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México SA

Seis sexenios perdidos // México lindo y hundido

C

omo parte de la rutina propagandística de todo cierre sexenal, el inquilino de Los Pinos corta listones aquí y allá, inaugura obras por doquier, presume logros y avances inexistentes, y utiliza cualquier cantidad de pretextos para tapar faltantes, cubrir incumplimientos y minimizar reclamos.

En estas artes, Enrique Peña Nieto recién aseguró que un país no se construye en un solo sexenio o en un solo tiempo, sino con los logros alcanzados durante las diferentes administraciones; cada gobierno ha hecho su mayor dedicación, su mayor empeño en ir edificando una mejor nación.

Y remató con otra bonita frase: La construcción del México que queremos para la sociedad actual y para las futuras generaciones se edifica todos los días, con el trabajo y la dedicación de cada quién en su espacio de actuación, cualquiera que sea, pública o privada.

Pues bien, cierto es que un país no se construye en un solo sexenio, pero el comentario de Peña Nieto no viene al caso y peca de inocencia –por denominarla así–, porque no ha sido uno, sino seis gobiernos al hilo –(36 años de neoliberalismo), y el resultado concreto es que México ha ido de mal en peor.

El de EPN fue un sexenio más, con rigidez neoliberal y las consecuencias que la mayoría de los mexicanos conoce y padece, a la par de resultados extremadamente benéficos para la minoría rapaz ( Peje dixit antes de la luna de miel con la cúpula empresarial, que ahora pretende reacomodarse para que sus privilegios, lejos de alterarse, se incrementen), para la nueva oligarquía armada y generosamente alimentada con los bienes de la nación desde los tiempos de Carlos Salinas.

Cómo olvidar (octubre de 2016) una de las frases célebres de Peña Nieto: Ningún presidente del país se levanta por las mañanas pensando cómo joder a México, sino cómo hacer bien las cosas, por mucho que a la vuelta del tiempo los resultados documentan exactamente lo contrario.

Pero más allá del negro balance del sexenio peñanietista, ¿cuáles fueron los logros alcanzados durante las diferentes administraciones para ir edificando una mejor nación?

Para el contexto, cuando la tecnocracia llegó al poder (Miguel de la Madrid y sus Chicago boys, en diciembre de 1982), la población de México, en números cerrados, ascendía a 72 millones; 36 años después, el número se incrementó a 125 millones (2018), aumento de 74 por ciento en el periodo, o si se prefiere de 53 millones de personas, es decir, dos nuevas generaciones de mexicanos.

Entre otras gracias, con Miguel de la Madrid en Los Pinos, las constantes fueron crisis, devaluación, inflación y privatización, con el desplome del nivel de bienestar de la mayoría; Salinas aceleró privatizaciones y, con ello, restructuró a la oligarquía nacional (por primera vez aparece la minoría rapaz en Forbes); Zedillo, ilegalmente, utilizó recursos de la nación para rescatar bancos y carreteras (privatizados por sus antecesor), extranjerizó las instituciones financieras y privatizó los ferrocarriles (al mismo grupo que se benefició con las concesiones mineras); además del ridículo, Fox no hizo nada más que fortalecer a la minoría rapaz, al igual que Calderón, quien dejó un reguero de muertos por la geografía nacional.

Todo ello mientras el crecimiento económico del país no trascendía 2 por ciento anual (proporción similar a la registrada en la denominada década perdida, la de los años 80), se desplomaba el poder adquisitivo del salario, se precarizaba el empleo y, en fin, se hundía el nivel de bienestar de los mexicanos (en esos 36 años prácticamente su duplicó el número de pobres) y, por otro lado, despiadadamente se concentraban el ingreso y la riqueza.

Pues bien, si eso no es joder a México, entonces bienvenida la cuarta transformación.

Las rebanadas del pastel

Queda claro que Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, es un alumno destacado, pero del dictador Anastasio Somoza, no de César Augusto Sandino.

Twitter: @cafevega