Opinión
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Ciudad perdida

La ventaja de ser mayoría // El riesgo de actuar como oposición // El poder como negocio

U

na de las críticas que se han levantado en contra de los nuevos gobiernos, tanto del país como de la ciudad, es que aunque han ganado las elecciones con márgenes más que suficientes para asegurar legitimidad, elemento perdido en el quehacer político, se comportan como oposición.

De eso también los acusan, pero como la mayoría de los ataques que se orquestan desde la derecha sus fundamentos son débiles, discursivos, sin fondo, siempre acarrean una trampa, y esta vez no hay excepción.

El se comportan como oposición tiende a hacer suponer que los nuevos gobiernos olviden la crítica, que dejen de rascar donde no deben y que dejen en el archivo muerto las demandas de justicia que se exigieron durante las campañas, y que en muchos casos son promesas que exigen cumplimiento.

De cualquier forma, parece que la idea y su intención no serán escuchadas en estos nuevos mandatos, que seguramente habrán de transitar por el camino de la crítica continua, tal vez porque no saben hacer otra cosa, pero tal vez porque han encontrado en esa forma –la crítica– una herramienta de superación que deben usar para salvar muchos de los escollos que les hereda el neoliberalismo.

Y es que bien entendido, eso de ser oposición también abre camino a la autocrítica, o es el fundamento vital. Ponerse en manos de la autocomplacencia o seguir los caminos de la sordera política, que es lo que aparentemente pretenden quienes recomiendan abandonar los argumentos y las formas de la oposición, invitan al aislamiento y las consecuencias son esos entendimientos cupulares que apartan a la autoridad del conflicto que viven las mayorías.

Ese camino, el de dejarse llevar por las formas de control que proponen los intereses económicos, ya fracasó y por tanto ha probado que no sólo no sirven como eje de gobierno, sino que se vuelven en contra de los partidos, y primero los confunden y luego los destruyen. Ningún mejor ejemplo que el PRD o el PRI, aunque este último aún cuenta con algunos remanentes del poder que tratará de utilizar para su reciclaje.

No hay mayor garantía de que el mal haya sido extirpado, a fin de cuentas el poder se entiende ahora no como la forma de hacer por y para las mayorías, sino como un negocio de corto tiempo que debe ser aprovechado con especial ambición. Es muy probable que en eso, en impedir que las formas se repitan, esté el golpe de timón que exige el país. Ya veremos.

De pasadita

En uno de los desayunaderos del momento, donde lo único que falta en la carta es la lista de asistencia del día para saber quién se comerá a quién, se ha visto con frecuencia inusual, tal vez porque el momento político no parece el adecuado, a dos personajes panistas que tal vez perdieron el camino, pero la querencia nunca.

Se trata de la ex candidata a la Presidencia de la República por los azules, Josefina Vázquez Mota, y el flamante director del Instituto Mexicano del Seguro Social, pronto a entrar en funciones por Morena, Germán Martínez.

El tan panista sospechosismo indica que la plática entre la señora Vázquez y el señor Martínez no tendría sentido si no se trata algo del PAN. Y eso porque creemos que a ninguno de los dos les interesa Morena como entidad política, ni el gobierno entrante como la posibilidad de cumplir con sus proyectos políticos.

Y una última, después del encontronazo en Monterrey entre aficionados de un equipo que se llama Rayados y otro Tigres, parecía que el mismo boletín era leído por noticieros en radio y televisión. El argumento en todas partes era: el futbol no tiene la culpa, y es muy probable que esto sea cierto porque los verdaderos culpables son aquellos que entre gritos y sentencias han creado un ambiente de enfrentamiento tal en el futbol que ya suscitó el choque sangriento del domingo pasado. Nada más.