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Los puntos sobre las íes

Empresarios // Recuerdos (XC)

L

os ecos del triunfo…

Ruy da Camara, bien que lo escribió La diosa rubia del toreo, nunca perdió la diplomacia y jamás alteró su manera de ser. Su maestro, con su inseparable monóculo y un humeante cigarrillo, parecía ser todo un lord en un salón de Luis XVI.

“Durante los días dedicados a la organización –muy relativa por cierto, según sus propias palabras– del arreglo de las cuadrillas, los encargos de cajones para arreos y demás detalles para quien empieza una gira por los estados, Asunción empleó sus horas en la búsqueda de un apartamento. Por fin encontró uno a su gusto en la calle Luis Moya, donde nos instalamos, con dos teléfonos –entonces habían dos compañías– y nuestra gorda y simpatiquísima cocinera, secretaria, enfermera y amiga María, quien en aquellos primeros tiempos fue también nuestro banco. Su marido, Susano, era camarero del hotel.

“Tiene una manía –nos confió–, pero no es peligrosa; ¡le gusta empeñar lo ajeno!

“En efecto, no era peligrosa, porque cuando faltaba algo, la incomparable María sabía dónde encontrarlo. Otra costumbre del buen Susano era disfrazarse de cocinero, bombero o lo que fuera. Una vez nos recibió en el aeropuerto vestido de almirante, y así nos ayudó con las maletas, a pesar de las protestas de los mozos.

“‘Hay que darle categoría a la señorita Conchita’, decía encantado.

“Una vez empezada nuestra vida de gitanos errantes, se pasaban los meses sin que fuéramos a casa; mas, cuando llegábamos cansados y hambrientos, era como entrar en el Paraíso. María nos preparaba un baño caliente y un petisco sabroso, y mientras gozábamos de la comodidad de nuestro apartamento, se llevaba las maletas para cepillar la ropa cuidadosamente antes de guardarla.

“‘A lo mejor, los señores traen chinches’ –decía ella, con alguna razón.

“Estando en casa nos encantaba la visita de los amigos y aficionados que solían entrar para charlar un rato. Aparecían al caer la tarde, pero sobre todo, eran encantadoras las noches en que a las frecuentes visitas de los doctores Rivero Amieva y Saldaña de la Mota se unía la descuidada figura del crítico taurino Don Dificultades, hombre cuya muerte me llenó de tristeza. Tenía una personalidad tremenda, era muy culto y conversaba divinamente. La finura de sus sentimientos estaba velada para casi todos los que lo conocían, por su fino manto de sarcasmo. ¿Por qué sería? Nunca lo supimos, pero algo me dice que aquel hombre nació para grandes ideales que nunca logró cuajar. Era pobre e inteligentísimo, apreciaba todo lo bueno y no tenía dinero sino para lo mediocre. En fin, una tragedia más en el mundo taurino. Don Dificultades vivía de la fiesta. Su escritorio era un cuartito minúsculo, forrado de retratos taurinos y localizado en medio de unas escaleras traseras. Allí, en un banco de madera y frente a la mesa patriarcal de Don Difi se sentaban todos los desconocidos o fracasados de la torería, cual condenados frente a un juez. Las figuras temían su lengua y su pluma, pero no lo visitaban. En otro cuartito muy pobre, al final de unos vulgares peldaños de cemento, vivía la anciana señora Gabriela, una mujer inteligente, madre de Don Dificultades, su único hijo. Éste, de agreste aspecto, barba de dos días y puro medio mascado –que a pesar de todo no conseguía ocultar un distinguido perfil–, este hombre, como decía, los domingos se desaparecía de todo ambiente taurino.

“Un domingo se disculpó sencillamente cuando le telefoneamos para que fuera con nosotros a Toluca –‘soy como la Guardia Civil Española… voy siempre con pareja’.

“Su pareja inseparable era la señora Gabriela, y ambos nos acompañaron a los toros.

“Querido amigo Don Difi, ¡que Dios le conceda en el cielo el descanso que desconoció en la tierra!

***

“En las tertulias de casa, que recordaban en algo el ambiente de la tribuna del picadero, tuvimos ocasión de conocer a una persona admirable: el señor De la Peza, un hombre frágil, de aire tímido y voz suave. Aparentaba tristeza y su indumentaria no denotaba una gran fortuna. Lo había visto por vez primera en el hotel, antes de la corrida de reaparición en El Toreo….

(Continuará)

(AAB)