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A más de medio camino, las campañas...
L

a violencia que sufrimos, la criminal, oficial o social, se ha convertido en un problema estructural del país. Cada día surgen muestras más ominosas de la gravedad del problema y de la incapacidad gubernamental para contener su expansión y trascendencia. El gobierno de EPN no acepta que nada se acaba hasta que se acaba y se limita a lanzar frases épicas que se antojan ofensivas: la violencia es inaceptable y agregó que va a brindar condiciones de paz en el proceso electoral, El Financiero (25/05/18).

El tema ya fue abordado en los dos debates presidenciales pasados, pero por el desarreglo que se impuso faltó una discusión suficiente. Aún no vemos una aceptación tácita o explícita de que México está en riesgo de extraviar su gran acuerdo para existir y progresar. Aceptar que vivimos en una crisis no registrada desde los tiempos posrevolucionarios, pero aquella violencia, la de los alzamientos, golpes, planes y más eran estrictamente de orden político y regional, aun la Guerra Cristera. Hoy la amenaza a la población es de violencia generalizada, grave y creciente. Mientras el Presidente nos pide no fustigarnos.

La garantía de sostener la paz pública, como el más firme derecho del hombre y deber esencial del gobierno, ha evolucionado de ser un deber estrictamente de éste, a ser el fenómeno más lacerante que sufre la nación, lo que por ende, nos compromete a todos. Las frases promisorias simplemente no transmiten nada porque son las de siempre: acabaremos con la impunidad y la corrupción, pondremos alto al crimen, las tropas permanecerán mientras sean necesarias, hay que profesionalizar las policías, se duplicará el número de policías federales ¿Quién se tranquiliza con estas expresiones tan manidas que ni siquiera permiten identificar a su autor?

Fox empezó con el dejar hacer y dejar pasar a los gobernadores, hicieron y no hicieron lo que quisieron. Pocos se preocuparon por resolver sus problemas de seguridad. Como incongruencia, en Tamaulipas opera una Universidad de Seguridad y Justicia, esfuerzo encomiable, pero de resultados dudosos, prueba de que los esfuerzos aislados no son suficientes. De Calderón no es necesario hablar.

Y el presente gobierno que inició su sexenio con un buen texto oficial: México en Paz cuyos temas eran prevención, coordinación, inteligencia y profesionalización, que no tuvo efecto alguno en la realidad. Todo lo que se hizo fue producto del capricho, de la fantasía, del lucimiento. ¡¡Qué escena aquella dónde EPN en el Palacio del Eliseo se despide agradecido del presidente de Francia porque nos iba a ayudar a crear la Gendarmería!! Por eso la posibilidad de estar entrando a una situación de ingobernabilidad ya no se discute, es evidente.

¿Y ahora qué? Pues gane quien gane deberá empezar por reconocer que el problema no es de policías ni de aficionados u oportunistas, sino es un muy serio problema de Estado. Pocos funcionarios o ex funcionarios reconocen abiertamente que el incendio está en el sótano y que en su franca propagación ya ha degradado a muchas de nuestras frágiles estructuras. Estamos ante un problema magno, y sólo desde esa perspectiva se puede intentar algo que como programa deberá tener la solidez para sobrevivir más de 20 años. Se requieren cambios estructurales, de la magnitud y trascendencia del problema, con un enfoque pluridisciplinario, un aproche tan heterogéneo como es el problema. Es necesaria la disposición nacional a concebir, trabajar, invertir y sufrir. Así de serio es el conflicto.

Se exigen muchos recursos, entre ellos tiempo. Pero no se puede pedir más paciencia a las víctimas, por eso mientras se construyen nuevas instituciones, debe proyectarse con prioridad un recurso de respuesta rápida. Y de esta idea se deriva otra que es central: ¿Para cuándo se estima que haya policías suficientemente confiables como para que el primer pelotón de soldados desfile rumbo a su cuartel? Yo no me atrevería a dimensionar ningún plazo, pero será muy largo.

Y este es precisamente otro de los conflictos de opinión, de propuesta y decisión de los que no se quiere hablar. ¿Cuál es el papel obligado de las fuerzas armadas en materia de seguridad en un plazo impredecible? Si se ha reconocido por el propio general Cienfuegos que las tropas no están capacitadas para fungir como policías, entonces están condenadas a transitar impreparadas por muchos años.

Es un tema de máxima conflictividad. Entran en ella consideraciones históricas, déficits constitucionales y legales, prejuicios, confusiones conceptuales, fijaciones culturales, sensacionalismo e, inevitablemente, el dar voz a las fuerzas armadas sobre su futuro.

Roma no se hizo en un día, reza el proverbio. Pues el multifacético problema de la violencia que nos ahoga no es menor. Falta saber dónde están los romanos.