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¿La Fiesta en Paz?

Tradición sin defensa

Pilar Rioja recibe la medalla Bellas Artes

Reconocimiento a Miguel Cepeda El Breco

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Un postergado Miguel Cepeda El Breco, regó con su sangre los ruedos de México, Colombia y Guatemala. La prometedora tauromaquia de su hijo Rodrigo empieza a compensarloFoto López
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i a ninguna potencia le preocupa el cambio climático; si el gobierno (?) de México crea empleos apoyando a ensambladoras de vehículos extranjeros; si la alegre Asamblea Legislativa de la Ciudad de México abona el terreno para privatizar el servicio de agua, y si asesinatos e impunidad son parte de la vida cotidiana, ¿a quién le va a interesar qué ganado se aprueba en la plaza México, la ausencia de exámenes post mortem a ese ganado o el concepto de bravura que manejan los comunicadores taurinamente correctos al servicio de la tauromafia? Si hubiese prioridades, en la agenda de los poderes fácticos no está la tradición taurina, aunque sí su caprichoso manejo.

Un decorativo Sistema Nacional Anticorrupción, apoyado por la transparencia y rendición de cuentas, dizque para fortalecer la confianza de los ciudadanos en las instituciones en un marco de promoción de la legalidad y las buenas prácticas sirvió, como el resto de los sistemas que se inventa cada régimen, para lo que se le unta al queso. Si la fiesta de los toros no califica a los miopes ojos de la posmodernidad autorregulada, ¿cómo aspirar a un espectáculo apasionante, transparente, con rendición de cuentas y sin cabida a la corrupción? Las decadencias no se improvisan, se construyen a golpes de complicidades.

Mañana, a las 19 horas, en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, la extraordinaria bailarina, coreógrafa y maestra Pilar Rioja del Olmo (Torreón, Coahuila, 13 de septiembre de 1932), recibirá la Medalla Bellas Artes como otro homenaje a su insuperable trayectoria profesional y aportaciones a la danza universal a lo largo de siete décadas, lapso en el que su pasión por el baile clásico español y el flamenco nutrieron al mundo de emociones inefables.

Pilar Rioja, triunfadora en todos los escenarios y auténtico referente de varias generaciones en ciudades como México, Nueva York o Moscú, es un testimonio vivo y tenaz de la fuerza de la vocación, esa voz interior, ese llamado imperativo a ser y a hacer como sólo esa persona puede ser y hacer, fiel a su espíritu, sin sacrificio suficiente, hasta lograr que alma y cuerpo se reúnan, armoniosos y libres, en la ofrenda de un arte dancístico casi insoportable.

Tan efímero e intenso como la tauromaquia con toros, no con su caricatura, el arte de la danza se diluye en el aire y se impregna en el alma, si el oficiante es capaz de tocar las fibras del corazón de quien mira y admira el espejo magnífico de una artista con la perturbadora claridad de Pilar Rioja. Por cierto, cuando su marido, el gran poeta Luis Rius le propuso que tuvieran un hijo, Pilar respondió convencida: ya tengo dos. ¿Cómo?, preguntó él azorado. Sí, mis zapatos de baile, respondió ella sin alterarse.

Torero incomodísimo donde los haya, valeroso, carismático y desaprovechado, no obstante su convicción de entrega al toro y al público, el matador Miguel Cepeda El Breco (Ciudad de México, 14 de febrero de 1950), fue objeto el pasado viernes, en la Asociación Nacional de Matadores, de un merecido reconocimiento por su esforzada y poco valorada carrera. Imposibilitado de acompañarlo, pensaba decirle que si su sangre derramada en los ruedos no había sido proporcional a la valoración y aprovechamiento de las empresas, en su conciencia torera quedaba la inmensa e impagable satisfacción de nunca haber especulado con su dignidad y sí de haber sabido honrar, con su pundonor, el traje de luces. ¡Enhorabuena, torero cabal!