Opinión
Ver día anteriorLunes 30 de julio de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Aprender A Morir

Impreparaciones mutuas

S

on numerosos los aspectos que se deben atender y los huecos que urge empezar a cubrir en materia de muerte digna y de su soporte legal, el documento de voluntad anticipada, en una sociedad como la nuestra, poco habituada a la reflexión de sus realidades y a la identificación de los obstáculos que frenan su desarrollo y su calidad de vida y de muerte, no sólo como espectadores de masacres y de violencia cotidiana real y televisiva, sino como constructores de una existencia menos ajena o menos a merced de intereses extrapersonales.

La euforia tecnológica, obsesionada con las utilidades, no quiso medir las consecuencias de su aplicación indiscriminada en medicina, por lo que la mera prolongación de la vida no se corresponde con el aprovechamiento socioeconómico y cultural de la vejez. El sistema no da para tanto. Si a ello aunamos la deficiente o nula preparación de la mayoría de los médicos y estudiantes de medicina en materia tanatológica, el escenario se complica aún más. Ni familia ni universidad han sabido desechar tabús y objeciones de conciencia, por lo que la muerte natural de las personas sigue siendo la falsa enemiga a vencer en el ámbito familiar y de la industria de la salud.

Así, la impreparación del personal médico para enfrentar, con madurez y buen criterio, la terminación de la vida, se ve refor-zada por la impreparación de pacientes y familiares, las más de las veces empeñados no en salvar la propia existencia o la de un ser querido, sino en prolongar la agonía cuando ya no hay posibilidades de revertir su estado de salud. Empero, el mercantilismo que permea el sistema se empeña en alimentar esperanzas, imponer tratamientos, recetar medicinas o efectuar cirugías, a costa del paciente y de su familia. Morir en casa se volvió un lujo; morir en hospital, un infierno.

Concienciar el derecho a una muerte digna rebasa el ámbito académico y profesional porque incumbe a la sociedad y a sus instituciones, inmersas durante siglos en creencias y disyuntivas falsas, luego de haber confundido creer libremente con obedecer dócilmente. El gran reto que se presenta a la población mexicana toda es promover, a nivel familiar, institucional, académico y profesional, una revisión de actitudes ante la muerte y el morir de las personas, alejada ya de dogmas impuestos a partir de creencias obsoletas en torno a la naturaleza humana y su inalienable derecho a la libertad y a la dignidad, incluido, desde luego, su final.