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Los foros de consulta de la SEP
L

os foros de consulta son una vieja práctica política. Con De la Madrid sirvieron para construir un cuestionado Plan Nacional de Desarrollo, y para aliviar el clima de tensión social generado por las políticas de austeridad. Ahora la Secretaría de Educación Pública (SEP) de la nueva administración los plantea como mecanismo para crear una nueva propuesta de educación y para mostrar que se satisface una de las demandas centrales del movimiento magisterial: que se consulte a los maestros. La consulta por medio de estos foros, tiene, sin embargo, varios problemas.

1. Estos foros se basan en una concepción tergiversada de lo que significa los maestros. A pesar de que son uno de los sectores más organizados y conscientes se les trata como si fueran sólo un conjunto disperso y amorfo de individuos. Y con eso borran la historia de cerca de 100 años de organización, discusiones y resolutivos colectivos en los que el magisterio ha analizado su materia de trabajo y hecho propuestas para mejorarla.

2. El esquema individualizado de la consulta esconde la demanda original de los maestros, que sigue siendo la de mesas de trabajo. Nadie se opone a una recopilación abierta de opiniones, pero ese mecanismo no debe usarse para sustituir el indispensable encuentro y acuerdo permanente entre la representación de la autoridad federal, por un lado, y la local y nacional de los maestros, por otro. Una discusión a fondo no puede darse en la enorme fragmentación de participaciones de 10 minutos (o incluso, de sólo dos si el que habla es dirigente sindical).

3. Una consulta fragmentada y amorfa, donde la autoridad simplemente toma nota y se reserva durante semanas la presentación del proyecto educativo, dificulta sentar previamente bases comunes de entendimiento en asuntos delicados. Sobre todo cuando, como hoy, la evaluación de noviembre muestra que no se quiere salir del sótano de uno de los conflictos más álgidos y represivos en la historia de la educación.

4. Para evitar sorpresas y justificadas y airadas reacciones –como está por ocurrir con el nuevo aeropuerto capitalino y su consulta– lo que se requiere es un proceso de construcción abierto de acuerdos claros y sólidos.

5. El formato actual de consulta tampoco reconoce que los maestros, padres de familia, la ciudadanía en general y estudiantes son sectores cada uno con una visión distinta y legítima sobre la educación. No se les puede entonces artificialmente meter en un sólo costal, mezclarlos o, incluso, contraponerlos unos a otros. Tampoco, incluir selectivamente algunas aportaciones de cada sector para dar la apariencia de apertura. Con esto no sólo se toma el pelo a los participantes, sino que deja la propuesta gubernamental sin la esperada fuerza representativa.

6. Por lo anterior, no se debe dejar fuera del alcance de los maestros, padres de familia, comunidades y estudiantes la determinación de quién, con qué criterios y cómo exactamente va a hacer la sistematización. Porque hay el peligro de que se seleccionen y se destaquen, sobre todo, las intervenciones que coinciden con el esbozo o idea preconcebida de lo que se quiere sea el resultado.

7. La inclusión de los estudiantes, no sólo es un ejercicio de temprana ciudadanía que asume la realidad circundante; es una manera de recoger uno de los principios fundamentales de una democracia: que quienes van a ser el objeto de la acción educativa gubernamental puedan decir su palabra, en sus términos y a partir de su propia visión. Experiencias como el Congreso de Estudiantes de Educación Básica en Morelos en 2009 (Una ponencia: La educación que queremos los estudiantes, 2013) muestran que esto es perfectamente posible y de valor incalculable.

8. No hay que olvidar que las grandes movilizaciones sociales no sólo generan resistencia, también intensos y transformadores procesos de conocimiento. En los años de Fox, Calderón y, claro, Peña Nieto, los maestros pusieron en evidencia las nocivas implicaciones educativas de la búsqueda de la calidad, pero también generaron una fuerte corriente de análisis y propuestas alternativas. A Meyer y Maldonado (2004), por ejemplo, les tomó 647 páginas enumerar las experiencias innovadoras sólo en Oaxaca, pero florecimientos semejantes ocurren en otras entidades y, lo más importante, es un proceso que está pasando del nivel local al nacional. Recientemente, en 2016-2017, desde escuelas, regiones y estados, una serie de eventos públicos de análisis generaron un documento central: Bases para una Propuesta de Educación Alternativa en México.

Mal haría la SEP en utilizar los foros para dejar a un lado y no retomar como contribución fundamental lo que histórica y regionalmente han hecho por la educación los maestros. No hay reforma ni verdadera transformación de la educación si maestros y estudiantes no la asumen como propia y como una ruta de desarrollo y emancipación.

Jornaleros: gracias por largos 34 años.

*Profesor-investigador UAM Xochimilco