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Los cuartetos de T. S. Eliot
E

n marzo de 1931 T. S. Eliot escribió a Stephen Spender: Tengo el Cuarteto en la menor de Beethoven Op. 132 en el gramófono. Lo encuentro inagotable de estudiar: contiene una suerte de alegría celestial o euforia de cosas que puedo imaginar, fruto de reconciliación y alivio, después intenso sufrimiento; quisiera poner algo de esto en un verso antes de morir.

En la sede del IMJUS, en el barrio de Coyoacán, durante “Abril el mes más cruel” se llevó a cabo la lectura y análisis de Cuatro cuartetos de T. S. Eliot, coordinada por el sicoanalista Julio Casillas. Poeta indispensable para comprender el siglo XX. Las conferencias de Salvador Rocha, también sicoanalista, de los filósofos Mauricio González y Evodio Escalante abordaron además de las influencias y fuerza poética de Eliot, sus influencias filosóficas; Bradley, Husserl y Henri Bergson. La atmósfera místico religiosa fue evocada por la lectura de un fragmento de Dante. Una Europa en guerra, pasajes del Eclesiastés y Londres incendiaba en el fondo.

“La liberación interior del deseo práctico/ la liberación de la acción y el sufrimiento/ liberación de la compulsión exterior e interior/ aún así rodeada por la gracia del sentido/ una blanca luz quieta moviéndose inmóvil Erhebung/ concentración sin eliminación/ evidentes tanto el nuevo como el viejo mundo/ entendidos en el cumplimiento de su éxtasis parcial,/ en la resolución de horror parcial (…)/ Sólo a través del tiempo el tiempo es conquistado.”

(Burnt Norton, II, vv,. 24 a 32).

Mauricio González afirmó que en los versos citados deslumbra con luz propia el término Erhebung, de honda raíz hegeliana (Eliot era doctor en filosofía en Harvard), que si bien puede ser traducido como elevación en Hegel, como acertadamente señala Eliot, tiene sentido de superación pero conservación; nada se pierde, todo se conserva y se integra en la siguiente fase. Esta idea de integración y conservación es fundamental para el poema, el tiempo pasado y el tiempo futuro, lo que fue y lo que pudo haber sido, todo está conservado e integrado en el tiempo presente. En mi principio está mi fin.

En una suerte de paráfrasis poética con referencias al propio Eliot y Dante, Pound, Elizabeth Bishop, Kevin Ayers. El sicoanalista Salvador Rocha escribió:

Stillpoint. Sí tan sólo pudiera callar el estruendo del vacío/ Poner en punto muerto los estertores del mundo/ fluir encima de tu memoria/ Atravesar calles y ladrillos de tu alejamiento/ Buscando en la oscuridad, el brillo de tu aparición/ Parado en la orilla del tiempo/ El hedor del hastío/ Y la sangre de tu sacrificio/ Piedad; Señor, ruega por nosotros/ Tomaría lo que fuera sin saber que decir/ Sin dejarte ir!, no more…/ We have no mañanas/ Atrapado en un sueño en la trinidad de los Budas/ Gritaria como Pound desde la casa de los locos en un bosque noruego:/ Me fui de todos, aún de mi/ Cuerda al Aire electrificada/ Piedra indescifrable envuelta en llamas/ Reloj de la humildad a cielo abierto Tic, Tac…/ En mi final está mi comienzo/ Llamas azules desde el Báltico/ El Misterio del Gólgota y todas las cosas que tú eres/ y la vida se desliza como una rata de campo, sin agitar la hierba.

La mesa redonda prosiguió con una disertación magistral de Evodio Escalante. Citas y referencias cruzadas a las traducciones de Vicente Gaos, José María Valverde, Esteban Pujal Gesalí, Andreu Jaume y José Emilio Pacheco. Entre demonios y redención, Evodio desarrolló la comprensión del poema y su temporalidad en clave heideggeriana, que fue hondura académica. “Eco de pisadas en la memoria./ Van por el corredor jamás seguido/ Hacia la puerta que no llegamos nunca a abrir/ Y da al jardín de rosas. Así, en tu mente/ Resuenan mis palabras”.

T. S. Eliot