Opinión
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La revolución traicionada
E

l pasado 20 de noviembre debimos celebrar el aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, proceso histórico de capital importancia para el país y, sin exageraciones, transformación conocida y estudiada en el mundo entero; fue una de las importantes revoluciones que modificaron al mundo en los inicios del siglo XX. Sólo la ignorancia puede hacer que la efeméride pase desapercibida; parece que para los grandes medios de comunicación, para el aparato estatal y para una comunidad desinformada, fue más importante correr y empujarse en el torbellino del consumismo del buen fin exacerbado por la publicidad.

Como en otras ocasiones he recordado, me convence la teoría del doble progreso contrario que sostiene Jacques Maritain y hoy nos sirve para entender lo que pasó en esa etapa que va de 1910 y el Plan de San Luis a más o menos 1929, cuando surge el Partido Nacional Revolucionario y se inicia una etapa de relativa paz en México. En ese lapso de 20 años de lucha, corroboramos ese doble progreso contrario, ese avance paralelo de lo claro y de lo oscuro; avanzó el mal, un millón de muertos, guerra fratricida, patrimonio rural y urbano destruidos, pueblos y ciudades tomadas a sangre y fuego con los abusos concomitantes y mucho dolor, muchas muertes y mucha destrucción, pero simultáneamente, avances significativos que cristalizaron en la Constitución de 1917 y en algunos gobiernos que construyeron y cambiaron el entorno y mejoraron aspectos importantes de la vida nacional.

Lo malo no se pudo remediar y lo bueno, todos esos avances, fueron efímeros, se erosionaron, los gobiernos surgidos de la Revolución nunca estuvieron a la altura de lo que de ellos se esperaba, con la sola excepción en aspectos trascendentes del de Lázaro Cárdenas. Los sonoros lemas que movieron a multitudes armadas en el campo mexicano y en menor cifra a numerosos conglomerados de trabajadores y clases medias urbanas fueron quedando solamente como lemas en letras de oro o impresos en la documentación oficial: frases en los discursos de los políticos. Nos puede servir de guía su recuerdo, para comprender lo que pasó en los pasados 80 años y también de diagnóstico para iniciar la reconstrucción.

El primero de estos lemas fue acuñado por Francisco I. Madero, el iniciador, el Apóstol de la democracia, se trata de una frase que vimos impresa años y años en la correspondencia oficial, últimamente desterrada aun de la correspondencia burocrática; se trata del famoso Sufragio efectivo, no relección. Hoy no hay democracia, por más que se multipliquen institutos y tribunales electorales, por más dinero que se gaste en prerrogativas para los partidos y por más que se repitan cada tres, cada seis años, llamados al pueblo a votar y jornadas de elecciones. La realidad es que la pobreza obliga a la gente a cambiar su voto por un poco de dinero o dádivas en especie y ciertamente, quienes debieran ser árbitros imparciales manipulan la documentación conforme se les indica.

Tampoco funcionan con libertad los congresos y cámaras; los legisladores responden ciegamente a las indicaciones de sus cúpulas partidarias, únicas con las que se sienten comprometidos. En esto hay que reconocer excepciones que no han sido suficientes para enderezar el curso desviado de nuestra historia reciente y esperamos que un interés desbordado de todo el pueblo por participar el próximo año, rompa los muros que han impedido con grave culpa para los gobernantes, que vivamos el verdadero sufragio efectivo. La no relección tampoco se encuentra bien parada, se permite ya legalmente para casi todos los cargos públicos con excepción del Ejecutivo federal.

Otro lema, este que data de 1915 en Veracruz, sus autores Venustiano Carranza y Luis Cabrera, es el del Municipio libre; al igual que los legisladores, los presidentes municipales, síndicos y regidores son en la práctica subordinados de los gobernadores y correas de transmisión del poder central.

El lema zapatista de Tierra y libertad es lo mismo, un recuerdo que cuesta trabajo conservar; la tierra no es de quien la trabaja, las grandes haciendas que explotaba la aristocracia porfiriana han sido sustituidas por corporaciones de capitalistas y grandes empresas; los capataces y mayordomos son ahora menos humanos y se rigen por normas y protocolos del mundo globalizado. Campesinos y habitantes del México rural que va desapareciendo, se tienen que conformar con los más bajos empleos o emigrar a las ciudades o cruzar la frontera en busca del sueño americano a costa de arriesgar su vida. La Revolución ha sido traicionada y nuestro deber es rescatar lo valioso de ella y recuperar lo que es nuestro.

No se trata de una mirada nostálgica al pasado; las aspiraciones de justicia, libertad, educación para todos, oportunidades y respeto a la dignidad de las personas no son ideales de una época o de otra, son exigencias permanentes.