Los altos índices de violencia que se viven en el país han provocado que la relación entre las familias se vea afectada, señaló Beatriz Naibi León Ramos, del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (Imdosoc). Tal situación está vinculada a la desconfianza que se genera entre la sociedad.

Las relaciones que se tienen cada vez son más estrechas. Se reducen a los integrantes que viven en el mismo hogar, cuando hace unos años se extendían a otros, como los tíos, explicó.

El problema, dijo, es que la violencia irrumpe en las dinámicas familiares, sobre todo las de convivencia, pues ya no se frecuentan tanto para evitar estar en la calle y con ello ser víctimas de algún delito.

Las familias van reduciendo sus espacios de convivencia en algunos lugares públicos y le otorgan poco tiempo, por ello, comentó, se requiere fortalecer el tejido social desde lo local, comunitario y las familias, para que éstas vuelvan a salir y encontrarse con el otro.

Para Elena Azaola, especialista del Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas), las víctimas directas de la violencia no solamente son quienes han sido asesinados o desaparecidos, también sus familias.

La persona siempre está involucrada a un grupo social de amigos, familiares y viven en comunidades, las cuales también se ven impactadas por esos hechos.

Además, destacó la investigadora, el impacto trasciende. No se supera en una generación, va más allá y no termina sólo en las personas que participaron.