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Astillero

Restauración del sistema // AMLO, superpoderoso // Votación popular crítica // Morenismo variopinto

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▲ El gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes, en su despacho la noche del primero de julio, al término de la jornada electoral.Foto Miguel Ángel Carmona
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l tamaño de la victoria de Andrés Manuel López Obrador en los planos federal, estatales y municipales concentra en unas pocas manos (dos, para ser exactos) una exagerada (tal vez impensada) fuerza política que facultará a ese presidente de la República de indudable capacidad de transformación (lo cual acrecienta la responsabilidad respecto de los resultados, pues no se podrá alegar que hubo frenos o insuficiencias institucionales), pero, al mismo tiempo, multiplicará los riesgos que entraña toda acumulación exagerada de poder en una sola persona, sobre todo en un sistema tan presidencialista como el mexicano.

La devastación del añoso follaje del árbol de las complicidades (que han dominado al país en el esquema anterior al López Obrador triunfante) está entronizando, al mismo tiempo, a una nueva clase política, la del morenismo variopinto (cargado ya de una densa lista de seguros gobernadores, senadores, diputados federales y locales y presidentes municipales), algunos de cuyos integrantes victoriosos pareciera que aún no asumen la dimensión del reto que han adquirido, merced a una generosa, desbordada e insólita votación que quiso poner punto final a un destartalado y corrupto régimen de partidos tradicionales (una condena aplastante a Enrique Peña Nieto, el PRI, el PAN y el PRD, más sus partidos satélites, y a los poderes fácticos siempre alineados a ese juego político de décadas), pero que, además –y aquí está el punto fino que deberán leer con cuidado los nuevos empoderados– es una concesión social y un mandato electoral que requiere prontas y precisas respuestas: no rollo ni justificaciones, no politiquería ni ensoñaciones. AMLO y Morena deben cumplir razonablemente con las promesas que los llevaron a adquirir la mayor cuota de poder que haya tenido político y partido alguno en México, en condiciones aceptables de competencia electoral.

Las demandas y las exigencias no son, por lo demás, desproporcionadas ni radicales, aunque en el contexto del desastre causado por Peña Nieto y el actual sistema de partidos su cumplimiento requiera de habilidad, contundencia y autenticidad. Dicho con claridad: el triunfo de AMLO es el triunfo del sistema. De un sistema urgido de mecanismos de corrección para no hundirse ni provocar un estallido social.

A fin de cuentas, por ello hay rápida aceptación de los resultados electorales por parte de las piezas fundamentales de ese sistema en riesgo: el presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova, que ofreció a los mexicanos una organización electoral sumamente deficitaria (muchas casillas no se instalaron a tiempo; muchos funcionarios electorales y representantes partidistas fueron sustituidos a última hora, habilitando como relevos a personas sin la debida capacitación); el ocupante de Los Pinos, Peña Nieto, que sin ningún pudor conectó su discurso al de Córdova para hablar, en emisión grabada, de los resultados y datos que el presidente del INE decía que apenas estaba dando a conocer en cadena nacional, y otros representantes de los poderes acechantes pero en retirada táctica: Vicente Fox, Felipe Calderón y líderes empresariales.

La llegada de una fórmula de restauración sistémica, con un López Obrador más cargado a la derecha que a la izquierda, en un centrismo de toques místicos, tiene entendimientos explícitos con la administración desfalleciente de Peña Nieto, a quien el tabasqueño agradeció su postura institucional (recurso retórico que va más allá del convencionalismo: la amnistía política como puente de plata al jefe de la máxima corrupción nacional) y, de manera sugerente, ha contado con el inmediato visto bueno de Donald Trump, cuya administración intervencionista, normalmente expresada a trompicones, jamás elaboró ni ejecutó ninguna estrategia de rechazo al tabasqueño. ¡Hasta mañana, mientras Los Pinos pelea Yucatán como único triunfo, tal estado como eventual residencia posterior de Peña Nieto!

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