20 de octubre de 2018     Número 133

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

La revolución silenciosa de la ANEC

Cambiando el paradigma

El sistema ACCI-MICI se extiende eficazmente por el país y ya llegó a Sinaloa, donde algunos productores, cansados de destinar hasta 30% de sus costos a agroquímicos y de ver cómo la tierra se erosiona, han comenzado a implementarlo.

Es el caso de Miguel Gástelum, productor de Culiacán, de frijol, maíz y garbanzo, quien desde hace dos años dejó de utilizar glifosato, atrazina y otros insumos químicos de los que antes dependía.

“El año pasado tenía un terreno que no me daba nada, me iba mal, mal, y empecé a utilizar la microbiología. Empecé a cosechar ese terreno difícil, que se compactaba mucho, retenía el agua, la planta se daba pequeña. Acabo de cosechar un maíz muy bonito. En otro que sí me daba, pasé de las 7 toneladas a 13 y media de maíz por hectárea. Estoy sorprendido, voy a seguir con esto, a todos mis terrenos los voy a seguir. Por lo pronto, he reducido un 15% en precios de fertilización, este año le bajé al fertilizante. Ya como vaya pasando el tiempo se verá qué tanto lo puede bajar. Los cultivos quedan mejor, se ve el cambio, un desarrollo más bonito, verde, grande, engruesa el tallo, crecen las raíces, se ve mucho mejor la planta”.

De la experiencia de conversión en Sinaloa, Eligio Noriega Gaxiola, asesor en la producción de maíces, frijoles, garbanzos y hortalizas, tomates y chiles, comenta: “Estamos manejando agricultura de conocimientos, manejamos 3500 hectáreas, las parcelas son de entre 8 y 10 hectáreas. Antes teníamos una producción por hectárea de maíz de 11 toneladas. Actualmente tenemos producciones de 15, 16 toneladas hasta 18 con la tecnología del ACCI-MICI. Para este ciclo tengo una meta de 20 toneladas con los productores. Aquí en el valle de Culiacán y en todo Sinaloa, el uso excesivo de amoníaco ha deteriorado el suelo, la microbiología se ha acabado. Parte del programa consiste en enriquecer los suelos de materia orgánica, es decir aumentar la fauna benéfica del suelo que había desaparecido. Se llama agricultura de conocimientos porque tenemos que tomar en cuanta todo, desde la rotación de cultivos hasta los ciclos de la luna, para aplicar el riego, para fertilizar. Ya no queremos que nos llegue un Monsanto o un Syngenta a decirnos que este insecticida es lo máximo. Con dos años de aplicar este programa hemos concluido que el rendimiento en un cultivo no lo da el fertilizante, sino una serie de prácticas, un programa de manejo. Llevamos dos años y calculamos que para el cuarto año vamos a reducir los costos de producción a un 50%” y además tenemos una agricultura más sana”.

Cecilia Navarro


Al rescate de la producción campesina FOTO: Enrique Pérez S. / Anec

Cuando surgió, allá por 1995, la principal preocupación de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC) era hacer frente a la competencia desleal que la firma del TLCAN representaba para los pequeños y medianos productores mexicanos de maíz y frijol por la entrada de granos altamente subsidiados procedentes de Estados Unidos.

Desde entonces, la ANEC ha denunciado el desmantelamiento del sistema agroalimentario mexicano, la entrada de maíz transgénico al país y la decidida preferencia del gobierno mexicano por los grandes productores y ha luchado por abrir espacios para la comercialización de los productos provenientes de la agricultura campesina.

La preocupación por el tema de la producción, sus costos y sus impactos ambientales llega a ANEC aproximadamente en 2008, cuando abre su Programa de Desarrollo Productivo Sustentable, pues para la organización se hace evidente que es necesario buscar opciones que “reduzcan los costos, incrementen la productividad y los ingresos de los agremiados y que a la vez sean amigables con el medio ambiente y cuiden los recursos naturales para las generaciones venideras” (1).

