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Penultimátum

De espías y novelas

S

e supone que, oficialmente, el mundo no vive abiertamente una extensión de la guerra fría. Ni los preámbulos de la tercera Guerra Mundial. Pero los métodos que utilizan ciertos gobiernos para acallar a quienes consideran espías o disidentes políticos alcanzan una sofisticación digna de los tiempos que vivimos. Además, servirían de tema para escritores como John Le Carré, Ian McEwan, Dan Simmons, Frederick Forsyth, Javier Marías y Boris Akunin, quienes han mostrado los métodos que utilizan los dictadores y sus aparatos de seguridad para acallar a sus enemigos o a personas incómodas.

En marzo de 2013 el oligarca ruso Boris Berezovski fue ahorcado en su casa de Londres, donde vivía desde que se enemistó con el nuevo zar de Rusia, Vladimir Putin, el hombre que lo hizo rico en pocos años.

El pasado 12 de marzo asesinaron a Nikolai Glushkov, socio de Boris en diversos negocios. Ambos cayeron de la gracia de Putin, quien los acusó de enriquecimiento inexplicable, por lo que tuvieron que exiliarse en Inglaterra. La policía señaló que la muerte de Nikolai se debió a una compresión en el cuello.

Unos días antes, el ex espía ruso Sergei Skripal y su hija Yulia fueron envenenados con un gas neurotóxico, Novichok, elaborado en Moscú. Sergei y Yulia viven en la ciudad británica de Salisbury. Ambos se encuentran hospitalizados y en estado crítico. Cabe señalar que Sergei fue intercambiado en 2010 en una operación a tres bandas que incluyó también a 10 agentes rusos que operaban en Estados Unidos.

Y por si se necesitara más material para escribir una novela sobre la muerte de espías y enemigos políticos de algún gobernante, cabe recordar cómo en 1995 asesinaron al banquero Iván Kivelidi y a su secretaria Zara. Murieron al entrar en contacto con una sustancia colocada en el teléfono de su oficina. Vaya coincidencia: resultó ser el gas neurotóxico Novichok.

El gobierno británico dijo tener pruebas de que Rusia desarrolló y almacenó esa sustancia con fines criminales y anunció que un grupo de expertos de la Organización Internacional para la Prohibición de Armamento Químico analizará las pruebas que sus servicios de inteligencia ya tienen sobre el Novichok.

El que molesta a Putin, desaparece, aseguró en su momento Lord Bell, amigo del finado magnate Boris Berezovski. Y así ha pasado con otros multimillonarios que, luego de distanciarse del poderoso dirigente, buscaron refugio en Gran Bretaña y otros países.

No está de más señalar los métodos que Vladimir Putin utiliza para acallar a los políticos disidentes, como Boris Nemtsov. O a los periodistas críticos. Entre ellos la combativa Anna Politkóvskaya, en 2006. Y el año pasado, Dmitry Popkov. Los tres fueron asesinados a balazos. Sí, no hay que molestar al nuevo zar.