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Una pareja en ascenso

Incesantes nevadas impiden a mexicanos la cima del Dhaulagiri
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▲ Badía Bonilla y Mauricio López aceptan que subestimaron el reto y cometieron muchos errores desde el inicio.Foto cortesía de Una pareja en ascenso
 
Periódico La Jornada
Martes 12 de junio de 2018, p. 6

La superstición no cabe en la mochila de un alpinista. Si una noche sueña que va a morir o encuentra signos con malos presagios en la montaña, lo más probable es que no llegue a la cumbre. Antes de asumir un riesgo incierto se dará media vuelta para emprender el descenso, nada es más peligroso en las alturas que el miedo. Por eso, los mexicanos Badía Bonilla y Mauricio López, un matrimonio que pretende subir las 14 cimas más altas del mundo, se inquietaron desde que se cruzaron con la primera señal de una serie de indicios preocupantes en el intento fallido por conquistar el Dhaulagiri, en la cordillera del Himalaya.

Todo fue inesperado desde el principio. Desde el trayecto rumbo a las faldas de esta montaña de 8 mil 167 metros sobre el nivel del mar, la séptima más alta de la tierra, se enfrentaron a las primeras dificultades. Un cañón abismal y rocoso, con amenaza de avalanchas frecuentes, custodia a un río de caudal imponente; esa fue la antesala de una expedición que adquirió tintes de desventura para este equipo llamado Una pareja en ascenso.

Al llegar a las faldas del Dhaulagiri el panorama no mejoró. El viento fue otra advertencia. Incesante y más helado de lo que se suponía debía ser, una presencia ululante que nunca dejó de castigar cualquier porción de piel que se asomara en los trajes diseñados para soportar bajas temperaturas. Mauricio, quien llevó el rol de líder, se sintió perturbado al revisar los pronósticos del tiempo que anunciaban ciertas condiciones pero que no coincidían con lo que ellos miraban hacia la cumbre. En casi un mes –del 21 de abril al 22 de mayo– que intentaron llegar a la cima, sólo un par de días no hubo nevada.

Un paisaje que resultaba aterrador por tanta nieve que levantaba el viento, recuerda Badía.

Mientras se aclimataban a la altura y acechaban al caprichoso clima, recibieron malas noticias. Un viejo amigo, el experimentado montañista búlgaro Boya Petrov fue declarado desaparecido a principios de mayo en otra montaña, Shisha Pangma, también en la cordillera del Himalaya. Pero la más cercana fue ahí mismo en el Dhaulagiri. A finales de abril, el italiano Simone La Terra fue levantado por ese violento e impredecible viento. La tienda en la que reposaba en la peligrosa pendiente de la montaña se elevó como un globo y cayó unos mil metros abajo.

Badía se sintió más vulnerable que nunca. Mauricio pensó que ellos podían correr la misma suerte.

Los que subimos a las montañas sabemos que la muerte siempre acecha, reflexiona Mauricio. Nos quedamos pensando en la tragedia, pero terminamos por asimilar la muerte, es muy duro, pero decidimos seguir adelante.

No había tregua con la expedición. Ni siquiera tenían un lugar donde reponer fuerzas. La inclinación de la ladera era tan pronunciada que les impedía montar las tiendas adecuadamente para resguardarse.

Estábamos cerca de la hipotermia, dice Badía, que para ese momento ya había perdido la sensibilidad de un par de dedos de una mano. Adentro de la tienda estaban a unos menos 20 grados, afuera la temperatura alcanzaba los menos 30.

En algún momento perdieron el gusto por escalar esa montaña, sin eso, es imposible sobreponerse a las adversidades de una cumbre.

De pronto ya no me apetecía continuar, acepta Badía; ya no había armonía con la montaña y dejó de ser placentero el reto. Era un sacrificio muy doloroso.

Ambos decidieron que no había condiciones de seguir el ascenso. El clima era indescifrable y había demasiados signos de peligro. Ellos, junto a otras expediciones, emprendieron la retirada. Nadie consiguió la cumbre en esta temporada en Dhaulagiri.

Tal vez subestimé la montaña, se cuestiona Mauricio con cierta severidad; no tuve visión y lo que enfrentamos nos tomó por sorpresa. Cometimos muchos errores desde el principio.

Como una ironía difícil de interpretar, cuando todas las expediciones se habían retirado, se abrió una ventana de buen tiempo durante tres días. Nadie en Dhaulagiri podía aprovecharla para ese entonces.

Fue como un mal chiste, dice Mauricio; pero en el montañismo cuando el clima dice no, nada puede contradecirlo.

De regreso a Ciudad de México, ambos tratan de explicarse lo que falló en esta expedición. También luchan para adaptarse a la difícil monotonía de la vida cotidiana para un matrimonio acostumbrado a vivir lo extraordinario. Badía trata de recuperar el sentido de lo que han vivido.

No quisiera morir en una montaña, se cuestiona; eso sería un fracaso y no lo quiero. Después medito y me doy cuenta que la muerte puede asaltarte en cualquier parte, incluso en la seguridad de tu propio hogar.