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Ciudad perdida

Encuestas, atisbo de una verdad común // Lo obvio no se mide

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▲ Mikel Arreola durante el cierre de campaña en la delegación Álvaro Obregón, donde criticó el abusivo impuesto a la tenencia vehicular.Foto Luis Humberto González
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l primer ciclo de la campaña por el poder público tanto a nivel nacional como en esta Ciudad de México ha concluido. Esta parte del proceso parece que sólo se mide –con todos sus errores y sus asegunes– con las encuestas. Creíbles o no, parece que las encuestas llenan una buena parte del argumento popular, y van diciendo lo que la gente ve y piensa, respecto del concurso político.

Si esto que les decimos resulta cierto, por primera vez, desde que las encuestas existen, todas las mediciones han dado a un solo ganador, sin cambio, durante un año. No es la elección –las encuestas no votan, se advierte en todas partes– de ninguna forma, pero podríamos decir que es la primera mitad de la batalla.

Las encuestas son muestras, no hablan del parecer general, pero sí atisban a una verdad común que puede convertirse en realidad en las urnas. Esas muestras son manipulables, claro, se les puede echar un poquito de aquí o un poquito de allá, cucharearlas pues, también se les puede amañar, inducir, desde las preguntas, las respuestas, que el que paga ordena.

Y si después de todo ello resulta que ofrecen un resultado que no parecería ir de acuerdo con los intereses más mezquinos de algunos miembros de esta sociedad, es que la voz de las mayorías ya no puede ocultarse, pues falsear resultados sería tanto como el suicidio, claro para las grandes empresas, las otras buscan llamar la atención con resultados increíbles que las ponen en la boca de la gente, que les hace ganar algún dinero, pero que las aleja de la credibilidad, y su trabajo no tiene la legitimidad que da la verdad de la calle.

Sí, esta que llamamos primera etapa de la carrera por el poder público, se produce y se gana en la calle, en el teléfono, no en las urnas, pero es la única medición que se tiene del acontecer en las campañas, y muestra cómo crecen o se hacen pequeños los candidatos.

En ese sentido, durante 12 meses hemos observado que Andrés Manuel López Obrador ha encabezado las preferencias, es decir, ha ganado mes tras mes, sin tropiezo, la elección, fenómeno que se da por primera vez en México y que pronostica, desde ya, una diferencia que es cada vez más obvia entre la izquierda y la derecha.

Sin embargo, hoy las encuestas parecen inútiles. En todos los ámbitos del país se habla, ya sin tapujos, de la necesidad urgente de cambiar el rumbo del país, y se habla de una sola persona capaz de lograr ese cambio que no se dio, porque no está en su ADN, ni con los panistas ni con el PRI.

Ya se ha hablado, también, de que esta elección podría desviar, para fortuna de todos, el cauce neoliberal con el que se ha gobernado desde hace tres décadas, cuando menos, y de que ese cambio propone con todas su simpleza, pero toda su profundidad, a la justicia como pieza fundamental para marcar la diferencia.

Entonces, cuando la justicia se enseñorea para traer una esperanza para apaciguar al país, y para hacerlo crecer, se puede hablar de confianza sin necesidad de hacer encuestas. Lo obvio no se mide.

De Pasadita

El gran reto del Instituto Nacional Electoral es lograr limpieza, tanta como se pueda, en estas elecciones, pero parece que los gritos y los sombrerazos que lanzó el presidente del organismo, Lorenzo Córdova, en el caso de las llamadas contra López Obrador, no tuvieron el efecto que deberían. Esta mañana desde el (55) 7099 0770 recibimos, por tercera vez, la misma llamada que busca desacreditar al candidato de la coalición Junto Haremos Historia.

Parece que no se entiende que la era de ese tipo de política ha concluido. Tal vez, después del domingo, los partidos, todos, hasta el que gane, tendrán que iniciar un proceso muy profundo para refundar sus organismos. Quienes no lo hagan habrán de pagar a precio muy caro el no entender que ha terminado una era y se requiere un cambio. Ya lo verán.