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Medio siglo de mundiales

Y se acabó la fiesta: ¿viva la Francia?

Ganó el mejor equipo, y no el que jugó mejor; cosas de la vida

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▲ El portero francés Hugo Lloris se lamenta tras el error que permitió a Mario Mandzukic anotar el segundo gol de Croacia.Foto Afp
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▲ Miles de personas llenaron la avenida Campos Elíseos para festejar el triunfo de la selección francesa.Foto Ap
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▲ En la ciudad de Zagreb una multitud vivió con nervios, aplausos y orgullo el subcampeonato.Foto Ap
 
Periódico La Jornada
Lunes 16 de julio de 2018, p. 6

Río de Janeiro

D’accord, Francia tenía mejor equipo, pero Croacia tenía más garra. Ganó el mejor equipo, y no el que jugó mejor. Cosas de la vida.

En un país como el mío, tan avasallado en tiempos difíciles, el futbol sigue siendo religión, aunque los creyentes creen cada vez menos.

No hemos llegado siquiera a las semifinales, pero de alguna manera el Mundial permaneció en la imaginación de todos. Con menos entusiasmo, por cierto, una vez que los tiempos brasileños sirven para todo, menos para entusiasmos.

A estas alturas de mi larga vida, recuerdo Mundiales pasados. Del de 1954, cuando Uruguay ganó a Brasil en la final, parca memoria: yo tenía seis años. Hace como unos 20 supe que los diarios de Río ya habían imprimido miles y miles de ejemplares celebrando la victoria brasileña, considerada inevitable, y tuvieron que tirar toneladas de papel a la basura.

En 1958, celebré mis 10 años viviendo con mis padres en Europa y apenas me di cuenta de la consagración de Pelé y, principalmente, de un genio fulguroso llamado Garrincha. Luego vino lo que vino, y recuerdo con nitidez el de México, en 1970, el primero en ser visto en vivo y a colores.

Bueno, lo de colores en verdad es relativo. Era el estreno de las transmisiones y lo que se veía eran jugadores con hepatitis o ictericia, es decir, verdes o amarillos.

Pero como esos son los colores nacionales, ganamos con el que quizá haya sido el mejor seleccionado de la historia. Para los que me creen demasiado patriotero, recomiendo una ida a los archivos de imágenes, y que vean a Pelé, Gerson y Tostão luciendo un arte sublime.

Y de este Mundial, disputado en Rusia, ¿qué imágenes quedarán?

Estará, claro, el espléndido gol de Philippe Coutinho contra Suiza, considerado por la FIFA como el más hermoso entre los 122 apuntados en la primera fase del Mundial.

En aquel entonces todavía creíamos, aunque sin mucho entusiasmo, en el futbol de nuestros muchachos, pese a las caídas y a la sobreactuación de Neymar en la cancha.

A propósito de Neymar: aquí tenemos un raro caso de un jugador que sale de un Mundial menor de lo que entró. Lo mismo, o casi, por discreto, de lo que pasó con un maestro soberano llamado Messi.

Hubo otra imagen de brasileños que habrá de quedarse en mi memoria: el espléndido gol de Paulinho contra Serbia.

Paulinho fue el único descendiente de una etnia indígena en el equipo. Que los afrodescendientes sean eximios futboleros no hay de que hablar. Basta ver al equipo francés, que de francés tenía poquísimo.

Pues Paulinho hizo un gol que, en términos de la física, sería considerado oblicuo.

Aunque no lo sepa, lo que hizo fue una clase magistral de cinemática vectorial. Como hijo de físico, puedo imaginar a mi fallecido padre explicando, en términos de la física más elevada, cómo él trazó un problema de extrema dificultad y lo resolvió de manera brillante.

Son y serán muchas las imágenes de este Mundial –más bien de poca sal y de emoción apenas relativa– que quedarán en mi memoria.

Una, sin embargo, se sobrepondrá e irá a prevalecer sobre todas las otras: Giménez, el zaguero uruguayo, llorando en plena cancha, mientras terminaba el partido en que su equipo fue eliminado por la misma Francia que, al final, se consagró campeona.

Era el minuto 42 del segundo tiempo, y estaba más que claro que Uruguay no lograría revertir el dos a cero apuntado por los franceses. Los uruguayos jugaban con garra y esperanza frente a lo inevitable.

Giménez, valiente y talentoso en su segundo Mundial y a sus 23 jóvenes años, expuso su alma al mundo.

Vaya dignidad, vaya integridad.

Sí, sí, llevo más de medio siglo de Mundiales. Y esa imagen quedará para siempre entre las mejores que llevaré vida afuera.

Claro que están otras, las de Jairzinho, Pelé y Gerson en México 1970, o de Sócrates y Zico en el 1982 en España, y otras más.

Pero esas son imágenes de ganadores o casi.

De victorioso, aunque perdedor, queda la de Giménez y su llanto digno.