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Lidian con extrema pobreza, migración y la violencia desatada por el narcotráfico

En mi comunidad ya casi no hay hombres porque se van a EU, dice artesana de Hueyapan, Puebla

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▲ Creaciones de artesanos indígenas, elaboradas con palma y otros materiales, en el encuentro del Zócalo.Foto Guillermo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Martes 28 de agosto de 2018, p. 5

Condiciones de extrema pobreza en sus comunidades, emigración y crecimiento del narcotráfico, así como la violencia desatada por éste, son los principales problemas con los que deben lidiar, sostienen artesanos indígenas consultados por La Jornada.

‘‘En mi comunidad hay de todo, no sólo artesanos. Tenemos un grave problema, pues debido a que muchas personas salen para irse a Estados Unidos, ya casi no hay hombres. También está el problema del narco; comienza a haber violencia, aunque no se meten con nosotros”, cuenta Norberta Jerónima, del municipio de Hueyapan, ubicado en el norte del estado de Puebla.

Dedicada al tejido y bordado de prendas, entre ellas los quexquémitl, ropa femenina de origen prehispánico que cubre la parte superior del cuerpo, esta mujer de 40 años heredó ese conocimiento de su abuela y su madre.

‘‘En mi familia todos somos artesanos. Es un oficio difícil, porque el bordado lo tenemos que hacer con pedacitos de hilo y nos pagan muy poquito. Las personas no valoran nuestro trabajo. Lo que hacemos tiene significados muy antiguos, como lo de las flores, que son la vida y la hermosura”, explica.

Otro escollo son los revendedores, además de que en el mercado se pueden conseguir prendas que imitan a las artesanías, procedentes de otros países, aunque hechas a máquina con materiales de mala calidad y vendidas a precios muy bajos. ‘‘Las mías cuestan de 800 a mil pesos, las más caras, y a cada una le dedico un mes de trabajo”, añade Norberta Jerónima.

En la Ciudad de México, 21 años de ‘‘medio vivir’’

Procedente de una comunidad triqui de la Mixteca baja, en el estado de Oaxaca, Josefina Ramírez Rosario debió emigrar porque en su casa ya no había para comer tras la muerte de su padre.

Así, hace 21 años llegó a la Ciudad de México y ha podido ‘‘medio vivir” con lo que gana con las prendas que borda y teje, oficio que aprendió de su abuela materna.

‘‘En mi comunidad, casi no sale la gente, la mayoría de los hombres trabaja el campo; pero hay otras comunidades donde sí se van a buscar trabajo a otros lados. Lo que hago es muy cansado y me lleva mucho tiempo; la gente no quiere pagarlo. Me da mucha tristeza pensar que un día se acabe este quehacer, que ya nadie se interese en hacer estas ropas.”

Crear modelos únicos es una forma de arte

Algunos artesanos indígenas se asumen como artistas; es el caso de Maripaz Hernández Soto, náhuatl de Tláhuac, en la Ciudad de México, quien crea diversos productos con piel de conejo.

‘‘Mis modelos los saco de la imaginación. Busco siempre innovar dependiendo de la moda, además de crear diseños nuevos”, explica.

‘‘Lo que hago es artesanía, pero también arte, porque es un producto que se hace con las manos y ninguna pieza es igual, además de que inventar un modelo nuevo es una forma del arte.”

Esa manera de pensar también la expresa el zapoteco Antonio Bautista, cuyos tejidos en telar de pedales lo han llevado a varias partes del mundo.

‘‘Estoy convencido de que lo que hago es arte, porque diseño varias cosas y son piezas únicas”, sostiene.

Originario de Teotitlán del Valle, Oaxaca, el artífice destaca que en su comunidad hay muchos artesanos y que, por fortuna, la migración y la violencia son todavía fenómenos poco recurrentes.

Una de sus principales temores es que la falta de interés en las nuevas generaciones por aprender trabajos como el suyo, propicie la desaparición de ese conocimiento ancestral.

‘‘Me preocupa mucho que este arte pueda desaparecer porque a los jóvenes de ahora no les llama la atención.

‘‘Ahora reinan la tecnología, el teléfono celular, la computadora; es lo que los jóvenes quieren aprender en la actualidad. De esto que hago yo, son ya muy pocos.”