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El IAGO celebra 30 años; alegrías e incertidumbre marcan su labor

El instituto, fundado por Francisco Toledo, sigue creciendo; ha formado a escritores y artistas, explica el pintor en entrevista con La Jornada

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▲ Francisco Toledo en las instalaciones del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, que posee un acervo de más de 61 mil libros.Foto Jorge A. Pérez Alfonso
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 30 de noviembre de 2018, p. 3

Oaxaca, Oax., El Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), fundado hace 30 años por Francisco Toledo, ha desarrollado una gran labor de enseñanza y preparación de nuevos valores. Esa no era la finalidad, sólo salieron bien las cosas, refiere el pintor en entrevista con La Jornada.

Mucho ha ocurrido desde 1988; situaciones alegres y complicadas, recuerda el pintor. Uno de los primeros escollos, añade, ‘‘fue que cuando se abrieron las puertas de este espacio’’ se hizo con ayuda de los gobiernos federal y estatal, así como lo aportado por Toledo. No obstante, el gobernador Diódoro Carrasco Altamirano (1992-1998) decidió retirar el apoyo al IAGO.

Eso, continúa Toledo, complicó mucho la situación, ‘‘la carga fue más pesada porque tuvimos que seguir entre dos y hasta la fecha lo hemos hecho entre la Federación y nosotros’’, y si el instituto sigue funcionando se debe al esfuerzo de todos, reconoce.

Momentos difíciles

Toledo evoca otro momento crítico del IAGO; en 2006, durante el gobierno del priísta Ulises Ruiz. El 14 de junio de ese año hubo un desalojo fallido de profesores de la sección 22 de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación (CNTE), lo que derivó en casi seis meses de enfrentamientos entre la policía y docentes apoyados por organizaciones sociales y habitantes de la ciudad de Oaxaca.

En aquel entonces, añade Toledo, fue difícil para el instituto que desde sus inicios ha tenido una labor de apoyo hacia la sociedad, pues había enfrentamientos y balaceras. ‘‘En 2006, cuando toda la ciudad estaba tomada, había barricadas, el IAGO sirvió de hospital a los lastimados, a los apaleados’’, manteniendo así un sentido social.

Relata que sintió incertidumbre, pues la situación era difícil; por los constantes enfrentamientos en el centro de la ciudad era complicado, se ‘‘cerraba, abría, no tenías horarios’’, es decir, la actividad era irregular. No obstante, el trabajo prosiguió y se montaron exposiciones de arte urbano surgido durante ese conflicto: se mostraron varias obras y sus mensajes políticos.

Toledo y la felicidad

Respecto de los momentos alegres, Toledo se toma un respiro y busca ayuda de sus colaboradores. ‘‘¿Usted se acuerda de un momento alegre aquí?’’, y responde: ‘‘Varios, maestro’’, y añade: más que momentos felices ha tenido situaciones muy satisfactorias, como cuando se amplía una de las salas, ya que es una prueba de que a sus 30 años el IAGO continúa creciendo.

Toledo se mantuvo reacio a mencionar momentos de felicidad vividos en las paredes de ese espacio en el que estuvo su casa con anterioridad y, añade, ‘‘no, ya no se puede ser, ya tengo casi 80 años; ya no se habla de felicidad en ningún lado para nosotros, ya estamos, ¿qué estamos?, pues ya despidiendo’’, dice con una sonrisa.

Punto obligado

En qué día se fundó el IAGO está a discusión, pues entre los colaboradores del maestro Toledo algunos afirman que el aniversario es el 27 de noviembre y otros sostienen que es dos días después, el 29.

El instituto, asevera el pintor, es un referente en Oaxaca; ‘‘un lugar obligado, mire, porque también aquí se reúnen conferencistas, hay eventos, hay música y se exhiben películas, videos, lo que sea; entonces, la institución ahí va’’.

Reconoce que al momento de fundar el IAGO sólo se pensó en hacer la biblioteca, ‘‘en realidad nunca tuvo un objetivo. Sólo dijimos vamos a hacer esto y ya; y todo salió bien’’.

En sus tres décadas el IAGO ha sido un punto importante para la formación de nuevos valores, pues del instituto han surgido varios artistas e incluso escritores. Esto se debe, aclara, al gran acervo que posee, el cual supera 61 mil libros, además de la Colección Toledo-Instituto Nacional de Bellas Artes, antes llamada José F. Domínguez y la cual se integra de más de 24 mil piezas.

Francisco Toledo admite que él ha continuado su formación entre las miles de páginas que hay en ese sitio ubicado en el corazón de la ciudad de Oaxaca. ‘‘Digamos que he completado mi educación en esta institución; siempre estoy leyendo, releyendo, descubriendo. Hay catálogos en las subastas o en la colección de grabado’’.