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Será declarado presidente electo el 10 de diciembre

Desde el triunfo de Bolsonaro, 13 días han estremecido a Brasil

En ese lapso ha anunciado la desaparición del Ministerio del Trabajo y nombró en Agricultura a una defensora de agrotóxicos, lo que ha preocupado a políticos y empresarios

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▲ Jair Bolsonaro recibirá su constancia de presidente electo el 10 de diciembre y no el 19, como se hace tradicionalmente, porque se someterá a una cirugía.Foto Afp
 
Periódico La Jornada
Sábado 10 de noviembre de 2018, p. 26

Río de Janeiro. El 10 de diciembre es el Día Internacional de los Derechos Humanos. Y precisamente ese día el Tribunal Superior Electoral entregará al capitán retirado Jair Bolsonaro su constancia de presidente electo.

Hay cierta ironía en que precisamente en esta fecha conmemorativa (y a la vez reivindicativa) se entregue el diploma a quien defiende la última dictadura militar (1964-1985) y declara tener como ídolo a uno de los personajes de aquel régimen que cometió más torturas.

Al hombre que dijo a una colega de la Cámara de Diputados no te violo porque no lo mereces, que aseguró que prefiere tener un hijo muerto a uno homosexual, que desprecia a los negros y cree sinceramente en la inferioridad de las mujeres. Que, además, defiende que cada ciudadano tenga un arma y advirtió que en su gobierno los marginales rojos podrán elegir entre el exilio o la cárcel. A quien aseguró que no tolerará el terrorismo de los movimientos sociales, prometió liquidar el activismo y defiende ardorosamente que los trabajadores tengan menos derechos para tener más empleos.

Desde la victoria del domingo 28 de octubre han pasado 13 días. Y si hace casi un siglo –99 años– John Reed presentó su impactante Diez días que estremecieron al mundo, hay quien asegura que los 13 días pasados desde la victoria de Bolsonaro estremecieron a Brasil.

Nunca antes hubo un presidente recién electo que antes de tener el derecho de sentarse en el sillón presidencial (lo que ocurrirá el 1º de enero) hubiese, junto a sus asesores más directos, propiciado tantas declaraciones desencontradas y semejante cantidad de incoherencias y cambios drásticos de opinión.

A lo largo de casi 30 años como diputado, Bolsonaro se dio a conocer por su bajo nivel intelectual, su muy oscura labor parlamentaria y su agresiva capacidad de imprimir odio en cada discurso.

Es, como mínimo, curioso observar que el mismo legislador de larga trayectoria en el Congreso que admitió cándidamente recibir subsidio residencial de la Cámara de Diputados pese a ser propietario de un inmueble en Brasilia, que obtuvo un puesto de asesor parlamentario para la señora que le cuidaba la residencia de veraneo en el litoral de Río de Janeiro (a más de mil 500 kilómetros de Brasilia), ahora aparezca como alguien dispuesto a ir en contra de todo eso que está ahí, en referencia al cuadro político del cual él forma parte desde hace mucho.

En esos 13 días de torbellino anunció que ya no existirá el Ministerio del Trabajo. No se sabe cómo serán atendidas varias de sus funciones, como la defensa de lo que restó de los derechos laborales y, especialmente, el combate al trabajo esclavo, que en su momento llegó a ser considerado referencia mundial.

En el Ministerio de Agricultura nombró a una oscura diputada que sólo atrajo alguna luz sobre su figura cuando asumió el combate a cualquier tipo de restricción a los agrotóxicos.

Para el superministerio de Economía eligió a un agente del mercado financiero que hizo fortuna especulando y que cada vez que abre la boca dispara, como mínimo, frases sorprendentes. La última, luego de prometer (fue desmentido por Bolsonaro) privatizarlo todo, fue para decir que pretende poner como socio del estatal Banco do Brasil al Bank of America.

Para completar, Bolsonaro entregó lo que será otro superministerio, el de Justicia y Seguridad, a Sergio Moro, el juez de primera instancia que –gracias al apoyo de los medios hegemónicos de comunicación que respaldaron lo que juristas consideran una secuencia de abusos y arbitrariedades– condenó al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva basado exclusivamente en lo que llamó convicciones, sin prueba alguna, y que ahora se transformará de juzgador en carcelero: Bolsonaro prometió que el principal dirigente político de Brasil irá a pudrirse en la cárcel. ¿Será Moro la figura indicada para la tarea?

Por si fuera poco, inquieta –y mucho– el trato dispensado al Congreso por los principales nombres que integrarán su gobierno. Por ejemplo, Paulo Guedes –que será el superministro de Economía– prometió apretujar a los parlamentarios para imponer anticipadamente, o sea, todavía en la actual legislatura, algunos de sus programas. Como respuesta, logró que fuesen aprobados proyectos que ya tramitaban en el Congreso y que producirán gastos extraordinarios para el futuro gobierno, agravando la ya muy grave situación fiscal del país.

Si a eso se suman las declaraciones polémicas de Bolsonaro y su grupo en el campo de las relaciones externas, lo que se verá es un cuadro de tensión, tumulto y confusión en estos 13 días estremecedores.

Todo eso provoca preocupación no sólo en los medios políticos, sino primordialmente en el principal campo apoyador de la elección del ultraderechista: el mercado financiero y el empresariado.

Pasados los 13 primeros días desde la victoria, hay una sola certeza: no se sabe qué esperar, excepto que en su gobierno el país vivirá tiempos de sorpresas y tensiones.