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El estante de lo insólito

Charrería. La sangre nuestra

Cuando vean a un hombre vestido de charro, tengan la seguridad de que se trata de un buen hombre y de un caballero. Antonio Aguilar en la película Los Santos Reyes.

S

e dice que Hernán Cortés arribó a México en 1519 con 16 caballos. La estampa mítica del Centauro como figura de gran poder intimidó a los indígenas y perfiló destinos de guerra. Los equinos se convirtieron en el motor de construcción de la Nueva España. La mayoría de los cuacos eran de origen andaluz y pasaría mucho tiempo antes de que la selección y cruza de alta categoría diera nacimiento a la Raza Caballo Azteca. Ganadería, construcción y desarrollo del campo, fueron por y con los cuacos y sus jinetes, cuyas labores campiranas requerían destrezas particulares que impulsaron especialización de monta, atuendos y arreos de trabajo. Así fue creciendo de a poco lo que hoy es tradición cultural: la charrería, que existe como gremio oficial desde el 4 de junio de 1921 con la fundación de la Asociación Nacional de Charros.

Lo que hace un siglo era escena cotidiana en el México rural, hoy es excepción de entendidos y notables en el México moderno, esencialmente urbano, con públicos importantes en los múltiples lienzos del país. La lista de los históricos charros como Ponciano Díaz, Sebastián de Aparicio, Luis G. Inclán y el legendario Marqués de Guadalupe Carlos Rincón Gallardo (quien aportó desde la reglamentación y la difusión del deporte charro por medio de sus libros), y hasta las suertes charras que realizó, hasta en competencia, Emiliano Zapata (hay extraordinarias fotografías en que luce traje charro de faena o de media gala), tienen permanencia entre nuevos ejecutantes y promotores, incluidas las damas en los extraordinarios grupos de mujeres a caballo, es decir, las Escaramuzas, inventadas por Luis Ortega en 1950 y hoy con representativos en toda la República.

Jorge Negrete y el charro que seremos

El tenor Jorge Negrete usaba el traje de charro, no de mariachi, lo que incluye el sombrero corto (hoy el más usado en competencia es el de paja de arroz estilo pachuqueño) y la chaquetilla más propios para faena, y con pantalón sin la botonadura metálica (que solía ser de plata) en los costados. En Jorge El Bueno, la biografía de Jorge Negrete realizada por el escritor Enrique Serna (Editorial Clío, 1993), señala que un pueblo nacionalista y sediento de identidad posterior a la revuelta revolucionaria, mutó hacia otra cosa, lo que después se convertiría en la imagen de lo mexicano: el autor explica:

“Entre 1920 y 1930 los mariachis que venían a la capital empezaron a desenterrar el traje de charro, sobre todo cuando los llamaban a tocar en fiestas de políticos, donde tenían que mejorar su presentación. Se produjo así una mescolanza de tradiciones –deplorada por los mariachiólogos y por los puristas de la charrería– que culminó en los años 40 con el surgimiento de los charros cantores.”

Hoy existen encuentros internacionales de mariachi y charrería, aceptando que, con sus propias características, se complementan como herencia cultural de México. A través de la música del mariachi hay quien se ha aficionado a la tradición charra y viceversa, y es común que haya mariachis acompañando las competencias charras en los lienzos. Dos años después de la muerte de Negrete se lanzó la cinta El Charro Inmortal (Rafael E. Portas, 1955), donde figuras como José Alfredo Jiménez, Luis Aguilar, Demetrio González, Antonio Badú, Amanda del Llano, Ramón Armengod y Amalia Mendoza La Tariácuri, cantaron para despedirlo.

Qué usar y cómo ponérselo

Los charros heredaron de formas campiranas españolas y de los chinacos, quienes llegaron tras la Independencia, ya que en el virreinato español se prohibía el uso de cuacos a los indígenas o mestizos. Los chinacos se distinguían por actúar de noche: La acepción chinaco viene del náhuatl tzinacan, que significa murciélago; los chinacos se ocultaban normalmente en cuevas, lejos de la mano de los hacendados y gobernantes. Eran indígenas o con mayoría de sangre y herencia indígenas. Campesinos, liberales, guerreros, distinguidos como jinetes formidables, los chinacos fueron parte de la defensa del país en batallas contra Estados Unidos y Francia, lo que les dio fama internacional. Su estilo de jineteo y el diseño de sus monturas en particular, fueron modelo mundial (la silla texana se inspiró en la chinaca). Hoy día existen excepcionales centros de talabartería en el país, sea en Jalisco, Tlaxcala, Zacatecas, Querétaro, Hidalgo o el pueblo de Coscomatepec, en Veracruz, donde pieles, cortes, filigranas, herrerías, cuerdas, cuartas, cantinas, tientos y sarapes, forjan las montas de los charros del país.