En el año 2013, la ANEC comienza a implementar un modelo alternativo de producción, al que llama la Agricultura Campesina de Conocimientos Integrados (ACCI) combinado con Manejo Integrado de Cultivos Inducidos (MICI), con el que se busca mejorar los rendimientos, reducir los costos de producción y dar a las familias alternativas para dignificar su labor en el campo.

Para la ANEC y sus agremiados ya a estas alturas es evidente que el paquete tecnológico convencional a la larga es la peor alternativa. No sólo es muy costoso y para cada siembra hay que invertir más, sino que, además, va deteriorando el suelo, contaminando el agua, enfermando a los productores y contaminando los alimentos. “La revolución verde llegó a su límite”, dice la ANEC en 22 años abriendo brecha.

“La revolución verde está hecha para matar. Lo que necesitamos es un plan de inocuidad alimentaria para nuestro país, que la producción de alimentos no tenga efectos en la salud ni en el medio ambiente”, dice Juan José Valdespino, ingeniero agrónomo, especialista en agroecosistemas y uno de los impulsores del modelo ACCI-MICI de la ANEC.

Este modelo propone “rescatar la producción campesina, recuperar el buen manejo del suelo y, sobre todo, reconocer y respetar la diversidad y complejidad de las condiciones agroecológicas y socioeconómicas” (2). Sus tres principios son:

  • Reconocer el potencial productivo del pequeño y mediano productor organizado.

  • Recuperar el cultivo del suelo, es decir, partir de que la agricultura que no conserva el suelo no es agricultura.

  • Promover la agricultora de conocimientos integrados en sistemas complejos.

La idea de este modelo es que el suelo está vivo y las plantas pueden generar sus propios mecanismos de resistencia. Para ponerlo en marcha es importante conocer los procesos de crecimiento de las plantas y su interacción con el ambiente. Con este conocimiento, se recurre a diversas herramientas (extractos vegetales, aminoácidos, fitohormonas), a fin de fortalecer la resistencia de los cultivos a eventos climáticos, plagas y enfermedades.

Cada productor decide a qué ritmo incorporar esta propuesta en sus tierras.

Entre los pasos que incluye la adopción del ACCI-MICI están: análisis continuo del suelo, el agua y los tejidos; cultivo del suelo, prácticas culturales, nutrición vegetal, resistencia vegetal a eventos imprevistos, introducción de desarrollo productivo y vegetativo, conocimiento y uso de la información climática a nivel local, conocimiento y mejoramiento de semillas y producción local de bioinsumos y conocimientos.

Otro factor importante es que los productores estén organizados, que sus líderes estén convencidos de impulsar la transición, que cuenten con técnicos capacitados y tengan capacidad para producir los bioinsumos que se utilizan.

Hoy, a 5 años que comenzó esta transición con las organizaciones afiliadas a ANEC, por lo menos 25 mil hectáreas, de 10 estados, de 3,500 productores organizados y que forman parte de la ANEC están produciendo con ACCI-MICI. Entre las entidades participantes están: Nayarit, Jalisco, Guanajuato, Michoacán, Morelos, Guerrero, Puebla, Chiapas, San Luis Potosí y Chihuahua.

Adicionalmente, hay organizaciones no afiliadas a la ANEC, como la Asociación nacional de fondos de aseguramiento, que ya también están adoptando este modelo en otras entidades, entre ellas Sinaloa, llamada el granero de México, y suman otras 25 mil hectáreas, explica José Atahualpa Estrada, del Programa de Desarrollo Sustentable de la ANEC.

Los resultados de esta conversión son muy claros: se trata del regreso a la producción agroecológica, la eliminación paulatina del paquete tecnológico convencional, la restauración de los suelos, la reducción de costos y las afectaciones de los siniestros naturales sobre los cultivos, el aumento de la producción.

Y van por más.

Notas

1. Cobo Rosario, Paz Lorena y Bartra Armando, “22 años abriendo brecha. Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC). Por una modernización del campo con campesinas y campesinos”, México, 2017, ANEC, pp. 114.

2. Ibidem, pp. 117-118.

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