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A 47 años del halconazo
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an pasado 47 años de la masacre del ­10 de junio de 1971 y los responsables se mantienen impunes. Tantas evidencias, tantos testimonios, tantas pruebas y la justicia no ha llegado.

Vienen a mi memoria las fotografías de Los halcones en acción del valiente Armando Lenin Salgado, quien desafortunadamente falleció el pasado 14 de abril, y recuerdo especialmente una, tal vez la más emblemática, la de El Gene cuando encabeza el ataque a los estudiantes. Dirigía el pelotón de avanzada con las varas de kendo. El Gene (El General) fue reclutado por el coronel Manuel Díaz Escobar, encargado de crear un grupo paramilitar para atacar manifestaciones. El Gene fue herido por los propios halcones y existe la foto donde es subido a una ambulancia. Ese pandillero entrenado como paramilitar y símbolo de los halcones murió hace varios años, así fui informado.

También existen las fotos de los encargados de los fusiles M1 y M2 y de pistolas. En una se ve a un halcón disparando desde la reja al interior de la Normal, precisamente en la esquina de San Cosme y avenida de los Maestros. Son muchas las fotografías de Salgado que han servido para documentar la presencia y el accionar de Los halcones.

También vuelvo a escuchar el audio de los coordinadores de la operación del que tenemos copia en el Comité 68:

“A pie fueron a atacar a los manifestantes, cambio…

“Se siguen escuchando disparos…

“Por la México-Tacuba y Melchor Ocampo acaba de llegar un camión con halcones, cambio…Aproximadamente 70 halcones

“Ya están todos en combate… Ya hay muchos heridos…”

También están las escenas filmadas por el camarógrafo de la NBC Anthony Halik, donde se hace evidente el apoyo de los policías a Los halcones entregándoles armas e indicándoles hacia dónde moverse. Dichas escenas están incorporadas en el documental que coproduje con el Canal Seis de Julio: Halcones: terrorismo de Estado.

Los halcones no son, no fueron una leyenda, sino un grupo paramilitar de más de mil personas cuyos jefes fueron entrenados en Estados Unidos, Japón y Corea del Sur. A la marcha de aquel 10 de junio acudimos varios miles de estudiantes y era la primera que con gran convocatoria se organizaba desde el 2 de octubre de 1968. El operativo de Los halcones dejó como saldo más de 100 muertos y muchos heridos y detenidos. Otra vez, y en un lapso muy breve, una masacre, un crimen de Estado, planeado con rigor directamente por Luis Echeverría, apoyándose en Alfonso Martínez Domínguez, regente de la ciudad.

Todos los que tenían mando en las policías y el Ejército en el DF eran militares que fueron contemporáneos en el Colegio Militar y Manuel Díaz Escobar tuvo la principal responsabilidad para organizar a Los halcones y ejecutar la acción del 10 de junio.

A los hospitales donde fueron llevados los heridos llegaron grupos de agentes a llevarse a varios, intimidando a médicos y enfermeras. Eso sucedió especialmente en el hospital Rubén Leñero; se los llevaron y no se supo más de ellos.

Además de asesinar a más de un centenar de jóvenes, los familiares sufrimos el agravio de la demora para la entrega de los cuerpos en el Servicio Médico Forense. Y también sufrimos el acoso de agentes en los velorios y en los cementerios. Un verdadero terrorismo de Estado.

En la lucha por conservar la memoria, esclarecer la verdad y abrir paso a la justicia sobre los crímenes de Estado cometidos el 2 de octubre de 1968 y el 10 de junio de 1971, se ha avanzado en México sobre el conocimiento del debate sobre la desaparición forzada de personas, la tortura, el genocidio, las ejecuciones y sobre la necesidad de que las instituciones de justicia al juzgar crímenes de lesa humanidad están obligadas a respetar, proteger, prevenir y garantizar los derechos humanos.

Y con todo y ello sucedió lo de Ayotzinapa. La desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural lastima a toda la sociedad y el comportamiento del gobierno encabezado por Enrique Peña Nieto nos hace pensar en que él es la rencarnación de Díaz Ordaz y Echeverría. Las investigaciones sin respetar los protocolos pertinentes y el cinismo para impedir ir a fondo en el asunto representan, otra vez, una orientación autoritaria y criminal contra cualquier movimiento social.

La sociedad mexicana tiene memoria y sabe ya que el Ejército jamás debe ser usado para atacar a la población desarmada. Lo sucedido en Ayotzinapa y Nochixtlán debe ser esclarecido y se debe llegar a la justicia.

Hace 47 años sucedió la masacre de San Cosme, frente a la Benemérita Escuela Nacional de Maestros y seguimos esperando justicia sobre el caso.

Por la memoria, por la verdad, por la justicia. 10 de junio: ¡no se olvida! Ayotzinapa: ¡no se olvida!