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Vital, convencer a la gente sobre la necesidad del cambio

En el caso Rébsamen, no teníamos ni tenemos nada qué esconder

La ex jefa delegacional de Tlalpan está convencida de que México tiene salida, de que la Ciudad de México tiene salida, de que tienen futuro, y hace un llamado a construir éste con convicción. Respecto de la corrupción, advierte que no perder los principios en el camino es indispensable

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Claudia Sheinbaum Pardo, candidata de la coalición Juntos Haremos Historia a la jefatura del Gobierno de la Ciudad de México, durante la entrevista en las instalaciones de este diarioFoto José Carlo González
 
Periódico La Jornada
Lunes 19 de marzo de 2018, p. 28

Las razones de Claudia Sheinbaum se ajustan a su formación, a una mezcla difícil de equilibrar entre la rigidez de las ciencias duras y la sensibilidad que le exige la política, que ella resolvió con una fórmula que parece simple: llegar a un puesto público es seguir trabajando como ciudadano, y habla del silencio que le impuso un juez en la tragedia del Rébsamen.

No teníamos, ni tenemos, nada qué esconder; al contrario, todo lo hicimos público para que se conociera y que, en todo caso, fuera valorado por la ciudadanía. Se subió toda la información, pero después vino un amparo de los abogados, de la directora de la escuela, pidiendo que se bajara. El juez nos ordenó bajarla, luego eso se resolvió y la delegación volvió a subir la información.

–Háblanos de la tragedia en el Rébsamen; para muchos tú fuiste la culpable.

–La culpable no es Claudia Sheinbaum, eso lo tengo claro. Jamás me hubiera inscrito para competir por la jefatura de Gobierno si fuera lo contrario. Está clarísimo que la delegación no tuvo ninguna responsabilidad. Ahí están los papeles, ahí está la información, para que cualquier persona la evalúe.

–Yo no sé si en algún momento de tu carrera política tuviste algún momento tan difícil y tan doloroso. Cuando te enteras, cuando te das cuenta del tamaño de la desgracia, ¿qué pasa con Claudia?

–Cuando me entero le pido a un policía de la delegación, un policía auxiliar, que me lleve en una moto. Había mucho tránsito, y cuando llego sólo había policía auxiliar del gobierno de la ciudad y un mundo de gente queriendo ayudar con muy poca organización. Habían pasado cuando mucho 40 minutos y me quedé ahí dos días.

–Claro, había un deber ser.

–Sí, así fue. Después revisamos los papeles de la delegación, pero hay algo sobre todo esto: yo jamás habría hecho uso político de mi participación en aquellos momentos, no me parece correcto. Yo hice lo que tenía que hacer y lo voy a seguir haciendo, y siempre voy a estar del lado de las víctimas y de la justicia, porque esa soy, esa es Claudia Sheinbaum.

Cadena de omisiones

Repito: yo no hice uso político de la tragedia; actué con responsabilidad en todos los sentidos. Fui la primera que enfrentó a los medios de comunicación, a la ciudadanía; hice públicos los papeles, los permisos; revisamos los expedientes jurídicos; subimos la información; presenté una denuncia penal a mi nombre, ni siquiera como delegada.

–¿Por qué no se mandó cerrar la escuela cuando se supo de todos los problemas que tenía?

–La delegación nunca tuvo manera de enterarse. ¿Por qué?, porque los requisitos administrativos estaban en regla. La seguridad estructural del Rébsamen no la tiene que revisar la delegación, sino un corresponsable de seguridad estructural. Parecía que estaba en tiempo y forma. Lo dimos a conocer con las firmas del director responsable de obra. La única denuncia vecinal que había en contra del colegio era por el uso de suelo y se fincó en 2016. El Invea conoce de la violación del uso de suelo, incluso encuentra en el cotejo de documentos que hay un documento falso y decide no clausurar y solamente imponer una multa en 2017.

–Todo lo que pasó ahí huele a corrupción.

–Pues el mayor problema de por qué huele a corrupción es porque en 2010 hay una clausura de la delegación Tlalpan a la escuela, que después, en los documentos, no se ve que tenga conclusión. Es decir, el expediente jurídico queda a la mitad y se levantan los sellos de clausura o nunca se pusieron; en 2014 sucede una circunstancia similar: hay una supuesta clausura de más de 11 meses, pero los padres de familia aseguran que en realidad la clausura nunca ocurrió.