Charros en celuloide

La película Charro a la fuerza (Miguel Morayta,1947) abre con original escena para la presentación de créditos: aparece Luis Aguilar rayando el caballo frente a cámara y soltando balazos al aire antes de gritar el título de la cinta ¡Charro a la fuerza!. En Los dos apóstoles (Jaime Salvador, 1966), entre muchas canciones y peleas de cantina de los hermanos Heredia, Juan (Luis Aguilar) y Pedro (Fernando Casanova), también hay charreada, nada mal filmada con fotografía de Ezequiel Carrasco, capturando suertes diversas y hasta con paso de la muerte supuestamente ejecutado por Luis Aguilar.

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Ilustración Manjarrez/ @Flores Manjarrez

Hay charros del disparate en Gángsters contra charros (Juan Orol, 1947; también haría El Charro del arrabal), mientras que en Los Santos Reyes (Rafael Baledón, 1958) los protagonistas Trinidad (Eulalio González Piporro), Margarito (Antonio Aguilar) y Canuto Reyes (Antonio Badú), tenían enfrentamiento con peligrosos matones en epílogo de bala cruzada. El éxito llega de la mano de los Niños Charros de México, quienes gozan de crédito en la cinta, mostrando una de las enseñanzas básicas de la alta escuela charra, siendo capaces de lazar con precisión desde gigantesca barda. En Remolino (Gilberto Gazcón, 1961), el buen oficio del fotógrafo Rosalío Solano luce muy buen seguimiento de las faenas charras. No faltó héroe contra fuerzas malignas en El charro de las calaveras (Alfredo Salazar, 1965), y se cuece aparte el caso del documental El charro misterioso (2005), de José Manuel Craviotto, sobre el original maleante asaltabancos Alfredo Ríos Galeana, quien cantaba boleros rancheros con máscara de luchador y el seudónimo de El charro del misterio; este trabajo daría paso al largometraje Mexican gángster (2015), del mismo Cravioto. Es también interesante el documental de Enrique Escalona Ernesto Icaza, charro pintor de charros (1983), sobre la obra de uno de los artistas plásticos que mejor representó el arte de la charrería en cada una de sus suertes, desde finales del siglo XIX y prácticamente hasta la muerte del creador, en 1926.

El documental Matria (Fernando Llanos, 2014), explica desde la anécdota familiar el histórico momento en que los charros de México constituyeron un contingente armado que se alistó para defender al país de un posible ataque de la Alemania nazi. La acción les valió el reconocimiento del presidente Manuel Ávila Camacho, quien los validó como parte de las fuerzas armadas (oficialmente Reserva del Ejército Nacional), razón por la cual desfilan cada 16 de septiembre desde 1942. Sería Abelardo L. Rodríguez, quien declaró a la charrería como deporte nacional en 1963.

Los Aguilar y los Fernández

A diferencia de muchas estrellas del cine y la música vernácula, Antonio Aguilar El Charro de México, y Vicente Fernández El Número Uno (también llamado El Charro de Huentitán), sí son hombres de a caballo, tal como crearon su gran imagen para los registros de la cultura popular.

Alejandro Fernández hace gran manejo de caballo en Zapata. El sueño del héroe (Alfonso Arau, 2004). La película no es memorable, pero la sapiencia del legendario cinefotógrafo Vittorio Storaro construye desde la técnica lo que Alejandro logra desde la monta aprendida en la infancia. Es una herencia formidable que también tiene legado desde el celuloide, ya que en celebración de gran charreada arranca la cinta Matar o morir (Rafael Villaseñor Kuri,1984), para ver al mismísimo Vicente Fernández hacer coleo de toros en par de ocasiones y sin doble alguno, en tomas del cinefotógrafo Xavier Cruz.

La Arena VFG (Vicente Fernández Gómez, nombre completo del cantante) se inauguró con un Congreso Nacional Charro, donde además el ídolo se presentó haciendo la clásica Cala del caballo. Su hijo Gerardo es quien conduce el destino de su cuadra de competencia Los Tres Potrillos. Es también famosa la colección de cascarones de huevo en que el cantante ha dibujado (por miles) suertes charras.

Antonio Aguilar rompió los esquemas enseñando a una yegua a hacer suertes que complementaran sus actuaciones en vivo. Después fue uno de los grandes productores del cine nacional. Él trajo la primera cámara Panavision a México para filmar Zapata (Felipe Cazals, 1970). El peregrinar de su fabuloso Espectáculo Internacional Ecuestre le dio la vuelta al mundo. Una fiesta de charrería con floreo de reata y el engrandecimiento del orgullo por el deporte nacional. Su hijo Pepe Aguilar no sólo siguió sus pasos en el sendero musical, sino que fue campeón nacional como charro completo.

Twitter: @nes