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El máximo tribunal de justicia niega el habeas corpus al ex presidente de Brasil

Dan el paso final: Lula, cerca de ir a la cárcel para que no vuelva a gobernar

La presidenta del Tribunal Superior vota en contra para el desempate tras maratónica sesión

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Detractores del ex presidente Luis Inácio Lula da Silva, se manifestaron ayer en Brasilia, afuera de la Corte Suprema, donde fue rechazado un recurso del líder izquierdista para evitar la prisión. Sus partidarios hicieron lo propio en Sao Paulo (imagen de la derecha), mientras se desarrollaba la sesión en el máximo tribunalFoto Ap
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Batucada en la Explanada de los Ministerios, en Brasilia, ayer, en respaldo al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien está a punto de ir a la cárcel por poco más de 12 añosFoto Xinhua
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Jueves 5 de abril de 2018, p. 25

Río de Janeiro.

La tensión que persiste en Brasil avanzó ayer de manera concreta. El más esperado de los 11 votos de la Corte Suprema, pronunciado por la magistrada Rosa Weber, liquidó, en la práctica, las posibilidades del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva de librarse de la cárcel.

Pasada la medianoche, y luego de una sesión que duró más de 10 horas, Carmen Lúcia Antunes, la presidenta del Supremo Tribunal Federal, instancia máxima de justicia en Brasil, dio el voto final y fulminante. Eso, y la postura de Rosa Weber, marcaron el principio del fin de Lula da Silva.

Al contrariar –como admitió– sus convicciones personales y acompañar una decisión anterior adoptada por la mayoría de los jueces del Supremo Tribunal Federal, Weber negó a Lula un hábeas corpus preventivo. Tal decisión se refiere a permitir que alguien condenado no sea llevado a la cárcel antes de recurrir a todas las instancias, como prevé la Constitución.

No es la primera vez que la magistrada emite votos contradictorios y polémicos. Hace años, cuando el juicio contra el ex ministro y hombre fuerte del Partido de los Trabajadores, José Dirceu, la magistrada Weber afirmó que a pesar de no tener pruebas concretas de la culpabilidad del acusado, lo condenaría porque así me lo permite la literatura jurídica.

Las expectativas de la defensa de Lula estaban en la magistrada porque hace dos años, cuando el Supremo Tribunal Federal, enfrentando a la misma Constitución, decidió que un condenado cuya sentencia hubiera sido confirmada en segunda instancia podría ir preso, ella había emitido uno de los más contundentes votos en contra.

Cuando empezó la sesión, poco después de las dos de la tarde, se sabía que había cinco votos en contra de Lula y cinco en favor. Las atenciones se centraban en Rosa Weber, precisamente a raíz de su oposición a permitir la prisión antes de que el condenado hubiese agotado todas las instancias, incluida la Suprema Corte.

Cuando faltaban 25 minutos para las ocho de la noche, y la sesión ya llevaba casi seis horas, Weber emitió el voto que dejó a Lula a las puertas de la prisión. Lo más sorprendente es que al votar admitió que, cuando llegue al pleno de la Corte un pedido generalizado contrario a la prisión antes de que se agoten todos los recursos, podré revertir mi posición. O sea, como se trataba del ex presidente, votó en contra.

A propósito, llamó la atención de varios juristas y abogados la firme negativa de la actual presidenta de la Corte, Carmen Lúcia, de llevar al pleno dos pedidos que tratan justamente de la prisión luego de la segunda instancia, y que inquirían por la medida en sí, y no por ser dirigida a alguien determinado. O sea, Carmen Lúcia concentró la atención del país no en un tema polémico, sino en la figura del candidato que aparece como favorito absoluto para las elecciones de octubre y es el presidente más popular de las pasadas seis décadas y media en Brasil.

En la sesión de ayer esa decisión despertó contundentes críticas de algunos de sus pares, pero ella permaneció impasible.

Las alternativas de la defensa del ex presidente para mantenerlo lejos de prisión son exiguas, ínfimas. Podrán, a lo sumo, postergar por un tiempo –días, quizá semanas, pero pocas– su encarcelamiento.

Lo de ayer concluye un cuadro que empezó a ser trazado la misma noche que Dilma Rousseff, en octubre de 2014, derrotó al adversario Aécio Neves, del mismo PSDB del ex presidente Fernando Henrique Cardoso.

Empezó entonces un plan que incluyó una serie de maniobras en el Congreso para impedir que la presidenta, de conocida inhabilidad para las lides de la política cotidiana, gobernase. El paso siguiente fue destituirla, frente a la omisión del mismo Supremo Tribunal Federal reunido ayer.

Instalado en la presidencia un grupo encabezado por Michel Temer, faltaba el paso final: liquidar a Lula e impedirle retornar a la presidencia. Condenado en un juicio en que no hubo una sola prueba, un proceso plagado de abusos, arbitrariedades e irregularidades –todo eso frente al silencio cómplice de las instancias máximas de la justicia brasileña– faltaba ese paso.

Bueno. Fue dado ayer.

Lo que nadie sabe es cuál será el paso siguiente. Al fin y al cabo, los del gobierno surgido a raíz del golpe institucional no tienen un candidato viable. El empresariado y los dueños del capital lo saben.

Sin Lula da Silva, la posibilidad de que un troglodita de extrema derecha, el capitán retirado y diputado Jair Bolsonaro, salga vencedor en las urnas, es concreta, como concreta es la posibilidad de que entre votos blancos, nulos y abstenciones se cuente un número superior al alcanzado por los candidatos.

Todo eso estaba en juego ayer.