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Preocupa al premio Nacional de Derechos Humanos la actual polarización social

Álvarez Gándara: hay que detener esta equivocada ley de seguridad interior

Afirma que el país necesita un cambio profundo, más allá de la transición de los partidos

Hace falta apostarle a la sociedad como la fuerza principal del Estado, expresa el activista

 
Periódico La Jornada
Domingo 10 de diciembre de 2017, p. 5

Acelerar la aprobación de la ley de seguridad interior en el Senado sería una señal de absoluta cerrazón, afirmó Miguel Álvarez Gándara, ganador del Premio Nacional de Derechos Humanos 2017, quien se dijo convencido de que hay que detener esta equivocada ley, que sólo legitima una estrategia que no ha funcionado.

Confió en que las palabras del presidente Enrique Peña Nieto durante la entrega del galardón para que haya disposición de escuchar otras voces, sirva para que profundicemos en el tema. Espero que el Senado, los partidos políticos y las fuerzas armadas lo comprendan y no haya un aceleramiento en aprobarla. El punto clave está en la disponibilidad del Senado y tengo una esperanza de que lo logremos.

En entrevista con La Jornada advirtió que la polarización que actualmente vive el país ha creado profundos abismos entre grupos sociales que viven aislados entre sí, con nulos espacios de escucha y de confianza, lo cual está haciendo crecer la conflictividad y la violencia a niveles cada vez más peligrosos.

Un día después de haber recibido dicho galardón, el activista y fundador de la asociación civil Servicios y Asesoría para la Paz (Serapaz) reflexiona sobre los principales retos de México en materia de derechos humanos, y la necesidad de impulsar una sociedad más participativa y menos dependiente del poder.

Momento atípico

En una trayectoria de lucha marcada por la constancia, pero también por la discreción, podría decirse que los estruendosos aplausos recibidos la tarde del viernes por Álvarez Gándara en la residencia de Los Pinos son un momento atípico en la vida de un hombre que, para hacer bien su trabajo, necesita estar fuera de foco.

Convertir en mi proyecto de vida el acompañamiento a otros, me ha permitido nunca ponerme a mí como centro de la acción. De hecho, me considero como un fusible que es parte de una instalación, y que carga energía y tensión. De ser necesario, el fusible se quema para que la instalación sirva, pero no es brillo ni foco, dice al autodescribirse.

–¿En qué momento llega este premio y qué significa para usted?

–Este premio de repente hizo visible lo que hacemos, pero no se pidió ni se hizo campaña por él. Te diría que me siento más bien retado hacia delante, absolutamente convencido de que [el reconocimiento] me tocó a mí, pero le hubiera podido tocar a 100 más que formamos parte de este equipo de trabajo. Es todo un sabor colectivo y proyectivo que tengo muy presente.

–¿Cómo ve al país en este momento? ¿Cuáles son los temas que más le inquietan?

–Me preocupa el crecimiento de la polarización. Se han ido haciendo profundos abismos entre bloques que tienen proyectos particulares, pero sin confianza ni escucha entre ellos. Las descalificaciones y las tensiones las veo cada vez más riesgosas, porque no hay ninguna temática o plataforma donde pueda haber convergencias.

“Esta polarización, junto al clima generalizado de violencia y criminalidad, generan una serie de escenarios de alto riesgo. El país necesita un cambio profundo que va más allá de la transición de los partidos políticos. Hay un problema mucho más complejo, que tiene que ver con la cultura de la institucionalidad y el poder.

No se impulsó el desarrollo de la ciudadanía, más que para ser solicitante o beneficiaria del gobierno, pero no para ser un actor con propuestas propias. Hace falta apostarle a la sociedad como la fuerza principal del Estado, y aunque sigue habiendo rasgos muy preocupantes, creo que la sociedad se ha movido y es más horizontal.

–¿Cómo ha sido en este escenario el trabajo de Serapaz?

–Somos parte de diversos organismos que trabajan en la línea de la transformación positiva de conflictos, y la clave principal de nuestro trabajo ha sido poner en el centro el fortalecimiento de los sujetos al enfrentar estos escenarios.

(En ese contexto, Álvarez Gándara recordó la influencia que tuvo para él la labor de los obispos Sergio Méndez Arceo y Samuel Ruiz García en la labor de intermediación de conflictos que más tarde fue la base de Serapaz, colectivo surgido durante los diálogos de paz que siguieron al levantamiento en armas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en 1994.)