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Dos vertientes de la corrupción en México
L

a corrupción es un tema que se mantiene como una de las preocupaciones más grandes de los mexicanos, de acuerdo con las encuestas, sólo la inseguridad le quita el primer puesto. Es posible analizar las consecuencias de la corrupción desde dos puntos de vista: el primero tiene que ver con la descomposición del tejido social, y el segundo se relaciona con el nivel institucional de las estructuras de gobierno.

Cada año Transparencia Internacional publica un estudio que mide la percepción de la corrupción que se vive en cada país. Se trata de un índice que sintetiza la opinión de 13 fuentes especializadas –que incluyen universidades, como Harvard y Columbia, y organismos internacionales, como el Foro Económico Mundial– en uno de los estudios más completos que existen sobre el tema a escala internacional.

Desafortunadamente, este año México ocupó el lugar 135 de 180. Es decir, el resultado del país se encuentra muy por debajo de la media y muy lejos de los estándares deseados. En apenas dos años, México perdió 12 lugares en esta lista. El problema es tan grande que –según cifras del Banco Mundial– le cuesta a México entre 9 y 10 por ciento del PIB.

Las consecuencias de este fenómeno las vivimos todos los días y están en todos los niveles, desde el pequeño soborno al policía hasta el dinero público que desaparece sin mayor explicación. La corrupción no sólo tiene un impacto directo en la calidad de vida de las personas a escala individual, sino también en tejido social, es decir, el conjunto de individuos y grupos que articulan la estructura de una sociedad.

La corrupción va en contra de los valores, creencias y normas de la cultura de la legalidad que fortalecen el tejido social, y motivan a las personas a confiar y respaldar el estado de derecho. La sociedad mexicana no se apropiará de estos valores de la noche a la mañana, por lo que inculcar en los niños una cultura de respeto a la legalidad es una de las mejores soluciones que se pueden proponer a largo plazo.

Por otro lado, se encuentra la corrupción en las instituciones del Estado, aquella que se ha convertido en uno de los principales obstáculos para el desarrollo del país. Un escenario donde las instituciones no son lo suficientemente fuertes para soportar la corrupción debido al alto grado de impunidad existente, por lo que se convierte en un círculo vicioso que genera más impunidad y más corrupción.

A escala institucional, estos índices generan desconfianza en los sectores productivos y a la larga afectan a los mercados y el empleo de las personas. Así las instituciones ven afectadas su credibilidad y su capacidad para dar certeza a la economía.

Cualquier estrategia para terminar con la corrupción debe forzosamente incluir estrategias que se ocupen de la reconstrucción del tejido social y del fortalecimiento de las instituciones, pues de otra forma estaremos enfrentando sólo parcialmente el asunto.

Flor de loto: Estamos como estamos, porque somos como somos.

* Magistrado presidente del Tribunal Electoral del Distrito Federal

@drarmandohdz