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Gasolina por las nubes

Precios: ¿alzas y bajas?

Importación galopante

¿A

lguien creyó –ilusamente, desde luego– que con la liberalización de los precios de las gasolinas éstos podrían bajar o ascender de acuerdo con las sagradas razones de mercado? Hasta donde se sabe, sólo uno: José Antonio Meade.

Cuando menos así lo dijo públicamente. A finales de diciembre de 2016, el entonces Secretario de Hacienda y hoy precandidato tricolor a la Presidencia de la República anunció el megagasolinazo, que entraría en vigor el primero de enero de 2017, y en esa ocasión aseguró que el aumento no debe asustar a los consumidores, porque con el nuevo esquema se divorciará el precio del petróleo de razones tributarias o políticas.

Además, según él, el brutal aumento de precios permitiría que el mercado de los combustibles se vaya ajustando, lisa y llanamente, y veremos, en consecuencia, momentos y días donde suba, y momentos y días donde vuelva a bajar. Casi un año después, al anunciar la citada liberalización (30 de noviembre de 2017), en la Secretaría de Hacienda se repitió el eslogan de las alzas y los descensos.

¿Qué sucedió? En los hechos, sólo alzas y nunca bajas, pues de esa fecha a la actual –menos de dos meses– los precios de las gasolinas no han dejado de aumentar, mientras los consumidores cada día están más asustados, porque el incremento de los combustibles acicatea la inflación y desata la cadena de aumentos en todas las áreas, públicas y privadas.

En el caso concreto de este tecleador –un consumidor más, a final de cuentas–, el pasado 30 de noviembre (día de la liberalización) adquirió el litro de gasolina Premium a 18.31 pesos en la zona sur de la Ciudad de México; alrededor de 50 días después, tal precio se había incrementado a 19.10 (misma cantidad, misma calidad, misma estación de servicio), es decir, un aumento de 79 centavos, equivalente a 4.31 por ciento.

Lo anterior hace recordar que el primer gasolinazo del gobierno peñanietista se registró el viernes 7 de diciembre de 2012 y el alza en el precio de los combustibles fue de nueve centavos por litro (más adelante subió a 11 centavos). Así, utilizando este comparativo, el citado aumento tras la liberalización de 2017 equivale a casi nueve meses de un gasolinazo normal. Todo ello, desde luego, sin olvidar la promesa de campaña de Peña Nieto, de que tales precios y las tarifas eléctricas se reducirían a lo largo de su mandato, y gracias –obvio es– a la reforma energética (mejores precios para todas las familias mexicanas, según dijo).

Pues bien, tras ese primer gasolinazo del gobierno, que se comprometió a mover a México, los precios de los combustibles se fijaron en 10.81 pesos por litro de Magna, 11.37 por litro de Premium y 11.17 por litro de diésel. Poco más de cinco años después, tales precios se han incrementado en alrededor de 60 por ciento y contando, sin olvidar que la reforma energética que permitiría –versión oficial– abaratar los combustibles entró en vigor hace más de tres años.

Cuando se inició el gobierno peñanietista y antes de la reforma energética, con un salario mínimo diario (63.07 pesos por aquellas fechas) se podían comprar 5.83 litros de gasolina Magna, 5.54 de Premium y 5.64 de diésel. En enero de 2018, ya con la reforma instrumentada y en operación, con un salario mínimo (88.36 pesos) se pueden adquirir alrededor de 5.1 litros de Magna, 4.6 de Premium y 4.9 de diésel. En los hechos, pues, la reforma mermó los bolsillos de los mismos consumidores a los que Meade, como secretario de Hacienda, pidió no asustarse.

Lo anterior, sin considerar que en buena parte de las casi 12 mil estaciones de servicio existentes a lo largo y ancho de la República (ordeñadoras, la mayoría de ellas) los litros que allí se expenden nunca son de a litro.

Lo mejor del caso es que para justificar el megagasolinazo de 2017, el gobierno peñanietista –sin rubor alguno– aseguró que el aumento de precios viene del exterior (EPN dixit, 6 de enero de ese año) y que, por lo mismo, no había forma de revertirlo (Meade dixit). Cabe recordar que México importa combustibles (de Estados Unidos, principalmente) en una proporción cada vez mayor, y eso se paga en dólares.

Sin embargo, desde el megagasolinazo de 2017 se documentó que los precios de los combustibles gringos cerraron año en el nivel más bajo desde 2004, de tal suerte que el argumento oficial se fue por el caño. De hecho, a estas alturas (enero de 2018) el precio promedio de la gasolina gringa (equivalente a la Premium) se mantiene alrededor de 30 por ciento por debajo del que se registra en México.

Con base en lo anterior, los precios de las gasolinas que se expenden en nuestro país resultan iguales a los imperantes en las islas Fiji y similares a los registrados en Nicaragua y Nepal, naciones todas que no producen una gota de petróleo.

En alguna ocasión el secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, afirmó que con la entrada en vigor de la flexibilización de precios en todo el país culmina este primer gran paso de liberalizar el precio de los combustibles, por lo que la reforma energética está dando vida a un mercado de combustibles abierto y competitivo… y, por lo visto, cada día más oneroso para los consumidores.

Sin embargo, ante el constante incremento de precios y la creciente importación de combustibles, los diferentes gobiernos neoliberales (en realidad uno, con seis caretas distintas, de Miguel de la Madrid a Enrique Peña Nieto) se negaron a construir refinerías en el país, porque no son negocio y sería sacrificar recursos públicos (¡¡¡!!!). De hecho, la más joven de ellas data de 1979, mientras la capacidad del sistema nacional ha ido de mal en peor.

Tan sólo en el transcurso del gobierno peñanietista la importación de gasolinas se disparó 61 por ciento entre 2013 y 2017 (hasta noviembre), de acuerdo con la información de Petróleos Mexicanos. En el primero de los años citados en el exterior se compraron casi 396 mil barriles diarios, para el undécimo mes de 2017 ese volumen se había incrementado a 638 mil barriles diarios, y contando. En el caso del diésel, el aumento ha sido de 95.5 por ciento (de 134 mil barriles por día a 262 mil).

Las rebanadas del pastel

Todo lo anterior, sin duda, gracias a la reforma energética. Pero tranquilos, que ya lo dijo José Antonio Meade: no se asusten… Si de petróleo se trata, ayer el barril mexicano de exportación se vendió a 59.09 dólares, el mejor precio en mucho tiempo.

Twitter: @cafevega