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Negocios y empresas

Aranceles y recesión

Q

uien no conoce la historia corre el peligro de repetir sus grandes errores. Ahora que Trump intensifica su política proteccionista puede generar una gran recesión. Hace casi un siglo, en plena crisis de 1929, el gobierno estadunidense decidió imponer la Ley Smoot-Hawley en 1930, con fuertes aranceles a miles de productos que Estados Unidos importaba. El resultado de esa medida, aunada a la crisis del mercado de valores, fue la gran recesión.

Ahora, con aranceles al acero de 25 por ciento y al aluminio de 10 por ciento que impone Donald Trump al mundo, con excepción de México y Canadá, quien pagará las consecuencias será el consumidor, y a quienes más afectará será a las personas de bajos recursos.

El mercado estadunidense es una esponja que absorbe acero y aluminio de todo el mundo, más ahora que se encuentra con un crecimiento sostenido de su economía. Hasta hoy, los precios de las mercancías en ese país se han mantenido relativamente estables a lo largo de la última década, aun con una política monetaria expansionista.

Sin embargo, al subir los precios del acero y del aluminio importados se incrementarán los costos de todos los bienes que se produzcan con esas materias primas y hasta la cerveza en bote presentará un incremento en sus costos.

Además, los principales vendedores de acero a Estados Unidos, entre los que se encuentran China, Rusia y Europa, no se quedarán con los brazos cruzados ante la agresión comercial de Washington y lo más probable es que le cobren con la misma moneda. Si tú insistes con un impuesto de 25 por ciento al acero, yo le impongo una carga similar a los productos que me vendes. En consecuencia, no sólo subirán los precios del acero, sino que también se incrementarán los precios de las mercancías que vende Estados Unidos al resto del mundo.

Al subir los precios a escala global, producto de esta guerra comercial, se generará un menor consumo de todo tipo de bienes y servicios, lo que se traducirá en una reducción en la producción y una caída del empleo y del poder adquisitivo de la población, lo que más temprano que tarde romperá con la racha de crecimiento económico para pasar a una etapa de estancamiento y recesión.

Con la globalización, lo menos que favorece al desarrollo es el proteccionismo.