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El diseñador, quien vistió a Audrey Hepburn, Grace Kelly y Jackie Kennedy, murió el sábado

Un vestido debe embellecer a la mujer que lo lleva, no disfrazarla: Givenchy
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Hubert de Givenchy posa con sus maniquis en su tienda, el primero de febrero de 1952Foto Ap
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El diseñador francés, el 7 de junio de 2011, en la inauguración del museo de Cristóbal Balenciaga en el País VascoFoto Afp
 
Periódico La Jornada
Martes 13 de marzo de 2018, p. a12

París.

El secreto de la elegancia es parecer uno mismo, decía Hubert de Givenchy. Con su porte aristocrático indisociable del de su musa, Audrey Hepburn, el diseñador –cuya muerte se anunció este lunes– puso durante más de 40 años su talento al servicio de un estilo simple y refinado.

El señor De Givenchy falleció mientras dormía el sábado, informó en un comunicado el también diseñador Philippe Venet, con quien compartió varias décadas de su vida. Su funeral se realizará en la más estricta intimidad, precisó.

Nacido el 20 de febrero de 1927, De Givenchy perdió a su padre cuando tenía dos años. Creció en Beauvais, Francia, rodeado de su familia materna. Su abuelo era administrador de las manufacturas de tapicerías de Gobelins y de Beauvais. Así nació su gusto por los tejidos y materias. Esta herencia que tuve la suerte de consultar fue de gran influencia, decía.

Un vestido debe embellecer a la mujer que lo lleva, no disfrazarla, subrayaba este hombre distinguido y sumamente cortés que compartía con su maestro Cristóbal Balenciaga el gusto por las líneas depuradas.

Se puso a dibujar siluetas de moda, siguió clases en Bellas Artes y, a los 17 años, debutó su carrera de modisto en los talleres de Jacques Fath y Elsa Schiaparelli. Con 24 años decidió abrir su propia casa de moda.

Su primera colección, constituida casi por completo de piezas separadas, cosechó enseguida un gran éxito en 1952.

El encuentro en 1953 con Balenciaga fue crucial: Él era la arquitectura, la genialidad, la belleza en el estado puro. Me lo enseñó todo, declaró De Givenchy, quien, sin embargo, nunca trabajó con el diseñador español.

Ese año supuso también el comienzo de 40 años de complicidad con Hepburn, la actriz de cuerpo grácil y encanto ingenuo que fue su amiga y musa.

Más que ninguna otra mujer, Hepburn encarnó el estilo Givenchy, esa elegancia sin ostentación, de fantasía discreta, cómoda sencillez, clásica pero no austera. Hubert de Givenchy la vistió para la pantalla (Sabrina, Breakfast at Tiffany’s...) y también para la vida real.

Con ella, ángel con ojos lánguidos, el trabajo se volvía acto de alegría, declaró el diseñador en una ocasión.

La estrella de Hollywood le aportó numerosa clientela del otro lado del Atlántico que adoraba los vestidos con la elegancia sencilla y cómoda del diseñador.

Tenaz y perfeccionista

Trabajador tenaz y perfeccionista, De Givenchy comenzó durante décadas su jornada laboral a las 7:30 horas, permanentemente vestido con una bata de lino blanco. El diseñador, apasionado de la decoración y un gran coleccionista de arte, resumía así su línea de conducta: Rigor, nada de cosas inútiles y mucho trabajo.

Entre sus clientas figuraban Grace Kelly de Mónaco, Jackie Kennedy, la duquesa de Windsor, Elizabeth Taylor, Lauren Bacall, Jean Seberg, Diana Ross... En el cine vistió también a Brigitte Bardot.

En 1988, Hubert de Givenchy vendió su casa de moda al grupo LVMH pero continuó como director artístico. Tiró la toalla unos años después, en 1995. Me había convertido en un simple empleado de cuyo nombre se burlaban, explicaba.

En julio de 1995, presentó su última colección de alta costura dedicada a su personal, en presencia de compañeros de profesión como Yves Saint Laurent, Christian Lacroix, Jean-Louis Scherrer, Kenzo, Paco Rabanne y Valentino. Una colección que quiso siempre más depurada, más sencilla, guiado por la preocupación de llegar a la esencia misma de un abrigo, de un vestido, de un traje de chaqueta y falda o pantalón.

En octubre, su última colección de prêt-à-porter, recibida con una ovación, puso el broche de oro a su carrera de diseñador.

De Givenchy tenía una opinión severa sobre la moda actual. Se habla de lujo como nunca antes, decía en un documental difundido en 2015. Hay cada vez más vestidos pero no hay dirección, bolsos con cadenas, zapatos casi inllevables. Si eso es el lujo, tiene el tiempo contado.