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Imposible, avanzar sin palabras
E

l sistema científico mexicano se encuentra literalmente atorado por tres razones principales: a) no crece, pues hasta ahora no se han creado nuevas instituciones de investigación ni se han ampliado las existentes; b) no hay planes de retiro razonablemente buenos para que los investigadores de edad avanzada se jubilen y sus lugares puedan ser ocupados por las nuevas generaciones, y c) no se abren nuevas plazas para que los jóvenes mexicanos recién graduados en el país o en el extranjero se incorporen a las instituciones nacionales. Escribí lo anterior hace cinco años (La Jornada 10/12/13). En un lustro las cosas han cambiado muy poco.

En este sexenio no surgieron instituciones nuevas, aunque se avanzó en infraestructura. Se crearon los laboratorios nacionales con equipamiento para ser compartidos por investigadores de diferentes instituciones y se ensayó la modalidad de consorcios, en los que varios centros públicos de investigación abordan problemas específicos, pero esto no significó la apertura de plazas. Salvo los esfuerzos particulares en algunas instituciones, no se avanzó prácticamente nada en crear condiciones para el retiro digno de investigadores, lo que no permite la liberación de plazas para el relevo generacional. Las nuevas contrataciones para absorber a los beneficiarios de las becas de posgrado son tema tabú en la mayoría –si no es que en todas– las instituciones. Los tres aspectos tienen como denominador común las plazas.

La plaza es un puesto de trabajo que da al investigador un salario y obliga a las instituciones a asignar recursos para las prestaciones de ley, como servicios médicos, periodos vacacionales y el retiro al cumplir cierta edad o años de servicio. Todos estos gastos forman parte de lo que se denomina pasivos. En nuestro país por el cambio en la pirámide poblacional (caracterizada por el envejecimiento) se incrementan los pasivos y se convierten en deuda de las instituciones, lo cual en algunos casos se ha tornado insostenible. De acuerdo con la Auditoría Superior de la Federación las 34 universidades públicas estatales que operan en el país tienen un déficit de 1.3 billones de pesos provocado por sus sistemas de pensiones y jubilaciones (El Universal 2/11/18). Por esta razón abrir nuevas plazas se ha convertido en misión casi imposible, pues la Secretaría de Hacienda es reacia a otorgarlas para evitar el incremento de los pasivos mencionados.

Este nudo ha creado injusticias, pues las instituciones no crecen y para realizar tareas indispensables recurren a otras figuras como los contratos eventuales o por honorarios, lo que crea dos categorías de personas: las que tienen prestaciones y las que carecen de ellas, aunque sobradamente las merezcan.

En este contexto, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) logró la proeza, consiguió primero 500 plazas para investigadores jóvenes, pero no para asignarlas a las instituciones de investigación, sino para que estuvieran adscritas a este consejo a través de un programa conocido como Cátedras Conacyt. Mediante convenios, los jóvenes catedráticos se distribuyen en instituciones acreditadas de educación e investigación. La semana pasada se dio la bienvenida a la quinta generación, con lo que ya suman mil 508 científicos que participan en 982 proyectos en más de 130 instituciones del país. A mí me pareció una estrategia muy ingeniosa, una forma indirecta pero efectiva para conseguir plazas para los jóvenes. Es inevitable preguntarse qué pasará con este programa en el futuro.

En octubre, durante un diálogo realizado en el Centro de Investigación en Ciencia Geoespacial, ante la pregunta de si se le dará continuidad a las cátedras, la futura directora de ese organismo, Elena Álvarez-Buylla, contestó que implica retos grandísimos. Desde el primer año en que se creó, este programa generó déficits en Conacyt que se han ido acumulando año con año. A la vez hizo compromisos con los jóvenes investigadores y los centros de investigación e instituciones de educación superior, estos últimos con criterios distintos a los de Conacyt. Agregó que los más de mil 500 catedráticos están en la nómina de la institución que tiene 200 trabajadores de base más los catedráticos. El presupuesto para esa nómina no es suficiente. Es un paquete importante de contradicciones, con resultados positivos y negativos que implicarán un análisis muy profundo y responsable. Pero pase lo que pase, aclaró, se evitará afectar los derechos de terceros. Así, salvo la última frase, no sabemos qué pasará con el programa.

Como quiera que sea, para el desarrollo de la ciencia mexicana se requieren plazas, y no pocas, pues sin ellas no es posible entender la creación de 100 nuevas universidades, ni el aumento de becas de posgrado (¿dónde trabajarán?), la repatriación de científicos, o la creación de instituciones en estados donde no existen, promesas que ya forman parte del programa de la cuarta transformación.