Opinión
Ver día anteriorSábado 11 de agosto de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La pacificación en el centro
¿C

ómo administrar las expectativas de los mexicanos respecto al gobierno de Andrés Manuel López Obrador? Las encuestas recientes de Mitofsky, así como la del Gabinete de Comunicación Estratégica y el índice de confianza del consumidor de julio del Instituto Nacional de Geografía y Estadística confirman ese amplio optimismo de la mayor parte de los mexicanos respecto de su futuro y el nuevo gobierno. Me gustaría encontrar en el siguiente reporte de Latinobarómetro un aumento correspondiente en la apreciación de los mexicanos a la democracia.

Los gestos: como sabemos, mucho en política son gestos. En este momento está claro que todo lo que busque disminuir o acotar los privilegios de las clases dirigentes serán ampliamente aprobado. En la misma dirección abona una forma de comportamiento austera, republicana, de los nuevos funcionarios, como ha dado ejemplo López Obrador. Quizás el mayor simbolismo está en el reconocimiento de la ciudadanía como seres humanos concretos que deben ser atendidos por quienes son finalmente sus representantes.

Los efectos: los gestos simbólicos tienen siempre efectos. Por ello, ver a funcionarios públicos preocupados por los ciudadanos y sus problemas volvería a visibilizar a quienes desde siempre debieron estar en el centro del quehacer público: los propios ciudadanos.

El Estado de la sociedad: en los recientes sexenios no sólo hemos tenido un Estado ausente frente a los ciudadanos, sino capturado por un pequeño conjunto de poderes fácticos. El estancamiento económico, las dificultades para procesar acuerdos, el desmoronamiento del centro político y el fortalecimiento de poderes paralelos al poder del Estado bloquearon la transición democrática y generaron una forma de régimen especial: el Estado de los poderes fácticos. Se debe buscar por tanto restablecer el poder del Estado limitando y restringiendo a los poderes fácticos. Se trata de la reconstrucción del Estado.

La ardua tarea: en un país muy centralista y concentrador de riquezas, iniciativas y capacidades, es difícil desplegar una auténtica visión territorial que exige descentralización de competencias y de capacidades, devolución de poderes y participación democrática de los distintos actores. Pero es indispensable hacerlo ahora. El traslado de las dependencias gubernamentales a otra entidades –proceso que de emprenderse llevaría más de un sexenio– puede tener méritos si forma parte de una estrategia de desarrollo regional claramente concebida. La reducción de privilegios, sueldos incluidos, no puede pasar por alto el papel crucial de una burocracia comprometida con la eficiencia y las transformaciones. Establecer un servicio civil de carrera en toda la administración pública abonaría más que nada a la transformación de ese vital engranaje.

Las víctimas en el centro: correcto. Por ello, antes que discutir las dimensiones del perdón o de la amnistía se requiere un fuerte proceso de atención a las víctimas en dos dimensiones cruciales: emprender un decidido esfuerzo para dar con el destino de los desaparecidos y la debida justicia al calvario y a la pérdida sufrida. La reforma del sistema de justicia es piedra angular. Pero el punto de partida es concebir la política de seguridad no bajo una lógica de guerra, sino con transparencia y rendición de cuentas, partiendo de que se está frente a ciudadanos con derechos, como planteó Catalina Pérez Correa en su artículo del 7 de agosto en El Universal.

Efemérides: el 1º de agosto de 1968 el rector Javier Barros Sierra, con gesto digno y profundamente democrático, apoyó y legitimó un movimiento estudiantil que daba sus primeros pasos contra la represión gubernamental. En las manifestaciones posteriores del 13 y 27 de agosto se expresó esa enorme coalición de ciudadanos libres que alentó el gesto del rector de la UNAM. Viendo la situación internacional hoy no puedo menos que solidarizarme con los estudiantes nicaragüenses que luchan por causas semejantes.

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