Sheinbaum habla de la otra parte de su trabajo en la tragedia del 19 de septiembre del año pasado. De eso de lo que nunca ha querido hablar:

Yo hablé con los padres, con los que quisieron hablar conmigo, porque hubo otros que no quisieron. Es la primera vez que yo lo menciono públicamente: yo busqué por teléfono celular a cada uno de los 19 padres de familia, y les dije que era la jefa delegacional de Tlalpan, que estaba para servirles; hablé con muchos de ellos, con algunos cuyos hijos no fallecieron, y se dieron los apoyos que se requerían.

–Y después de todo el golpeteo que recibiste y de la tragedia en sí misma en lo que sucedió en torno a eso, ¿cambió tu perspectiva sobre la política?

–No cambia la convicción, más bien se fortalece y sobre todo mi preocupación por el tema de la vulnerabilidad de la ciudad frente a los sismos. A mí me tocó vivir el sismo del 85 como estudiante y participar en las brigadas de solidaridad que se hicieron desde la UNAM, y eso nos marcó muchísimo. El del 19 de septiembre pasado me marcó mucho más porque tenía una responsabilidad como autoridad. Creo que soy la única jefa delegacional que fui jefa delegacional, y me puedo parar de nuevo por cualquiera de los edificios dañados y la gente me recibe bien porque la atendimos, y se le sigue atendiendo.

Claudia Sheinbaum no se desprende de sus memorias significativas. Recuerda cómo a los seis años acompañaba a su madre a la cárcel de Lecumberri y jugaba en la crujía de los presos políticos de 1968, a los que llevaban comida y solidaridad.

Desde que estudiaba en el CCH Sur participé en muchos movimientos estudiantiles y sociales; quizá el que más me formó fue el movimiento del Consejo Estudiantil Universitario, y aunque siempre estuvo en mi vida el deseo de dedicarme a la academia, a la investigación dura, también siempre tuve interés en participar en la transformación del país, transformar la realidad en la que vivimos. Entonces, tengo esa parte académica, pero también la de la rebeldía frente a lo que está mal, de enojo por la desigualdad social, por la pobreza, por la corrupción y el no quedarnos solamente en la investigación, sino participar para transformar la realidad.

–Parece que hoy en la política ya no importa el rumbo, sino los resultados; ya no hay causas. ¿Puede haber algo más? ¿Se puede volver a las causas?

–Imagínate, si no, no habría salida, y México tiene salida, la ciudad tiene salida, tienen futuro y lo tenemos que construir con convicción. El fin nunca justifica los medios; pensar que la corrupción justifica una solución, pues no. Si tú debes favores en el transcurso de tu campaña vas a llegar a pagar favores, no vas a llegar a gobernar. No perder los principios en el camino es indispensable.

–A Claudia Sheinbaum le preocupan en especial los jóvenes. Los chavos de ahora no encuentran trabajo, van a un doctorado y nadie los contrata.

–La UNAM y el Conacyt tenían un programa en el que un estudiante de doctorado tenía garantizado ingresar en una institución de educación superior, tener contrato de un año con opción a ser recontratado. Eso se terminó y el programa lo rompió el gobierno federal, no hay explicación. Una ciudad que no piensa en sus jóvenes va al precipicio.

Luchar y convencer

Sheinbaum pasó de vivir algunos años de su vida en Naucalpan, aunque estudiaba en la Ciudad de México, a pasar los días y las noches en un barrio de Coyoacán.

Su madre, ahora una mujer muy reconocida en el ámbito de las ciencias, fue expulsada del Politécnico después de los sucesos del jueves de Corpus Christi, en 1971, y entonces ingresó a la universidad, que para Claudia es el lugar que marcó la ruta de su vida.

–Una última pregunta, Claudia: ¿Quiénes son los hombres de tu vida?

La candidata suelta la carcajada y llena de color su rostro, regularmente blanco, muy blanco.

–Mi hijo Rodrigo, responde.

–¿Me refería a las grandes influencias?

–Mi padre. Obviamente Andrés Manuel López Obrador..., en su momento el ingeniero Cárdenas y también investigadores de la UNAM como Manuel Peimbert.

¿Que qué me hace feliz? Un café en la mañana, correr y, evidentemente, una encuentra una enorme felicidad en luchar, en ir convenciendo a la gente sobre la necesidad del cambio.