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Interpelaba la historia y realidad oficiales al ridiculizar a sus personajes con su ágil prosa

El autor de Dos crímenes y su capacidad de ver la realidad de forma peculiar

Jorge llevaba un sol adentro; era agudo y dulce, así lo recordaba su viuda, Joy Laville

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En la capital de Guanajuato se exhibirá la muestra fotográfica y documental Los pasos de Jorge Ibargüengoitia, a partir de hoyFoto archivo Joy Laville
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Ibargüengoitia falleció en un accidente de aviación, el 27 de noviembre de 1983Foto archivo Joy Laville
 
Periódico La Jornada
Lunes 22 de enero de 2018, p. 7

Nacida de su capacidad para ver la realidad de forma peculiar y convertirla en instrumento crítico, como se describía el autor, la aún vigente obra de Jorge Ibargüengoitia en dramaturgia, ensayo, narración y crónica se caracterizó por un manejo de la ironía en el examen de México, que se conmemora este año en el aniversario natal 90 del autor de Los relámpagos de agosto.

Los artículos que escribí son los únicos que puedo escribir; si son ingeniosos es porque tengo ingenio, si son arbitrarios es porque soy arbitrario, y si son humorísticos es porque así veo las cosas. Quien creyó que todo lo que dije fue en serio, es un cándido, y quien creyó que todo fue en broma, es un imbécil, expresaba el autor, refirió su viuda, Joy Laville (La Jornada Semanal, 28/12/08).

Era un hombre fundamentalmente alegre: llevaba un sol adentro. Jorge era agudo, dulce y alegre, mencionó la pintora inglesa en la presentación del libro Instrucciones para vivir en México (1990).

No era sarcástico, pero si algo no le gustó, lo dijo, ya que era crítico y su crítica le permitía jugar con el absurdo. Él era muy directo, por eso mismo tenía reputación de tener mal humor, pero esto es una mentira. Ofendió la sensibilidad de muchos con sus novelas; pese a todo, ahora es muy estimado en Guanajuato.

Jorge Ibargüengoitia inició su aventura literaria a los siete años, cuando escribió su primer texto: Ocupaba tres hojas que recorté de una libreta y que mi madre unió con un hilo. No recuerdo qué escribí en ellas, ni qué tipo de letra usé, pero todos los que vieron aquello estuvieron de acuerdo en que parecía un periódico.

En torno a su educación básica, recordaba: Mis peores recuerdos los tengo de la escuela. En un mismo salón estábamos los de tercero, cuarto, quinto y sexto. Además de darnos clase a todos, la maestra tenía tiempo de tejer una chambrita eterna. Tenía el pelo blanco y vestía de negro. Estoy seguro de que no me enseñó nada (La casa de usted y otros viajes).

Ibargüengoitia realizó estudios en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México, y luego se cambió a la de Filosofía y Letras, para convertirse en dramaturgo. Ahí, sustituyó la clase que impartía Rodolfo Usigli. Con la publicación, en 1962, de la obra El atentado (Premio Casa de las Américas), prácticamente abandonó esta disciplina y se dedicó a la novela.

Su obra más larga

En una conferencia impartida en 1966, el narrador explicó que la deformación profesional de dramaturgo que tiene le impidió aprovechar las ventajas del novelista y que su obra más larga, Los relámpagos de agosto, puede leerse de un tirón y en dos horas y media. La novela es la novela de un dramaturgo.

Su traslado hacia la narración ocurrió hacia 1963, tras escribir la obra El atentado. “Al documentarme para escribir esta obra encontré un material que me hizo concebir la idea de escribir una novela sobre la última parte de la Revolución Mexicana basándome en una forma que fue común en esa época: las memorias de general revolucionario. Esta novela, Los relámpagos de agosto, fue escrita en 1963, ganó el premio de novela Casa de las Américas en 1964”.

Con ella comprendió, dijo, que el medio de comunicación adecuado para un hombre insociable como yo es la prosa narrativa: no tiene uno que convencer a actores ni a empresarios, se llega directo al lector, sin intermediarios, en silencio, por medio de hojas escritas que el otro lee cuando quiere.

Ibargüengoitia escribió cuento, novela, piezas teatrales y artículos periodísticos, con prosa veloz y ágil, con la que ridiculiza y pone en evidencia a sus personajes –muchos de ellos reconocibles figuras del poder político y económico. Así, interpelaba la historia y realidad oficiales, en la época conocida como del desarrollo estabilizador, en el gobierno hegemónico del Partido Revolucionario Institucional.

Aunque es mucho más conocido por su faceta de narrador con libros como Maten al león (1969), Estas ruinas que ves (1975), Las muertas (1977), Dos crímenes (1979) y Los pasos de López (1982), Ibargüengoitia también destacó en el periodismo y la dramaturgia. Entre las primeras muestras de su trabajo se encuentran, las compilaciones Viajes a la América ignota (1972), Sálvese quien pueda (1975), Autopsias rápidas (1988) e Instrucciones para vivir en México (1990).

En este último volumen se hallan muestras de su interés de la vida en nuestro país y su examen de la historia hasta llegar a la nación que vivió, con esa visión plena de ironía. “La Conquista es algo terrible, pero al cabo de tres siglos de injusticias el país acaba funcionando como un relojito, produciendo riquezas a montones. Ahora bien, ¿cómo no va a resultar triste una historia que después de empezar tan bien y de seguir regular, llega a ‘México independiente’ (…) Pero no hay que desesperar. No todo es así. Después viene la fundación del PRI”.

Cuando en 1983, cumplió 50 años escribió: “Hoy me siento más seguro que cuando cumplí 20 años, más rico que cuando tenía 30, más libre que cuando cumplí 40, pero no me siento más joven que en ningún otro momento de mi vida. Siento también que el camino que escogí está más de la mitad andado, que ni me malogré ni he alcanzado las cúspides que hubiera querido escalar.

El pasado tiene otra textura, que varios enigmas se han aclarado, historias que parecían paralelas han divergido, muchos episodios han terminado. Cada año que pasa tengo más libros que quisiera escribir y cada año escribo más lentamente. Si vivo 80 años, cuando muera dejaré un montoncito de libros y me llevaré a la tumba una vastísima biblioteca imaginaria.

Ibargüengoitia falleció en un accidente de aviación, el 27 de noviembre de 1983, cuando se dirigía un encuentro de escritores en Bogotá.