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Elecciones 2018

Rebasado, el mensaje de Córdova

El triunfo de la real politik en el INE

Candidatos aceptaron su derrota y encuestas dieron la victoria a AMLO

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▲ Lorenzo Córdova, presidente del Instituto Nacional Electoral, y los consejeros Pamela San Martín y Ciro Murayama, durante la sesión del organismo.Foto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Lunes 2 de julio de 2018, p. 11

Estaba diseñado como el momento cumbre de la jornada. El mensaje que develaría el futuro de la República, pero el resultado abrumador lo rebasó. Para cuando el consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova, salió en cadena nacional para anunciar el resultado del conteo rápido, con todo el respaldo científico, la real politik se había impuesto: todos los adversarios habían reconocido el triunfo de Andrés Manuel López Obrador.

Para entonces no había encuesta que pusiera en duda la victoria, pero el INE no pudo alterar los tiempos previstos: los protocolos para conferir el aval científico al conteo rápido impidieron a Córdova ser el primero en proclamar el triunfo de López Obrador. Su mensaje sólo oficializó lo que para entonces era un hecho, que hasta el obstinado sector empresarial admitió previamente sólo con una diferencia: las proyecciones de la victoria de López Obrador superaban 53 por ciento, cifra por arriba de las ventajas conferidas en las encuestas.

Desde temprano comenzaron a configurarse los vaticinios que auguraban los sondeos. Con la suerte echada, apenas transcurría la mitad de la jornada –secreto a voces entre los consejeros– y se disiparon las tensiones en el Instituto Nacional Electoral. Nada como un triunfo opositor para legitimar el de-sempeño de la autoridad, máxima no escrita por contravenir el deber ser de la imparcialidad electoral.

Sin motivo de sobresaltos a la vista, sólo bastaba esperar el saldo final para finiquitar la elección: cuántos votantes llegaron a las urnas. Para el atardecer, ni las denuncias partidistas matutinas para condenar el proceso más violento en décadas, que derivaron en la demanda y realización de un minuto de silencio por los muertos en campaña, ni la agitación de frustrados votantes en las casillas especiales ensombrecían el panorama.

Entre los partidos, tirios y troyanos sabían ya quién había ganado la elección presidencial, con tal distancia que no había espacio para la objeción o para el recelo. Sólo faltaba esperar el transcurrir de la madrugada para conocer el futuro del Congreso, el balance definitivo, el recuento de daños para algunos o encontrar victorias distritales que matizaran la derrota.

Casi una hora antes del cierre de casillas, en la representación de Morena la fiesta parecía haber comenzado: su encuesta auguraba 20 puntos de distancia y un arrollador desempeño en las elecciones estatales, que les confirmarían cinco o seis gubernaturas. Y sólo dos focos rojos por la potencial secuela postelectoral: Puebla y Veracruz.

Un desbordado optimismo que sólo se contenía con la incertidumbre en la integración del Congreso y el destino de sus aliados, para quienes el balance de la victoria podría tener tintes pírricos si no logran alcanzar el porcentaje mínimo para la subsistencia partidista.

Mientras los partidos comenzaban a proyectar escenarios, los consejeros hacían cuentas sobre la participación ciudadana. Auguraban que la afluencia ciudadana podría rasguñar 70 por ciento de votantes, proporción sólo vista en el lejano y convulso 1994, cuando se logró 74 por ciento, rememora, Benito Nacif.

La última embestida del tricolor

Con el amanecer de la jornada, la representación priísta lanzaba la última embestida en su empeño por modificar en algo los augurios del desastre. Frustrada su pretensión de que antes de la elección se resolviera la investigación sobre las irregularidades detectadas en el fideicomiso de Morena para apoyo a los damnificados, acusó la priísta Mariana Benítez, quien culpó al presidente de la Comisión de Fiscalización, Ciro Murayama, de dilatar su resolución.

Sólo obtuvo vacío en respuesta.

A lo largo de la jornada únicamente la irritación de los frustrados votantes en casillas especiales concitó cuestionamientos. Cíclico reclamo en cada elección presidencial, en esta ocasión llegó la agitación a las puertas del INE: en medio de un clamor exigiendo el derecho al voto.

A un centenar de metros de la sede nacional del INE, desde las siete de la mañana, comenzaron a arremolinarse los votantes para sufragar. La explicación oficial: la ley marca rígidamente sólo 750 boletas por casilla especial, lo que no amaina la irritación de quienes consideran su derecho al sufragio proscrito.

Con el paso de las horas, las frustraciones ciudadanas por no haber votado quedaron sólo como testimonio de la inevitable necesidad de modificar la legislación, sin trascender más allá de las protestas momentáneas.