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Los dos lo han hecho muy mal: entrenador

Julio César Chávez dio ultimátum a sus hijos
 
Periódico La Jornada
Martes 23 de enero de 2018, p. a12

Después del fracaso ante Saúl Canelo Álvarez en mayo de 2017, Julio César Chávez júnior se alejó de la mirada pública, como en un exilio. A punto de terminar ese año se habló de un posible regreso en diciembre, pero la fecha se postergó para intentar revertir la imagen que dejó ante el pelirrojo y enfrentar quizá la última oportunidad para rescatar una carrera lastrada por la duda.

Julio César Chávez ya le dio un ultimátum al júnior y a Omar, señala Rodolfo Chávez, hermano del histórico boxeador y entrenador de sus sobrinos; o retoman con seriedad sus carreras o mejor que se retiren, porque esta puede ser la última oportunidad.

Rodolfo asegura que la noche del domingo habló del tema con su hermano, a quien percibe atormentado por la manera en que sus hijos administran sus carreras, sobre todo el primogénito.

En febrero o marzo, a más tardar, Rodolfo viajará a Los Ángeles, donde vive el júnior, para iniciar la preparación del regreso al boxeo, después de casi un año de inactividad y silencio.

“Ha sido muy duro levantar su carrera después del fracaso contra Canelo, hay que decir la verdad”, indica Rodolfo; lo han hecho muy mal los dos hijos, pero sobre todo el júnior, y su papá ya está harto de eso, quisiera verlos retirados.

Después de la derrota del año pasado, Rodolfo y su hermano sufrieron demasiado, nunca entendieron por qué Chávez dio aquella exhibición penosa, arrinconado, sin mover las manos. El tío y entrenador dice que volver a su natal Culiacán fue la experiencia más amarga en mucho tiempo. Sentía como si los golpes que lanzó el Canelo los hubiera recibido en su propio cuerpo.

Rodolfo compadece a su hermano Julio César, porque –cuenta– como padre quisiera verlos como una continuación del prestigio y el éxito que consiguió con disciplina, como herederos legítimos de una de las mejores carreras del boxeo mexicano.

Nadie sabe lo que sufre mi hermano al ver la carrera del júnior, se mortifica demasiado, señala Rodolfo; la amargura que siente de ver cómo los dos desperdician sus capacidades por tanta indisciplina. Yo, por ejemplo, me digo: el júnior ya ganó mucho dinero y tiene buenas inversiones, no necesita el boxeo para vivir; entonces no sé por qué insiste en seguir.

Rodolfo, quien trabajó con su hermano y se mantuvo fiel al júnior, también empieza a rozar el límite del hartazgo cuando ve la estela de resultados. Desde que estaba con mi hermano me ausentaba de mi familia por meses, lo seguí haciendo con el júnior. Ya es demasiado. Casi no vi crecer a mis hijos. Hoy me lo reclaman.