión más larga en activo de la agencia espacial estadunidense, y sus instrumentos siguen enviando observaciones al día de hoy.

Lanzada cuando Jimmy Carter (1977-1981) era presidente de Estados Unidos, sobrevoló Júpiter en 1979, y luego Saturno, Urano y Neptuno en 1989.

Como seguía funcionando después de sobrevolar Neptuno, la NASA continuó con la misión, pero los ingenieros apagaron sus cámaras para ahorrar energía. En 2012 se convirtió en la misión más larga y más mítica de la agencia espacial.

Su sonda gemela, Voyager 1, que abandonó la Tierra 16 días después, llegó al espacio interestelar en 2012 y también siguió funcionando, pero uno de sus instrumentos cruciales para medir el viento solar bautizado Plasma Science Experiment, se estropeó en 1980.

Ahora es todavía mejor, señaló Nicky Fox, director de la división de heliofísica de la NASA. “Las informaciones enviadas por las Voyager sobre los límites de la influencia del Sol aportan una visión inédita de un territorio verdaderamente virgen.”

Las dos sondas van muy bien, dijo Suzanne Dodd, directora del departamento que se ocupa de las comunicaciones interplanetarias de la agencia.

Según Dodd, todavía podrían durar cinco o seis años más, ya que su único límite es la pérdida progresiva de capacidad de su generador de radioisótopos, que proporciona la energía necesaria para la desintegración de materiales radiactivos.

Cada una de ellas lleva grabaciones de sonidos e imágenes de la Tierra en unas placas de oro y de cobre, y aunque estuvieran apagadas los aparatos seguirían viajando potencialmente durante miles de millones de años con sus discos, cápsulas temporales que un día podrían ser los últimos restos de civilización humana, señala la NASA en su comunicado.