Cultura
Ver día anteriorMartes 9 de octubre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
Música y poesía protagonizan el funeral de Montserrat Caballé

Ceremonia íntima y familiar en el cementerio de Sant Andreu

Foto
▲ Montserrat Caballé, captada durante un concierto en Dresden, Alemania, el 13 de julio de 1996.Foto Ap
Foto
Montserrat, sobrina de Caballé, saluda a los medios, antes del funeral de la famosa soprano, quien falleció el pasado sábado a los 85 años.Foto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 9 de octubre de 2018, p. 4

Madrid. Con música y poesía se despidió a una de las sopranos más grandes de la historia de la ópera, Montserrat Caballé.

Primero en un funeral público en el tanatorio y después en el cementerio de Sant Andreu de Barcelona, en una ceremonia íntima y familiar.

Así se despidió a la niña de la posguerra de miseria y hambre que venció a la pobreza con su torrente de voz, pero también con sus invaluables dotes interpretativas, con su compromiso por la belleza, su anhelo de encontrar en la música la perfección y la justicia.

Una de las voces exquisitas y embriagadoras del siglo XX

Montserrat Caballé, prima donna del bel canto, considerada junto a Maria Callas y Joan Sutherland las voces más exquisitas, complejas y embriagadoras del siglo XX, murió en la madrugada del sábado, en un hospital de Barcelona, su ciudad natal, donde permaneció internada el último mes de su vida.

La muerte de la soprano cimbró al mundo de la ópera en España, Europa y el resto del mundo. Era la partida de la última diva.

Eso explica el caudal de mensajes de duelo, las palabras sentidas por su muerte, así como la presencia masiva de admiradores anónimos que crecieron escuchando sus interpretaciones de Bellini, Verdi o Haendel, y de autoridades públicas y personajes de la cultura y el arte que acudieron a Barcelona para rendir un último y sonoro aplauso a la soprano.

La trayectoria de Caballé –de niña pobre e hija de la guerra a una promesa de la música gracias a los sacrificios de su familia para llevarla al conservatorio– y su sencillez y compromiso hasta los últimos días de su vida la convirtieron en una persona querida, además de admirada.

Por deseo expreso, su funeral no fue en un recinto público ni con gran alharaca. Sencillamente fue velada donde fue trasladada del hospital después de morir, al tanatorio de Les Corts. Y ahí mismo, en una pequeña iglesia, se ofició la misa de despedida, que estuvo a cargo de un viejo amigo de la familia, el sacerdote Ángel, hombre querido y admirado por su labor humanitaria, por su compromiso con los problemas más graves y por ser una voz crítica dentro de la Iglesia.

A esa pequeña capilla fueron llegando numerosas autoridades españolas y catalanas para despedir a la diva, desde la reina emérita, Sofía, y el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, hasta el presidente catalán, Quim Torra; el ministro de Cultura, José Guirao, y representantes de los partidos políticos. Todas las sensibilidades políticas acudieron para despedirla, para escuchar cómo su propia voz emitida desde unas bocinas recordaba por qué es una de las más grandes de la historia. Entonces se escucharon las cuatro arias que ella eligió para decir adiós al mundo terrenal: el Ave María, de Schubert; Lascia ch’io Pianga, de Haendel; la conocida O Mio Babbino Caro, de la ópera Gianni Schichi, de Giacomo Puccini, y La Vergine degli Angeli, de La forza del destino, de Giuseppe Verdi.

Centenares rinden tributo a la soprano catalana

Se escuchó un largo aplauso, emocionado, sentido, de más de dos minutos, acompañado de gritos de ‘‘¡bravo!”, ‘‘¡bravísimo!”

Entre las personas que acudieron a despedirla se encontraban los tenores Jaume Aragall y Josep Bros, el barítono Joan Pons, el violagambista y director musical Jordi Savall, el director y compositor Antoni Ros Marb; el director del Teatro Real, Joan Matabosch; Salvador Alemany, presidente del Patronato de la Fundación del Gran Teatre del Liceu, y Josep Pons, titular de la Orquesta Sinfónica del Liceu, así como cantantes y artistas que viajaron de otros países, como el italiano Al Bano y la soprano lituana Nomeda Kazlaus.

Afuera del tanatorio había más de 600 personas que rindieron un último tributo a Caballé antes de que sus restos fueran trasladados al cementerio de Sant Andreu, donde yacen junto a los de sus padres.

Ahora las instituciones públicas se coordinarán para rendirle un doble homenaje a la diva: en el Liceo de Barcelona y el Teatro Real de Madrid, que probablemente se efectuará en noviembre.