Opinión
Ver día anteriorDomingo 30 de septiembre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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No sólo de Pan...

De recursos y creatividad

H

ace unos días, un pequeño grupo de comelones de ambos sexos discutíamos sobre la variedad de las cocinas que conocíamos. Siendo de distintas nacionalidades y regiones dentro de un mismo país, hacíamos evidentes nuestras preferencias o tal vez, debería escribir, prejuicios. El tema llegó a circunscribirse sobre la riqueza de platillos y sus variantes, habiendo quien aseguró que era la cocina mexicana la que tenía mayor número de guisos diferentes, y empezó por enumerar los moles del país, no faltando quienes ayudáramos a recordar los que aún no habían sido evocados. La tarde se hubiera llenado con el tema cocina mexicana, si no hubiésemos relativizado ésta al ponerle como espejo las cocinas de India, cuyos masala, mezclas de especias, yerbas y líquidos con que aderezan vegetales, cárnicos y peces o mariscos, son tantos como tradiciones familiares, comunales, regionales y de sus migrantes por el mundo, han transmitido, reproducido e innovado.

Pareció quedar asentado que nuestro mole y el masala de India son perfectamente equivalentes en variedad, pero, cuando abordamos las cocinas del tronco asiático no insular, donde los arroces no sólo tienen una variedad comparable a nuestros maíces, sino que sus formas de preparación abarcan un abanico de igual extensión, y además tienen regiones, sobre todo las tropicales, donde casi todo es comestible: desde búfalos de agua a roedores, serpientes a gusanos, aves y batracios, pescados, mariscos y crustáceos (en lo que ganan a México, pues los mexicanos dimos la espalda a los alimentos de nuestras costas), pasando por frutos innumerables y vegetales, tanto cosechados en parcelas de policultivo como helechos silvestres que compiten con nuestros quelites, concluimos que son dichas cocinas las más ricas y variadas.

La conversación giró hacia el determinismo ecológico (botánico y zoológico) sobre la variedad de platillos en una comunidad, explicación reduccionista que margina la infinita capacidad de creación original del ser humano, tomada en el sentido exacto de que no tiene ni tendrá fin aplicada sobre los recursos de los entornos humanos. Pero me objetaron. Entonces: si yo tuviera razón, ¿qué explica el hambre? Yo creo, y me dirijo al lector, que el hambre es un invento humano (como la guerra), un producto voluntario de la acción de los unos sobre los otros, un arma para el sometimiento del otro, la apropiación de lo ajeno, el exterminio en la competencia por el acceso a bienes.

Sólo que los motivos del hambre nunca dicen su nombre ni revelan su cara, porque los responsables y gananciosos acusan a la naturaleza (clima, catástrofes naturales) mientras siguen practicando sus políticas de hambre. ¡Ojo! Cuidado con los expertos internacionales que pretenden asesorar en la Cuarta República mexicana. Hay que contrabalancear sus opiniones con gente comprometida y de probada coherencia en su lucha contra el hambre.