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Penultimátum

Tener el enemigo en casa

E

n 2006 fue asesinado en Londres el ex espía ruso Alexander Litvinenko con una sustancia radioactiva: Polonio 10. Los servicios de inteligencia británicos tardaron 10 años en descubrir a los autores del crimen y dijeron que ‘‘probablemente” lo ordenó el presidente Putin. El motivo: impedir que siguiera revelando ‘‘asuntos delicados” de quien fue su jefe en la KGB y hoy dirige Rusia.

En marzo pasado también en Inglaterra intentaron asesinar a otro ex espía ruso, Sergei Srkipal, y a su hija Yulia, con un gas neurotóxico: Novichok. Estuvieron hospitalizados tres meses. Los ingleses acusaron al gobierno de ese país del atentado luego de que las imágenes de sus sistemas de vigilancia captaron a los agentes que vinieron de Moscú para matar al ex espía.

Skripal fue condenado en Moscú a 13 años de prisión por ‘‘alta traición” al descubrir que reveló al gobierno inglés las identidades de varios de sus compañeros. Por ese servicio recibió 100 mil dólares.

Hace tres semanas murió la ciudadana inglesa Dawn Sturgess en la ciudad de Amesbury. Su pareja está grave. Ambos tuvieron contacto con el gas Novichok. Las autoridades investigan ahora las circunstancias en que hubo tal contacto.

El gobierno ruso sostiene ser ajeno a lo que les ha pasado en Inglaterra a sus ex espías y a la señora Dawn y su pareja. Calificó las acusaciones en su contra de ‘‘absurdas” y que no influirían negativamente en la cumbre que sostendrían en Helsinki los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin. Y así fue: este último dominó la escena y recibió elogios sin cuento de su homólogo estadunidense.

Pero en cambio Trump recibe severas críticas en su país por el papel que tuvo en dicha cumbre. A ellas se suma la detención en Washington de María Butina, por conspirar contra el gobierno estadunidense. Ella es una fiel colaboradora de Alexander Torshin, político y banquero muy cercano a Putin y negocios en el vecino país.

Trump con el enemigo en casa.