Opinión
Ver día anteriorSábado 21 de abril de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Apuntes postsoviéticos

Desencuentros

E

nfrascada en un choque frontal con Estados Unidos y sus aliados europeos, Gran Bretaña y Francia sobre todo, Rusia ha relegado a segundo plano la relación con los países vecinos, lo que puede afectar los proyectos de integración promovidos por el Kremlin y representa un revés para el liderazgo ruso en el espacio postsoviético.

Noticias recientes dan cuenta de los numerosos desencuentros que se están produciendo entre Moscú y las capitales de países que se consideraban firmes aliados, sin hablar ya de aquellos que mantienen controversias irreconciliables, cada vez más distanciados.

Kazajstán –la república ex soviética más grande de Asia central– es el caso más notable, por cuanto su viraje hacia Estados Unidos pone en entredicho la viabilidad de la Unión Económica Euroasiática que impulsa Rusia. Kazajstán, en calidad de miembro temporal del Consejo de Seguridad de la ONU, no apoyó la resolución presentada por Rusia para condenar los bombardeos de EU, Gran Bretaña y Francia en Siria por un supuesto ataque con sustancias químicas; firmó un convenio de supresión de visas con Estados Unidos; renunció al alfabeto cirílico en su idioma, adoptando el latino, e introdujo la enseñanza del inglés en las escuelas, entre otras medidas que no gustaron a Moscú.

Otro aliado, Bielorrusia, expresó su intención de dejar de ser dependiente de un solo país, Rusia, mientras su presidente ordenó proteger el espacio informativo bielorruso de la influencia rusa, argumentando que quiere ver únicamente canales de televisión propios. Mientras tanto, dos países que dependen del respaldo de Rusia, uno centroasiático, Kirguistán, y el otro, caucasiano, Armenia, acaban de suscribir acuerdos que amplían los términos de su asociación con la Unión Europea.

Turkmenistán y Uzbekistán, que aspiran a ser neutrales, decidieron sumarse al corredor de transporte China-Asia Central-Medio Oriente (China, Uzbekistán, Turkmenistán, Irán y Omán) para diversificar sus exportaciones sin tener que pasar por el territorio ruso, aparte de participar en la explotación conjunta de los yacimientos en el sector turkmeno del mar Caspio.

Son sólo muestras, hasta hace poco impensables, que denotan la pérdida de influencia de Rusia en países de su entorno, a diferencia del creciente agravamiento de su relación con Ucrania, Georgia y Moldavia. La ruptura con Kiev parece ya definitiva, al tiempo que Tbilisi y Chisináu van hacia el mismo destino por los conflictos territoriales que atribuyen a la presencia militar de Moscú. Mientras Georgia, en las fracasadas negociaciones de Ginebra, acusó a Rusia de la ocupación de Abjazia y Osetia del Sur, Moldavia, apoyada por Ucrania (cada vez más identificada con las posiciones de EU), exige la retirada de las tropas rusas de la zona del Transdniéster.

Es hora de que la diplomacia de Rusia deje de mirar hacia un solo lado –volcada en el pulso de las acusaciones y sanciones recíprocas–, sin dar la debida atención a lo que sucede a su alrededor.