Opinión
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Ciudad perdida

Entrega de la constancia a AMLO // Legitimidad incuestionable

E

l Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, recibió ayer la constancia de que obtuvo el mayor número de votos en la elección pasada y eso le da la legitimidad que ahora consta en la certificación que le fue entregada.

No siempre ha sido así. Habrá que recordar que en los comicios anteriores, cuando menos en dos, la legitimidad de quien recibió el papelito fue severamente cuestionada, y quienes lo recibieron jamás lograron convencer de que el voto ciudadano les había conferido la autoridad moral y política para trazar los mejores rumbos para el país.

Tal vez fue eso, quizá el motivo, la legitimidad que da el voto limpio, la voluntad popular no traicionada –que no pudieron acreditar a satisfacción de todos los actores anteriores en el acto del tribunal electoral–, lo que dio al traste con México, y el resultado no parece satisfactorio en casi ningún sentido.

Y sin embargo, en ninguno de los casos anteriores se podía percibir el tamaño del compromiso, la responsabilidad histórica de sacar al país del hoyo de la violencia, de la pobreza, de la corrupción, como ahora, porque en las calles, en todas partes se sabía que esos gobiernos serían los servidores de una clase hegemónica, la que sí voto por ellos, la que hizo de todo para que la voluntad popular se tergiversara, la que como fuera ganó.

Hoy, una voluntad popular aplastante que exige que todo cambie, que también le exige a su gobierno no repetir las historias del fracaso, requiere la tranquilidad que le da la seguridad de que un político como López Obrador, sabrá interpretar sus necesidades, y sabe construir los horizontes que le darán bienestar.

No es fácil certificar en este país que hubo elecciones limpias, que por ley hay un presidente legítimo y que el voto triunfó sobre todas las perversiones que se han inventado para menoscabarlo, para disfrazarlo, para prostituirlo. Ya convertido en uso y costumbre, la decisión de los jueces electorales podía traicionar la razón sin consecuencias, pero esta vez el país está parado al borde del abismo y no serían esos jueces quienes le propinaran el último empujón.

Ayer el país tomó un poco del oxígeno que le hace falta para seguir adelante y la primera señal de que la respiración se normaliza, está en quienes acompañan al Presidente electo en su paso por las calles, con su presencia en los actos políticos o de cualquier tipo a los que asiste López Obrador, en ese respaldo del que ya nos habíamos olvidado.

Por eso resulta tan importante que López Obrador sea muy cuidadoso en cada uno de sus pasos, que mire bien a quienes le van a acompañar; que recuerde, por ejemplo, quién es y de dónde salió un tipo tan oscuro como Alfonso Durazo, que seguramente nada tiene qué ver con la forma de pensar del Presidente electo, pero que se ha colado allí desde los sótanos del neoliberalismo.

La gente, en fin, parece exigir gobierno y esa es la responsabilidad ineludible: restar al mercado un tanto del poder que se le obsequió desde el poder. Esa es la ruta que se marcó en las urnas.

De pasadita

Ahora vamos a ver que en algunas alcaldías de la Ciudad de México se instalarán más que oficinas de gobierno pistas de circo donde el alcalde que nada entiende, que siempre ha sido sombra, aprovechará para hacer reir a quienes serán sus gobernados.

Baste con saber que para dar gracias a los vecinos por su voto, el alcalde electo de Cuauhtémoc, Néstor Nuñez, se montó en una bicicleta para pasar por las colonias donde el voto en favor del candidato a la Presidencia de la República lo hizo convertirse en alcalde. Lo que no le han dicho es que muy poca gente en la hasta hoy delegación sabe quién es la sombra de Ricardo Monreal.