Opinión
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Mar de Historias

Una jaula y dos ratones

D

espués de no compartir durante meses un fin de semana juntos, el matrimonio quiere disfrutarlo al máximo. Conforme a los consejos de su hermana mayor, Lorena procuraría mostrarse ligera, jovial, despreocupada, seductora. Cero problemas y reclamaciones. En dos días quiere convertir su pequeño departamento en el paraíso donde vivió sus primeros años de matrimonio.

Los planes de Maximino consisten en atender a su esposa al máximo y de esa manera compensarla por los periodos de indiferencia motivados por el cansancio, los agobios económicos, los interminables recorridos por las viejas cantinas con buenas botanas y por lo menos una pantalla.

Hará todo para que Lorena sienta que ella es el centro de su atención, inclusive renunciará a ver la tele. Si acaso la mira será por unos momentos, mientras ella se ocupe en hacerle el almuerzo, la botanita del mediodía, los bocadillos que comerán en la cama con una botella de vino y música en el modular.

II

Están a punto de levantarse de la mesa cuando estalla un transformador en la avenida Central. La intempestiva falta de luz los sorprende y los hace sentir desamparados. Fiel a su propósito de no hablar de problemas, Lorena se muestra optimista: De seguro lo arreglan pronto; pero si nos quedamos a oscuras hasta la noche, ¡mejor! Será más romántico y más fácil que hablemos. ¿De qué?, pegunta él distraído.

Antes de responder, Lorena selecciona el tema que, según ella, puede interesarle a Maximino. No encuentra ninguno y por primera vez en todos sus años de matrimonio lamenta ser ignorante en futbol y box. Pedirle a su esposo que la aleccione en esas materias puede ser una buena salida. Él le toma la palabra y se pone a hablarle de pases, gambetas, chanfles y todo lo demás que hace del futbol el deporte más visto en el mundo. Lorena muestra entusiasmo y admiración ante los conocimientos de su marido; él, llevado por las muestras de aprecio, prolonga sus explicaciones y las ilustra con movimiento enérgicos que ponen en peligro el mobiliario.

III

Lorena mira con disimulo el candil de la sala. La luz no llega. Por lo que pueda suceder piensa en que su lámpara no tiene pilas y no recuerda dónde guardó las velas. Para distraerse va a preparar la botana. Total, pasa de la una de la tarde y ya pueden tomarse una cervecita.

¡Salud! Por nosotros. Ma­ximino escupe el primer trago: No está fría, me sabe a orines. La reacción de su marido no debe irritarla y prefiere darle un enfoque positivo al asunto: Dicen que tomar orines es bueno para la diabetes. Quienes lo digan son unos ignorantes. Además, si se me antojara algo caliente bebería un café.

Lorena se ofrece a preparárselo y él le recuerda que si toma café después de las once de la mañana se le va el hambre. Ella, dispuesta a encontrar la solución para todo, mira el reloj de pared: Es la una y veinte. Para las tres que comamos te habrá vuelto el apetito. Maximino aprovecha para descargar su tensión: A las mujeres les encanta imponer horarios. Mi madre tendía el mantel a la una y media de la tarde, y aunque no tuviéramos hambre nos obligaba a comer.

Lorena piensa en voz alta: Tu mamá siempre ha sido muy autoritaria y..... Antes de que termine la frase Maximino la calla: No hables mal de mi madre. Jamás he conocido a una mujer tan esforzada ni tan generosa. Esas palabras la devalúan, la hacen sentir que él no toma en cuenta sus esfuerzos para atender dos trabajos, a su familia y la casa. No quiere discusiones, va a la cocina y enciende la radio de transistores: necesita disimular con música el incómodo silencio.

Ya más serena vuelve al comedor y dice que irá a la tienda por hielo y pondrá las cervezas a enfriar en una cubeta. Maximino rechaza la idea. Además, pueden beber vino. Si lo tomamos sin comer nos emborracharemos y no quiero que te duermas. Deja que traiga los bocadillos, dice Lorena.

Maximino no puede controlar su impaciencia: ¿Quién te entiende? Hace cinco minutos dijiste que era muy temprano para comer y ahora me sales con los bocadillos. Pero en fin, haz lo que quieras; sólo dame chance de pasar bien los únicos dos días libres que he tenido en el año. Tierna, Lorena se acerca y le acaricia el cuello: Mi amor, sabes que lo que más quiero es verte contento en la casa. No peleemos por tonterías. Además, tenemos que hablar de nuestras cosas.

Maximino se pone a la defensiva: Siempre que dices eso es que vas a reclamarme algo. ¿Como qué? Lo que me has dado ha sido maravilloso. No mientas. ¿Este cuchitril te parece maravilloso? Cualquier día se nos cae el techo en la cabeza. Te dije que lo compusiéramos con lo de tu aguinaldo.

Maximino se cubre los ojos con la mano: ¿Ves que no me equivoqué? Ya empezaste con tus reclamaciones. No lo soporto. Me voy. ¿Por lo que dije o porque ya no estás a gusto en esta casa. ¿Es por eso, verdad? Entonces vete. Yo me quedo. Adoro este lugar aunque sepa que aquí no puede caber el paraíso.